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Diego Beltrán

La sombra de Enrique Ortiz es alargada

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Cuando un constructor ha sido el dueño casi eterno del Hércules y anuncia su retirada, la estabilidad del club se ve amenazada.

Con el dinero que mueve el fútbol y las televisiones, y más en Primera División, cuesta hacerse a la idea que los empresarios de la construcción hayan conseguido superar la barrera y hacerse casi en exclusividad con los clubes de fútbol.

En el Hércules pasó, hace ya muchos años -quizás demasiados- cuando Enrique Ortiz compró el club aprovechando el boom de la construcción. Tanto se ha acostumbrado el club a vivir bajo los contratos multimillonarios de su dueño, que ahora que se va, se queda sin cimientos.

Ortiz es toda una institución en Alicante. Su empresa de construcción casi copa las contratas municipales y privadas, algunas envueltas en escándalos más o menos encubiertos, como cuando salió a la luz que el nuevo Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad estaba desplegado en su yate antes de ser aprobado en el ayuntamiento.

El poder de este constructor es inmenso, pues. Dicen que no se construye nada en Alicante ni se aprueba ningún proyecto sin su consentimiento. Para el Hércules fue una suerte en su momento que decidiera, por la pasión de sus colores, quedarse con el club, porque dinero no faltó. ¿Pero y la identidad? ¿Y la independencia? Puede ser que eso se perdiera para siempre.

Valentín Botella ha sido el presidente, pero a la hora de la verdad era Ortiz el que tomaba las decisiones. El que aparecía en las escrituras era solo una marioneta del constructor. Ahora, paradójicamente, el Hércules se queda cojo porque no hay nadie que decida. Pero lo que realmente pesa, es que ya no van a disponer de su dinero.

¿Y si no, por qué nadie se quejó en su momento de que dijera que iba a construir un vestuario en el campo de entrenamiento de Fontcalent aunque fuera ilegal? Porque luego sacaba la chequera. Ortiz, no lo olvidemos, compró el Rico Pérez para el Hércules, y eso significó que pasara de un accionista a casi un héroe.

Así que el Hércules entra en una nueva etapa, lejos de la construcción, las comisiones oscuras y el dinero fácil. Lo importante es que la ideología y la identidad del club se mantengan, pero sin dinero, no habrá muchos dispuestos a embarcarse en un proyecto así. Veremos qué sector empresarial se interesa ahora…

La sombra de Enrique Ortiz es alargada

Diego Beltrán
Diego Beltrán
jueves, 21 de abril de 2011, 20:35 h (CET)
Cuando un constructor ha sido el dueño casi eterno del Hércules y anuncia su retirada, la estabilidad del club se ve amenazada.

Con el dinero que mueve el fútbol y las televisiones, y más en Primera División, cuesta hacerse a la idea que los empresarios de la construcción hayan conseguido superar la barrera y hacerse casi en exclusividad con los clubes de fútbol.

En el Hércules pasó, hace ya muchos años -quizás demasiados- cuando Enrique Ortiz compró el club aprovechando el boom de la construcción. Tanto se ha acostumbrado el club a vivir bajo los contratos multimillonarios de su dueño, que ahora que se va, se queda sin cimientos.

Ortiz es toda una institución en Alicante. Su empresa de construcción casi copa las contratas municipales y privadas, algunas envueltas en escándalos más o menos encubiertos, como cuando salió a la luz que el nuevo Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad estaba desplegado en su yate antes de ser aprobado en el ayuntamiento.

El poder de este constructor es inmenso, pues. Dicen que no se construye nada en Alicante ni se aprueba ningún proyecto sin su consentimiento. Para el Hércules fue una suerte en su momento que decidiera, por la pasión de sus colores, quedarse con el club, porque dinero no faltó. ¿Pero y la identidad? ¿Y la independencia? Puede ser que eso se perdiera para siempre.

Valentín Botella ha sido el presidente, pero a la hora de la verdad era Ortiz el que tomaba las decisiones. El que aparecía en las escrituras era solo una marioneta del constructor. Ahora, paradójicamente, el Hércules se queda cojo porque no hay nadie que decida. Pero lo que realmente pesa, es que ya no van a disponer de su dinero.

¿Y si no, por qué nadie se quejó en su momento de que dijera que iba a construir un vestuario en el campo de entrenamiento de Fontcalent aunque fuera ilegal? Porque luego sacaba la chequera. Ortiz, no lo olvidemos, compró el Rico Pérez para el Hércules, y eso significó que pasara de un accionista a casi un héroe.

Así que el Hércules entra en una nueva etapa, lejos de la construcción, las comisiones oscuras y el dinero fácil. Lo importante es que la ideología y la identidad del club se mantengan, pero sin dinero, no habrá muchos dispuestos a embarcarse en un proyecto así. Veremos qué sector empresarial se interesa ahora…

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