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Ruth Marcus

El pesebre de la pasta

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WASHINGTON - Cuando se trata de cuestiones de dinero y política, hay un abismo entre los Demócratas y los Republicanos - en teoría. Los Demócratas tienden a favorecer los reglamentos que limitan la entrada de fondos a las campañas políticas. Los Republicanos consideran el dinero de campaña una forma de expresión política amparada por la Constitución y se oponen a los límites.

En el ejercicio de la política en el mundo real, los dos partidos están dispuestos a hacer lo que haga falta para recaudar el dinero para ganar. La diferencia reside en que los Republicanos, habiendo respaldado muy pocas veces un reglamento de financiación de campañas, no sienten ninguna aprensión a este respecto. Los Demócratas sí - o por lo menos les preocupa ser tachados de hipócritas por explotar los mismos vacíos de la financiación de campañas que antes critican. Como resultado, a menudo acaban quedándose atrás en la partida de recaudación de fondos del momento, acusados de tener dos caras, o las dos cosas a la vez.

Ya se puede ver esta dinámica en marcha en la campaña de 2012. En primer lugar, y oportunamente según realiza el presidente el recorrido de recaudación por la Costa Oeste, está la incómoda cuestión de Barack Obama como el Hombre del Billón de Dólares. En la campaña de 2008, Obama se convirtió en el primer candidato de partido desde que se creara el sistema de financiación pública de las campañas presidenciales a consecuencia del caso Watergate en alimentar su campaña entera con fondos privados. Obama reunió la friolera de 750 millones, 100 millones de machacantes más de lo que recaudaron todos los candidatos presidenciales en 2004 juntos.

Lo que hace esto un tanto espinoso es que Obama se había declarado defensor del sistema de financiación pública electoral. Aún más espinoso: había prometido aceptar fondos públicos en las generales si su rival accedía a hacer lo propio. Dentro de aquel gran "donde dije digo...", el Obama candidato prometió que el Obama Presidente se emplearía a fondo para corregir el sistema que él estaba ayudando a reventar. "Estoy firmemente decidido a reformar el sistema como presidente, para que sea viable en el actual clima de campaña", escribía Obama en un artículo aparecido en junio de 2008 en USA Today. Esta reforma sustancial, manifestaba la campaña Obama al Boston Globe aquel noviembre, será "la prioridad como presidente".

Como era totalmente de esperar, intervinieron otras prioridades -- y, con los Republicanos abriendo fuego para cargarse por completo el sistema de financiación de las presidenciales, corregirlo no iba a ser tarea fácil. Y así, totalmente predecible, Obama vuelve al pesebre de la recaudación de fondos de campaña. Su campaña ha ordenado a los grandes recaudadores recaudar por lo menos la cifra de 350.000 dólares por cabeza -- este año. Después de las elecciones, sin duda, la reforma del sistema volverá a ser una "prioridad".

Luego está la cuestión aún más sensible de los colectivos externos. ¿Se acuerda usted de las ganas que la Casa Blanca y los Demócratas les tenían a esas organizaciones en la sombra que recaudaban dinero sin límite, y a veces secreto, tras el fallo del Supremo en el caso del colectivo Citizens United? "Por todo América, inyectan cientos de millones a un puñado de organizaciones fachada irregulares que emiten publicidad negativa", se quejaba Obama poco antes de las elecciones.

Bueno, donde dije digo... Fue la estrategia de 2010, y ya sabemos cómo acabó. El enfoque de 2012 discurre más cerca del si-no-puedes-con-ellos, únete. Los agentes Demócratas han puesto en marcha una manada de colectivos independientes en apariencia destinados a conservar el Senado, a recuperar la Cámara y -- muy pronto -- a sacar reelegido a Obama. Dos antiguos funcionarios de la Casa Blanca, Bill Burton y Sean Sweeney, tienen planes de fundar un grupo aparentemente independiente con el que consolidar la iniciativa oficial Obama.

Los colectivos Demócratas están organizados según los llamados Súper-PACs, que son comités de acción política que pueden aceptar donaciones sin límite, empresas y sindicatos incluidos, pero que tienen que declararlos públicamente. Sin embargo, algunos se han aliado con brazos sin ánimo de lucro que permiten mantener en secreto los nombres de los donantes, y podría haber más novedades en este sentido.

El debate de la financiación de campaña del 2012 pues está siguiendo un guión previsible. Jonathan Collegio, portavoz de los colectivos American Crossroads y Crossroads GPS, los grupos fundados por el asesor de Bush Karl Rove que gastaron millones en la campaña de 2010, se mostraba encantado de jugar la baza del doble rasero. "Burton simplemente se ha subido al carro hipócrita", declaraba al New York Times. Burton, replicando, decía que los Demócratas no iban a "aceptar consejos en materia de integridad de los colegas de Karl Rove".

Entre los dos, supongo que me pondré de parte, a regañadientes, de los hipócritas, aunque sólo sea porque la visión que tienen los Republicanos de un mundo de donaciones de campaña sin límites es muy peligrosa. Los Demócratas son más fáciles de poner a los pies de los caballos porque no cumplen sus propias normas. Los Republicanos, después de poner bajo el listón, tienden a salir airosos.

El pesebre de la pasta

Ruth Marcus
Ruth Marcus
domingo, 24 de abril de 2011, 08:46 h (CET)
WASHINGTON - Cuando se trata de cuestiones de dinero y política, hay un abismo entre los Demócratas y los Republicanos - en teoría. Los Demócratas tienden a favorecer los reglamentos que limitan la entrada de fondos a las campañas políticas. Los Republicanos consideran el dinero de campaña una forma de expresión política amparada por la Constitución y se oponen a los límites.

En el ejercicio de la política en el mundo real, los dos partidos están dispuestos a hacer lo que haga falta para recaudar el dinero para ganar. La diferencia reside en que los Republicanos, habiendo respaldado muy pocas veces un reglamento de financiación de campañas, no sienten ninguna aprensión a este respecto. Los Demócratas sí - o por lo menos les preocupa ser tachados de hipócritas por explotar los mismos vacíos de la financiación de campañas que antes critican. Como resultado, a menudo acaban quedándose atrás en la partida de recaudación de fondos del momento, acusados de tener dos caras, o las dos cosas a la vez.

Ya se puede ver esta dinámica en marcha en la campaña de 2012. En primer lugar, y oportunamente según realiza el presidente el recorrido de recaudación por la Costa Oeste, está la incómoda cuestión de Barack Obama como el Hombre del Billón de Dólares. En la campaña de 2008, Obama se convirtió en el primer candidato de partido desde que se creara el sistema de financiación pública de las campañas presidenciales a consecuencia del caso Watergate en alimentar su campaña entera con fondos privados. Obama reunió la friolera de 750 millones, 100 millones de machacantes más de lo que recaudaron todos los candidatos presidenciales en 2004 juntos.

Lo que hace esto un tanto espinoso es que Obama se había declarado defensor del sistema de financiación pública electoral. Aún más espinoso: había prometido aceptar fondos públicos en las generales si su rival accedía a hacer lo propio. Dentro de aquel gran "donde dije digo...", el Obama candidato prometió que el Obama Presidente se emplearía a fondo para corregir el sistema que él estaba ayudando a reventar. "Estoy firmemente decidido a reformar el sistema como presidente, para que sea viable en el actual clima de campaña", escribía Obama en un artículo aparecido en junio de 2008 en USA Today. Esta reforma sustancial, manifestaba la campaña Obama al Boston Globe aquel noviembre, será "la prioridad como presidente".

Como era totalmente de esperar, intervinieron otras prioridades -- y, con los Republicanos abriendo fuego para cargarse por completo el sistema de financiación de las presidenciales, corregirlo no iba a ser tarea fácil. Y así, totalmente predecible, Obama vuelve al pesebre de la recaudación de fondos de campaña. Su campaña ha ordenado a los grandes recaudadores recaudar por lo menos la cifra de 350.000 dólares por cabeza -- este año. Después de las elecciones, sin duda, la reforma del sistema volverá a ser una "prioridad".

Luego está la cuestión aún más sensible de los colectivos externos. ¿Se acuerda usted de las ganas que la Casa Blanca y los Demócratas les tenían a esas organizaciones en la sombra que recaudaban dinero sin límite, y a veces secreto, tras el fallo del Supremo en el caso del colectivo Citizens United? "Por todo América, inyectan cientos de millones a un puñado de organizaciones fachada irregulares que emiten publicidad negativa", se quejaba Obama poco antes de las elecciones.

Bueno, donde dije digo... Fue la estrategia de 2010, y ya sabemos cómo acabó. El enfoque de 2012 discurre más cerca del si-no-puedes-con-ellos, únete. Los agentes Demócratas han puesto en marcha una manada de colectivos independientes en apariencia destinados a conservar el Senado, a recuperar la Cámara y -- muy pronto -- a sacar reelegido a Obama. Dos antiguos funcionarios de la Casa Blanca, Bill Burton y Sean Sweeney, tienen planes de fundar un grupo aparentemente independiente con el que consolidar la iniciativa oficial Obama.

Los colectivos Demócratas están organizados según los llamados Súper-PACs, que son comités de acción política que pueden aceptar donaciones sin límite, empresas y sindicatos incluidos, pero que tienen que declararlos públicamente. Sin embargo, algunos se han aliado con brazos sin ánimo de lucro que permiten mantener en secreto los nombres de los donantes, y podría haber más novedades en este sentido.

El debate de la financiación de campaña del 2012 pues está siguiendo un guión previsible. Jonathan Collegio, portavoz de los colectivos American Crossroads y Crossroads GPS, los grupos fundados por el asesor de Bush Karl Rove que gastaron millones en la campaña de 2010, se mostraba encantado de jugar la baza del doble rasero. "Burton simplemente se ha subido al carro hipócrita", declaraba al New York Times. Burton, replicando, decía que los Demócratas no iban a "aceptar consejos en materia de integridad de los colegas de Karl Rove".

Entre los dos, supongo que me pondré de parte, a regañadientes, de los hipócritas, aunque sólo sea porque la visión que tienen los Republicanos de un mundo de donaciones de campaña sin límites es muy peligrosa. Los Demócratas son más fáciles de poner a los pies de los caballos porque no cumplen sus propias normas. Los Republicanos, después de poner bajo el listón, tienden a salir airosos.

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