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Siempre antes de matar,
me como mis tres manzanas,
es la fruta del pecado
y la hay que saborear.
Pero no las necesito
pues ya he matado tanto
que eso sale solito.
¿Dónde van mis ojos tristes,
dónde mi pechito en flor?,
de eso ya, vean, llovió.
Hice pocas cicatrices,
pues nadie sobrevivió,
a todos los que he apuntado,
les mandé a un mundo mejor.
Soneto dedicado a la Hermandad del Cristo de los Estudiantes de Córdoba que ha logrado esta imagen, tan cabal como conmovedora, que nos acerca, más aún, al Cristo Vivo del Sagrario.
A pocos días de que comience la Semana Santa, en donde se vive con especial devoción en lugares tan emblemáticos como Sevilla, cae en nuestras manos una característica novela negra del escritor Fran Ortega. Los hijos de justo comienza con el capellán de la Macarena degollado en la Basílica, en donde, además, no hay rastro de la imagen de la virgen.
Te he mirado Señor, como otras veces, pero hoy tu rostro está más afligido. Sé que ahora te sientes muy herido por agravios que tu no te mereces.
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