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Contra lo que pudiera parecer; pocas veces pensamos en lo que verdaderamente se dice

Y llegó a decirse

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¡Cuántas veces escuchamos tonterías al cabo del día!

La verborrea insustancial impregna los decires en amplios sectores de la sociedad. Por consiguiente, está dentro de la lógica el desdén con el cual atendemos a las expresiones habituales. El DESLINDE con respecto a los pronunciamientos de mayor fuste viiene a resultar una tarea de gran complejidad; por eso en las trifulcas se cuelan prolíficamente engaños, verdades, razones, deseos, odios, inquietudes, maquinaciones perversas o simples banalidades; pululan en un conglomerado indeterminado.

El enfoque de los encubrimientos es acomodaticio, deriva de los innumerables intereses de los protagonistas, confesados o no, individuales o colectivos. Las propuestas incluidas en la movida social, están repartidas en una gradación cambiante, desde el irreflexivo parloteo a los afanes constructivos, de los entretenimientos inofensivos a las maquinaciones al servicio de aviesas intenciones. Las opciones se multiplican entre la turbulencia del conjunto, pero la CONFUSIÓN entorpece las decisiones de cada persona.

Algunos personajes disponen del tino suficiente para dar el tono en los debates en torno a los asuntos importantes. Su testimonio queda patente aunque sean desatendidos. En el comentario de hoy incluyo tres de esos pronunciamientos, abiertos a las valoraciones oportunas.

La mención de la verdad ocupa muchas bocas, aunque las mentes no alcanzan la precisión sobre el concepto. Al respecto, Fco. Javier Clavijero anotó: “Desnuda es como la verdad es más hermosa”, Abriendo consideraciones sobre su interpretación; pero como es natural, sin una resolución categórica, debido a las abundantes matizaciones posibles. Bien está esa idea subyacente de la NITIDEZ; evitaría las deformaciones erróneas o interesadas, de tantos usos perniciosos. Son excesivas las milongas partidistas, las letras pequeñas ilegibles, las informaciones a medias o la ignorancia atrevida con aires de erudición por su descaro. La claridad es un factor decisivo, no el único.

Sin embargo, pese al erotismo de la desnudez, las múltiples PERSPECTIVAS enredan lo suyo. La hermosura tiene muchas caras. Mi verdad puede ser hiriente para otra gente, quizá le convenga alguna funda protectora; a la inversa, los riesgos son similares, Además, en este planeta, las conexiones van de los átomos a las ondas y corretean entre los grupos. Entiendo que soñemos con la nitidez, pero lo propio por estos andurriales es la contaminación de unos conocimientos e ideas con versiones diferentes. De lo cual colegimos entre lamentos, que la desnudez tiene sus encantos, pero en cuestión de verdades, y cuanto más rotundas peor, se convierten en una fuerte señal de alarma, tienen su morbo.

Octavio Paz incidió en la cuestión identitaria del individuo, allí donde escuecen las verdades; se proyecta en los comportamientos según las opciones elegidas. Afirmó: “Soy la sombra que arrojan mis palabras”. Quiero entender su alusión, pero redujo los términos en demasía, porque la sombra constituye un ICEBERG gigantesco. Del contenido emitido por las palabras, apenas detectamos unos trazos del complejo identitario. Aún con los recursos al completo, ni el mismo protagonista consigue la recopilación de sus esencias. Las dificultades son obvias por la complejidad, pero verdaderas utopías cuando la pretensión es foránea. Las zonas osucras disponen de un porvenir garantizado.

Las referencias sobre las palabras pierden relevancia con el trasiego de los grupos sociales y con la evolución de sus lenguajes. La desvirtuación de sus significados, junto con su empleo plegado a las intenciones escabrosas; cada vez aportan menos luz para el blanqueo de las sombras, todavía les confieren mayor oscuridad y contribuyen a la desorientación general. Estamos implicados en unas agrupaciones BABÉLICAS en grados extremos, ni en los pequeños grupos cunde el entendimiento. Las repercusiones de las palabras desprovistas de su enjundia añaden sus efectos al escaso rango habitual de la capacidad para escuchar. De qué se habla cuando se habla y con qué aplicaciones, será un asunto nuclear.

En la barahúnda cotidiana, los dimes y diretes circulan fuera de cualquier control sensato, zarandean de tal forma las mentalidades, que las convicciones están mezcladas con el oportunismo y el parloteo insustancial suplanta los auténticos debates. Cuando Simón Bolívar, desde su firmeza e integridad dijo: “Yo creo en mi palabra”; además de su coherencia personal, sacó a colación una actitud importante. ¿Habrá alguien, serán muchos, los que crean con fundamento en lo que manifiestan, sean asuntos privados o públicos? ¡Saber lo que se dice y expresado con fundamento! Quizá, sólo quizá, sea una especie conservada; aunque intuimos los riesgos de su desaparición.

Esta afirmación bolivariana tiene su miga, porque no es suficiente con su pronunciamiento, revuelve un fondo de la cuestión que no admite los caprichos oportunistas. Pone a prueba la honradez expresiva de una comunicación franca con respecto al decir, al hacer y al sentir. Los bolivarianos posteriores están alejados de todo ello. El pensar no es una justificación per se, exige la COHERENCIA entre el fondo y los comportamientos. Es algo similar a la distancia que va de las creencias estúpidas o supersticiones manipuladoras, a las posiciones del individuo cabal integrado en la sociedad. El chirrido de las falsificaciones suena con una potencia inusitada en los ambientes actuales.

Claro está que, como se viene publicando con reiteración, aumenta el número de individuos incapaces de la comprensión de un texto sencillo, y la actitud escuchante de las personas es una rareza. Así las cosas, importa poco que se diga una cosa u otra, la mayoría caerán en un DESIERTO sin receptores activos. Y las audiencias apuntan a la progresiva extensión de ese desierto, con apenas algún oasis desperdigado, poco detectable en el mapa. Los razonamientos se resienten de esa actitud desatenta, ni las preguntas ni las respuestas cobran sentido, sus bagajes son endebles. El plegamiento ante las estructuras de la ligereza comunicativa inutiliza la presencia real de las personasen la comunidad.

En definitiva, en las diferentes situaciones personales y a través de las peculiaridades individuales, en esencia, casi todo está dicho, aunque las formas adquieren variaciones incesantes; casi tantas como las interpretaciones que de ellas hacemos, a su vez con múltiples enfoques. Representan un excelente muestrario del auténtico PLURALISMO. El buen juicio ha de surgir de cada perspectiva por convencimiento, en dichas percepciones no son practicables las transfusiones de conceptos; cuando pudiera parecer que se practicó una transfusión, fijémonos bien, no será tal, sino una suplantación de las perspectivas propias a base de ideologías, movidas grupales promovidas por psicóticos, tergiversaciones o provocaciones emocionales.

Y llegó a decirse

Contra lo que pudiera parecer; pocas veces pensamos en lo que verdaderamente se dice
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 17 de marzo de 2017, 11:18 h (CET)
¡Cuántas veces escuchamos tonterías al cabo del día!

La verborrea insustancial impregna los decires en amplios sectores de la sociedad. Por consiguiente, está dentro de la lógica el desdén con el cual atendemos a las expresiones habituales. El DESLINDE con respecto a los pronunciamientos de mayor fuste viiene a resultar una tarea de gran complejidad; por eso en las trifulcas se cuelan prolíficamente engaños, verdades, razones, deseos, odios, inquietudes, maquinaciones perversas o simples banalidades; pululan en un conglomerado indeterminado.

El enfoque de los encubrimientos es acomodaticio, deriva de los innumerables intereses de los protagonistas, confesados o no, individuales o colectivos. Las propuestas incluidas en la movida social, están repartidas en una gradación cambiante, desde el irreflexivo parloteo a los afanes constructivos, de los entretenimientos inofensivos a las maquinaciones al servicio de aviesas intenciones. Las opciones se multiplican entre la turbulencia del conjunto, pero la CONFUSIÓN entorpece las decisiones de cada persona.

Algunos personajes disponen del tino suficiente para dar el tono en los debates en torno a los asuntos importantes. Su testimonio queda patente aunque sean desatendidos. En el comentario de hoy incluyo tres de esos pronunciamientos, abiertos a las valoraciones oportunas.

La mención de la verdad ocupa muchas bocas, aunque las mentes no alcanzan la precisión sobre el concepto. Al respecto, Fco. Javier Clavijero anotó: “Desnuda es como la verdad es más hermosa”, Abriendo consideraciones sobre su interpretación; pero como es natural, sin una resolución categórica, debido a las abundantes matizaciones posibles. Bien está esa idea subyacente de la NITIDEZ; evitaría las deformaciones erróneas o interesadas, de tantos usos perniciosos. Son excesivas las milongas partidistas, las letras pequeñas ilegibles, las informaciones a medias o la ignorancia atrevida con aires de erudición por su descaro. La claridad es un factor decisivo, no el único.

Sin embargo, pese al erotismo de la desnudez, las múltiples PERSPECTIVAS enredan lo suyo. La hermosura tiene muchas caras. Mi verdad puede ser hiriente para otra gente, quizá le convenga alguna funda protectora; a la inversa, los riesgos son similares, Además, en este planeta, las conexiones van de los átomos a las ondas y corretean entre los grupos. Entiendo que soñemos con la nitidez, pero lo propio por estos andurriales es la contaminación de unos conocimientos e ideas con versiones diferentes. De lo cual colegimos entre lamentos, que la desnudez tiene sus encantos, pero en cuestión de verdades, y cuanto más rotundas peor, se convierten en una fuerte señal de alarma, tienen su morbo.

Octavio Paz incidió en la cuestión identitaria del individuo, allí donde escuecen las verdades; se proyecta en los comportamientos según las opciones elegidas. Afirmó: “Soy la sombra que arrojan mis palabras”. Quiero entender su alusión, pero redujo los términos en demasía, porque la sombra constituye un ICEBERG gigantesco. Del contenido emitido por las palabras, apenas detectamos unos trazos del complejo identitario. Aún con los recursos al completo, ni el mismo protagonista consigue la recopilación de sus esencias. Las dificultades son obvias por la complejidad, pero verdaderas utopías cuando la pretensión es foránea. Las zonas osucras disponen de un porvenir garantizado.

Las referencias sobre las palabras pierden relevancia con el trasiego de los grupos sociales y con la evolución de sus lenguajes. La desvirtuación de sus significados, junto con su empleo plegado a las intenciones escabrosas; cada vez aportan menos luz para el blanqueo de las sombras, todavía les confieren mayor oscuridad y contribuyen a la desorientación general. Estamos implicados en unas agrupaciones BABÉLICAS en grados extremos, ni en los pequeños grupos cunde el entendimiento. Las repercusiones de las palabras desprovistas de su enjundia añaden sus efectos al escaso rango habitual de la capacidad para escuchar. De qué se habla cuando se habla y con qué aplicaciones, será un asunto nuclear.

En la barahúnda cotidiana, los dimes y diretes circulan fuera de cualquier control sensato, zarandean de tal forma las mentalidades, que las convicciones están mezcladas con el oportunismo y el parloteo insustancial suplanta los auténticos debates. Cuando Simón Bolívar, desde su firmeza e integridad dijo: “Yo creo en mi palabra”; además de su coherencia personal, sacó a colación una actitud importante. ¿Habrá alguien, serán muchos, los que crean con fundamento en lo que manifiestan, sean asuntos privados o públicos? ¡Saber lo que se dice y expresado con fundamento! Quizá, sólo quizá, sea una especie conservada; aunque intuimos los riesgos de su desaparición.

Esta afirmación bolivariana tiene su miga, porque no es suficiente con su pronunciamiento, revuelve un fondo de la cuestión que no admite los caprichos oportunistas. Pone a prueba la honradez expresiva de una comunicación franca con respecto al decir, al hacer y al sentir. Los bolivarianos posteriores están alejados de todo ello. El pensar no es una justificación per se, exige la COHERENCIA entre el fondo y los comportamientos. Es algo similar a la distancia que va de las creencias estúpidas o supersticiones manipuladoras, a las posiciones del individuo cabal integrado en la sociedad. El chirrido de las falsificaciones suena con una potencia inusitada en los ambientes actuales.

Claro está que, como se viene publicando con reiteración, aumenta el número de individuos incapaces de la comprensión de un texto sencillo, y la actitud escuchante de las personas es una rareza. Así las cosas, importa poco que se diga una cosa u otra, la mayoría caerán en un DESIERTO sin receptores activos. Y las audiencias apuntan a la progresiva extensión de ese desierto, con apenas algún oasis desperdigado, poco detectable en el mapa. Los razonamientos se resienten de esa actitud desatenta, ni las preguntas ni las respuestas cobran sentido, sus bagajes son endebles. El plegamiento ante las estructuras de la ligereza comunicativa inutiliza la presencia real de las personasen la comunidad.

En definitiva, en las diferentes situaciones personales y a través de las peculiaridades individuales, en esencia, casi todo está dicho, aunque las formas adquieren variaciones incesantes; casi tantas como las interpretaciones que de ellas hacemos, a su vez con múltiples enfoques. Representan un excelente muestrario del auténtico PLURALISMO. El buen juicio ha de surgir de cada perspectiva por convencimiento, en dichas percepciones no son practicables las transfusiones de conceptos; cuando pudiera parecer que se practicó una transfusión, fijémonos bien, no será tal, sino una suplantación de las perspectivas propias a base de ideologías, movidas grupales promovidas por psicóticos, tergiversaciones o provocaciones emocionales.

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