La avalancha de inmigrantes desde el norte de África, el ascenso de los partidos antieuropeístas y los rescates a los países de "la otra Europa" colocan al viejo continente en una encrucijada interna que las instituciones tratan de apaciguar.
La Comisión Europea, ha quitado hierro al asunto del cierre de fronteras llevado a cabo el domingo por Francia. La comisaria europea del Interior, Cecilia Malmstrom, afirmaba que Francia está en su pleno derecho de bloquear temporalmente las fronteras por razones de "orden público". La decisión francesa enfureció a las autoridades italianas, que desde que comenzara la ola de revueltas en el mundo árabe, no ha parado de recibir inmigrantes africanos, especialmente en la isla de Lampedusa.
La unión que la alianza europea mantenía hace unas semanas en su decisión de intervenir en Libia, parece debilitarse por momentos tras la temida consecuencia de la inmigración ilegal. Liberar a los pueblos sometidos y privados de sus derechos parece una idea casi idealista: "¡Liberémoslos de ese yugo! ¡Sí!, pero que no se muevan de donde están..." Para algunos esta estrategia forma parte de una respuesta encubierta del Gobierno francés a la decisión italiana de conceder permisos especiales de seis meses a los inmigrantes llegados a sus costas. Dichos permisos les permitirían la estancia en el país y la salida hacia otros países de la Unión Europea. El Ministro francés del Interior, Claude Guéant, se ha esforzado en subrayar que ese permiso "ha sido contestado por muchos países de la Unión Europea", y que Francia lo ha "aceptado, pero con condiciones". Toda esta situación que pudiera resultar hasta "esperpéntica", dado el rápido devenir de los vínculos intracontinentales, sigue hincando el dedo en la difícil situación de una Europa con multiplicidad de pugnas abiertas. El anhelado protagonismo que la Unión Europea hubiera deseado desde su fundación en 1992, parece haber llegado como un jarro de agua fría.
Por otro lado, nos encontramos con la crisis interna de la Unión, que nuevamente fue corroborada el domingo tras los resultados obtenidos en las elecciones finlandesas. El partido antieuropeísta y opositor radical al rescate de Portugal, Los Verdaderos Finlandeses, conseguía un sorprendente ascenso, situándose como tercera fuerza política del país. Un tema que preocupa, y mucho, a las instituciones europeas, volcadas en la inquebrantable unión de Europa. "Confiamos en que Finlandia continuará haciendo honor a sus compromisos", aseveró la portavoz de la Comisión Europea, Pia Ahrenkilde, quien añadió que el resultado de las elecciones no cambia "nada" en las negociaciones del rescate de 80.000 millones de euros que la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI) preparan para Portugal.
Venturas y desventuras de una Europa que parece haberse dividido en varios frentes. Mientras los gobiernos luchan por mantener políticas que se adecuen a sus intereses, y claro está, imagen pública, los comisarios y políticos europeos de las diferentes instituciones, mantienen una posición reservada y precavida. Más vale ser cautos en una crisis que es más que evidente. Y es que en el seno de una institución que pretende convertirse en un órgano de decisión y firmeza común, pocas son las similitudes que podríamos encontrar con el "gran imperio" americano, claro ejemplo y predecesor de la "Unión" de la vieja Europa.
