Desde que comencé a trabajar como psicólogo me centré en el desarrollo personal como un elemento fundamental dentro del proceso de crecimiento personal destinado a fomentar aquellas herramientas personales que generan altos niveles de bienestar, con una lógica clara: mejorar la vida de las personas, haciendo que la vida merezca la pena.
Desde que cayó a mis manos el libro: La Ciencia de la Felicidad de Lyubomirsky, hace ya más de diez años. Recuerdo una mención que hacía la autora a la felicidad vista como objeto de estudio de la psicología, hacía referencia a la alegría, la satisfacción y a eso que denominamos el bienestar positivo.
Eso significa que en nuestra vida tenemos que hacer esfuerzos para contrarrestar una tendencia natural que poseemos que nos hace centrarnos en los elementos negativos que definen nuestro día a día. Esta tendencia es mayor que la que tenemos en centrarnos en los elementos positivos que nos suceden, que también nos definen pero que por adaptación juegan un menor papel.
Evolutivamente nuestro cerebro ha desarrollado una cierta tendencia negativa que hace que estemos menos inclinados a aprender de las experiencias positivas, ya que nuestro cerebro primitivo juega un papel importante en la activación de nuestro sistema de alerta, todo ello vinculado a nuestras vivencias emocionales que nos hace más eficientes detectando y actuando frente al peligro.
Sin embargo, hemos restado valor a las experiencias y vivencias que nos generan bienestar, vinculadas a las reacciones positivas, tanto biológicas a través diferentes sustancias como las endorfinas, la oxitocina, la dopamina o la serotonina, con un alto impacto en la mejora de nuestra vida, desde el placer, la vinculación, el compromiso o la satisfacción.
Nuestro mundo emocional además es el responsable de otras respuestas vinculadas a las emociones positiva que participan en el bienestar de las personas ampliando nuestro campo de posibilidades, lo que nos permite transformar el entorno. Ello no significa que el resto no funcione, este complejo bloque, debe de responder de manera óptima y cada una de manera coordinada. Tanto los sistemas de alerta y que nos hacen que respondamos de manera óptima a las situaciones cotidianas, desde el miedo como elemento de protección hasta la tristeza como elemento de reintegración personal, son necesarias para gestionar la construcción personal.
Es un elemento primordial potenciar las fortalezas personales que nos ayuden desarrollar esa labor, muy importante de fomentar la educación emocional desde la familia y la escuela, como elemento crucial en la felicidad y el crecimiento personal en nuestra vida.