Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | The Washington Post Writers
E. J. Dionne

Se precisa mejor clase dirigente

|

WASHINGTON - La clase dirigente estadounidense nos está fallando a nosotros -- y a ella misma.

En otros momentos de nuestra historia, las redes informales de los ricos y los poderosos que a menudo guardan tanta influencia sobre nuestros políticos electos aceptaron que su buena fortuna imponía una obligación: reformar y por tanto preservar el sistema que les permitía prosperar así. Defendieron el decoro social por interés (las sociedades razonablemente justas son más estables) y también desde un anticuado sentido del deber público. "Nobleza obliga" suena mal hasta que deja de existir.

Una clase gobernante ilustrada comprende que se puede enriquecer y sus riquezas estarán más seguras si la prosperidad se comparte de forma amplia, si la administración invierte en proyectos productivos que mejoran la sociedad en conjunto, y si la movilidad social positiva permite cierto grado de circulación de la élite. Una clase dirigentes cerrada al talento nuevo no sigue siendo dirigente mucho tiempo.

Pero a la clase dirigente estadounidense le ha pasado algo divertido: Dejó de preocuparse por la riqueza de la sociedad en conjunto y se obsesionó casi exclusivamente con el dinero.

Ah sí, hay ricos desprendidos cuando hablamos de caridad privada. Qué demonios, David Koch, el ya famoso filántropo libertario-conservador, ha sido extremadamente generoso con las humanidades, sobre todo con el Lincoln Center de Nueva York.

Pero cuando hablamos de administración pública, la clase dirigente se dedica hoy en gran medida a la presión política egoísta. Su principal pasión ha consistido en rebajar de forma drástica los impuestos de las rentas altas, sobre todo los de la clase financiera que es la que más ha ganado los últimos 20 años. Al lograr tipos fiscales mucho más bajos sobre beneficios y dividendos, da un pelotazo.

Escuche a David Cay Johnston, autor de "Free Lunch" y columnista de Tax Notes. "El tipo impositivo de los 400 contribuyentes de renta más elevada ha pasado de ser 30 centavos por cada dólar en 1993 a 22 centavos a finales de los años Clinton, pasando por 16,6 centavos con Bush", dice durante una entrevista telefónica. "De forma que su tipo impositivo ha bajado más de un 40%".

Añade: "El impulso extendido ahora mismo consiste en desplazar la carga del gobierno, de los impuestos, a las rentas inferiores".

Y usted preguntándose de dónde sale el déficit....

Si la clase dirigente estuviera tan preocupada por el déficit como dice estar, aceptaría que las rentas más altas de la sociedad tienen el deber de desembolsar más en concepto de la misma administración cuyas fuerzas de orden público y ejército les protegen a ellos, a sus propiedades y a sus riquezas.

La influencia de la clase dirigente se deriva de su posición en la economía y de su capacidad para financiar las campañas de los políticos. No se ven muchos obreros en esos actos de recaudación de fondos a los que últimamente está asistiendo el Presidente Obama. Y subrayaría que no estoy utilizando el término para abogar por una economía marxista. Necesitamos el mercado. Necesitamos incentivos. No necesitamos nuestros actuales niveles de desigualdad.

Los que se encuentran en los primeros puestos distan mucho de cumplir los estándares fijados por las clases dirigentes estadounidenses del pasado. En palabras de John Judis, un editor general del New Republic, en su indispensable obra del 2000 "La paradoja de la democracia estadounidense", la institución norteamericana ha tenido en los momentos cruciales "la interpretación de que la felicidad individual está inseparablemente ligada al bienestar social". Lo más llamativo ahora mismo, en contraste, es "la irresponsabilidad de la élite de la nación".

Esas élites no tendrán posición moral para defender que haya impuestos más altos a las rentas medias o recortes en los programas públicos hasta que reconozcan lo mucho que se han enriquecido con respecto al resto de nosotros y la presión que han generado a lo largo de los años para bajar sus propios impuestos. Resolver el problema del déficit exige que los muy ricos reconozcan su obligación de contribuir más al gobierno que, en comparación con otras naciones ricas, no invierte lo suficiente en el futuro ni tampoco está haciendo una buena labor a la hora de mejorar la vida y las oportunidades de los menos afortunados.

"Una resistencia ciega e ignorante a todo esfuerzo de reforma de los abusos y de reajuste de la sociedad a las condiciones industriales modernas no representa un verdadero conservadurismo, sino incitación al radicalismo más salvaje". Con esas palabras de 1908, el Presidente Theodore Roosevelt demostró comprender lo que una irresponsable clase dirigente tenía que hacer. ¿Dónde están los que ahora llevarán su estandarte?

Se precisa mejor clase dirigente

E. J. Dionne
E. J. Dionne
lunes, 18 de abril de 2011, 07:10 h (CET)
WASHINGTON - La clase dirigente estadounidense nos está fallando a nosotros -- y a ella misma.

En otros momentos de nuestra historia, las redes informales de los ricos y los poderosos que a menudo guardan tanta influencia sobre nuestros políticos electos aceptaron que su buena fortuna imponía una obligación: reformar y por tanto preservar el sistema que les permitía prosperar así. Defendieron el decoro social por interés (las sociedades razonablemente justas son más estables) y también desde un anticuado sentido del deber público. "Nobleza obliga" suena mal hasta que deja de existir.

Una clase gobernante ilustrada comprende que se puede enriquecer y sus riquezas estarán más seguras si la prosperidad se comparte de forma amplia, si la administración invierte en proyectos productivos que mejoran la sociedad en conjunto, y si la movilidad social positiva permite cierto grado de circulación de la élite. Una clase dirigentes cerrada al talento nuevo no sigue siendo dirigente mucho tiempo.

Pero a la clase dirigente estadounidense le ha pasado algo divertido: Dejó de preocuparse por la riqueza de la sociedad en conjunto y se obsesionó casi exclusivamente con el dinero.

Ah sí, hay ricos desprendidos cuando hablamos de caridad privada. Qué demonios, David Koch, el ya famoso filántropo libertario-conservador, ha sido extremadamente generoso con las humanidades, sobre todo con el Lincoln Center de Nueva York.

Pero cuando hablamos de administración pública, la clase dirigente se dedica hoy en gran medida a la presión política egoísta. Su principal pasión ha consistido en rebajar de forma drástica los impuestos de las rentas altas, sobre todo los de la clase financiera que es la que más ha ganado los últimos 20 años. Al lograr tipos fiscales mucho más bajos sobre beneficios y dividendos, da un pelotazo.

Escuche a David Cay Johnston, autor de "Free Lunch" y columnista de Tax Notes. "El tipo impositivo de los 400 contribuyentes de renta más elevada ha pasado de ser 30 centavos por cada dólar en 1993 a 22 centavos a finales de los años Clinton, pasando por 16,6 centavos con Bush", dice durante una entrevista telefónica. "De forma que su tipo impositivo ha bajado más de un 40%".

Añade: "El impulso extendido ahora mismo consiste en desplazar la carga del gobierno, de los impuestos, a las rentas inferiores".

Y usted preguntándose de dónde sale el déficit....

Si la clase dirigente estuviera tan preocupada por el déficit como dice estar, aceptaría que las rentas más altas de la sociedad tienen el deber de desembolsar más en concepto de la misma administración cuyas fuerzas de orden público y ejército les protegen a ellos, a sus propiedades y a sus riquezas.

La influencia de la clase dirigente se deriva de su posición en la economía y de su capacidad para financiar las campañas de los políticos. No se ven muchos obreros en esos actos de recaudación de fondos a los que últimamente está asistiendo el Presidente Obama. Y subrayaría que no estoy utilizando el término para abogar por una economía marxista. Necesitamos el mercado. Necesitamos incentivos. No necesitamos nuestros actuales niveles de desigualdad.

Los que se encuentran en los primeros puestos distan mucho de cumplir los estándares fijados por las clases dirigentes estadounidenses del pasado. En palabras de John Judis, un editor general del New Republic, en su indispensable obra del 2000 "La paradoja de la democracia estadounidense", la institución norteamericana ha tenido en los momentos cruciales "la interpretación de que la felicidad individual está inseparablemente ligada al bienestar social". Lo más llamativo ahora mismo, en contraste, es "la irresponsabilidad de la élite de la nación".

Esas élites no tendrán posición moral para defender que haya impuestos más altos a las rentas medias o recortes en los programas públicos hasta que reconozcan lo mucho que se han enriquecido con respecto al resto de nosotros y la presión que han generado a lo largo de los años para bajar sus propios impuestos. Resolver el problema del déficit exige que los muy ricos reconozcan su obligación de contribuir más al gobierno que, en comparación con otras naciones ricas, no invierte lo suficiente en el futuro ni tampoco está haciendo una buena labor a la hora de mejorar la vida y las oportunidades de los menos afortunados.

"Una resistencia ciega e ignorante a todo esfuerzo de reforma de los abusos y de reajuste de la sociedad a las condiciones industriales modernas no representa un verdadero conservadurismo, sino incitación al radicalismo más salvaje". Con esas palabras de 1908, el Presidente Theodore Roosevelt demostró comprender lo que una irresponsable clase dirigente tenía que hacer. ¿Dónde están los que ahora llevarán su estandarte?

Noticias relacionadas

La libertad de expresión es un derecho fundamental que abarca las libertades de opinión, información y prensa, es esencial para ejercer otros derechos humanos y participar activamente en una sociedad libre y democrática, pero lo mismo en España que toda Europa, este derecho se enfrenta a desafíos y tensiones debido a la censura y a las restricciones.

Tras conocer por la prensa que un juzgado ha abierto diligencias de investigación por una denuncia contra su esposa, el presidente del Gobierno ha publicado una carta abierta dirigida a la ciudadanía en el antiguo Twitter, en la que afirma que: "Vive con impotencia el fango que se esparce sobre su mujer", y se pregunta si debe continuar o renunciar, motivo por el cual cancela su agenda, y se da de plazo hasta el próximo lunes, para meditar su futuro.

Pedro Sánchez habría dado por amortizada la actual legislatura y, con un golpe de efecto, anunciará presumiblemente el 29 de abril el adelanto de las Elecciones Generales para el próximo otoño, con la esperanza de renacer cual Ave Fénix y obtener unos resultados que le permitan conformar un Gobierno en solitario tras fagocitar los restos del naufragio de la efímera candidatura unitaria de izquierdas Sumar y con apoyos externos de los grupos nacionalistas periféricos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto