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María Xosé Martínez

Cuando el fútbol y la política no deberían ir de la mano. ¿O sí?

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Estamos a un mes de las elecciones y esto lo empiezan a notar todos los estadios de Primera, Segunda o Tercera División. Y es que, a la hora de hacer campaña electoral, o de ir a buscar la solidaridad en una hoja en forma de firmas para luchar por lo que se cree justo, parece que el sitio ideal es ese donde haya una masificación de gente importante.

Pero esto, como todo en esta vida, ha llegado a cotas insospechadas e incluso ha llegar a pasarse de la raya con todas las consecuencias. Ejemplifico con lo vivido en el último encuentro en El Molinón entre el Sporting y el Osasuna.

En los aledaños del municipal gijonés se encontraban aparcados tres autobuses, dos furgonetas y una auto caravana totalmente “tuneadas” para la ocasión. Porque si no tenemos poco con las campañas electorales -que dentro de poco echarán a andar- ahora tenemos que tener a los políticos hasta en la sopa.

El debate entre fútbol y política está completamente ligado, tanto si se quiere ver como si non. Desde la victoria de España en el Mundial donde la orgía de patriotismo desorbitado al grito de “yo soy español, español...” uno de esos cánticos que se suelen cantar cuando se apalean a los negros, hasta ese comentario tan típico y que vuelve a estar de moda de: “yo no soy del Madrid porque es el equipo de Franco, Aznar...etc...”.

En todo este entramado existen las típicas contradicciones. Las de muchos amigos adoradores de la República que llenaban internet con comentarios como: “la tricolor es mi bandera y la española mi selección”. No querían mezclar fútbol y política, pero luego son los primeros en odiar al Real Madrid por el tufillo a facha que desprenden los merengues.

Otra de las situaciones más bochornosas y denunciables es la de los Ultras en los estadios. Es inadmisible el tener que aguantar los continuos cánticos racistas para con los contrarios cuando tienes jugadores extranjeros y de color en tu equipo. Esto también sucedió en el encuentro frente a Osasuna hace dos jornadas. El Molinón adornado con pancartas de Democracia Nacional y su lema “los españoles lo primero” algo que debe sentar muy bien a jugadores como Gregory o André Castro.

Lo mismo sucede cuando se juega contra un equipo vasco. El “puto vasco, él que no vote” inunda los estadios, pero tampoco es entendible en equipos como el Sporting cuando el segundo entrenador, Iñaki tejada es vasco.

Después están toda la saga de presidentes que se aprovechan de sus cargos para intentar allegarse a la política, y así de paso tener un espacio publicitario gratuito para hacer campaña por la cara.

Pero esto de los presidentes según para quién vale o no. Jesús Gil pudo hacer lo que vino en gana en vida. Joan Laporta sufrió la descalificación continua de otros presidentes y hasta de periodistas. La razón es muy simple, no son comparables los chorizos que especulan con inmobiliarias y manejan importantes cantidades de dinero con los independentistas. Todo el mundo sabe que son el mal de la sociedad.

No, el fútbol y la política deberían estar totalmente separados, con una orden de alejamiento si hace falta, porque para lo único que sirve es para echar a perder el espectáculo deportivo como esencia pura. Y centra su atención en la banalidad más pura y el odio y la violencia más rastreras.

Pero no se puede, o es prácticamente imposible, fútbol y política van unidos.

Cuando el fútbol y la política no deberían ir de la mano. ¿O sí?

María Xosé Martínez
Maria Xosé Martínez
martes, 19 de abril de 2011, 13:54 h (CET)
Estamos a un mes de las elecciones y esto lo empiezan a notar todos los estadios de Primera, Segunda o Tercera División. Y es que, a la hora de hacer campaña electoral, o de ir a buscar la solidaridad en una hoja en forma de firmas para luchar por lo que se cree justo, parece que el sitio ideal es ese donde haya una masificación de gente importante.

Pero esto, como todo en esta vida, ha llegado a cotas insospechadas e incluso ha llegar a pasarse de la raya con todas las consecuencias. Ejemplifico con lo vivido en el último encuentro en El Molinón entre el Sporting y el Osasuna.

En los aledaños del municipal gijonés se encontraban aparcados tres autobuses, dos furgonetas y una auto caravana totalmente “tuneadas” para la ocasión. Porque si no tenemos poco con las campañas electorales -que dentro de poco echarán a andar- ahora tenemos que tener a los políticos hasta en la sopa.

El debate entre fútbol y política está completamente ligado, tanto si se quiere ver como si non. Desde la victoria de España en el Mundial donde la orgía de patriotismo desorbitado al grito de “yo soy español, español...” uno de esos cánticos que se suelen cantar cuando se apalean a los negros, hasta ese comentario tan típico y que vuelve a estar de moda de: “yo no soy del Madrid porque es el equipo de Franco, Aznar...etc...”.

En todo este entramado existen las típicas contradicciones. Las de muchos amigos adoradores de la República que llenaban internet con comentarios como: “la tricolor es mi bandera y la española mi selección”. No querían mezclar fútbol y política, pero luego son los primeros en odiar al Real Madrid por el tufillo a facha que desprenden los merengues.

Otra de las situaciones más bochornosas y denunciables es la de los Ultras en los estadios. Es inadmisible el tener que aguantar los continuos cánticos racistas para con los contrarios cuando tienes jugadores extranjeros y de color en tu equipo. Esto también sucedió en el encuentro frente a Osasuna hace dos jornadas. El Molinón adornado con pancartas de Democracia Nacional y su lema “los españoles lo primero” algo que debe sentar muy bien a jugadores como Gregory o André Castro.

Lo mismo sucede cuando se juega contra un equipo vasco. El “puto vasco, él que no vote” inunda los estadios, pero tampoco es entendible en equipos como el Sporting cuando el segundo entrenador, Iñaki tejada es vasco.

Después están toda la saga de presidentes que se aprovechan de sus cargos para intentar allegarse a la política, y así de paso tener un espacio publicitario gratuito para hacer campaña por la cara.

Pero esto de los presidentes según para quién vale o no. Jesús Gil pudo hacer lo que vino en gana en vida. Joan Laporta sufrió la descalificación continua de otros presidentes y hasta de periodistas. La razón es muy simple, no son comparables los chorizos que especulan con inmobiliarias y manejan importantes cantidades de dinero con los independentistas. Todo el mundo sabe que son el mal de la sociedad.

No, el fútbol y la política deberían estar totalmente separados, con una orden de alejamiento si hace falta, porque para lo único que sirve es para echar a perder el espectáculo deportivo como esencia pura. Y centra su atención en la banalidad más pura y el odio y la violencia más rastreras.

Pero no se puede, o es prácticamente imposible, fútbol y política van unidos.

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