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Robert J. Samuelson

La política de los castillos en el aire

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WASHINGTON - En el seno del Gran Debate Presupuestario, Demócratas y Republicanos están más cerca de lo que pudiera parecer. Ninguno de los dos propone unos presupuestos equilibrados a corto plazo; los dos predican mitos tranquilizadores para convencer a sus partidarios de que están respetando los valores "izquierdistas" o "conservadores". En tanto, la opinión pública parece casi totalmente desorientada a tenor de la monstruosidad del problema. En el ejercicio 2021, la Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que incluso después de una recuperación económica total, el déficit restante será equivalente a casi el 5% del producto interior bruto. En dólares ajustados a la inflación actual, eso son 750.000 millones de dólares. Es el agujero que hay que tapar.

No haremos grandes progresos hasta que (a) los Demócratas reconozcan que el control del gasto público exige recortes genuinos en la seguridad social y el programa Medicare, que hoy ascienden en total a 1,3 billones de dólares por ejercicio y representan el 35% del descubierto federal; y (b) hasta que los Republicanos reconozcan que, incluso después de hacer recortes significativos en el gasto público, harán falta subidas tributarias para equilibrar los presupuestos. La semana pasada no había indicios de ninguna de las dos cosas. El presidente Obama rechazó de plano los recortes a la seguridad social y el programa Medicare. La mayoría de los Republicano se mantuvieron firmes en materia tributaria.

Lo que tenemos en su lugar es una guerra de imagen. Las dos formaciones proponen variantes de espejismos diseñados para aparentar que están logrando más de lo que logran.

Empecemos por los Republicanos. Los planes del secretario del Comité Presupuestario de la Cámara Paul Ryan satisfacen el requisito de no imponer subidas tributarias. Pero aun así, el déficit se contrae. ¿Cómo hace eso? Bueno, no toca la seguridad social, el mayor programa del gobierno con 9,9 billones de gasto proyectado de 2012 a 2021. Sí propone un programa de volantes por prestación para el Medicare de la tercera edad, pero no entra en vigor hasta 2022 y exime a los 77 millones de estadounidenses que hoy tienen 55 años o más. Ryan no está presentando batalla a los jubilados.

Logra ahorros sustanciales suponiendo acusados recortes en la mayor parte de la administración federal más allá de la seguridad social, de Medicare y de Medicaid. En última instancia, se reduciría a casi nada. Es la defensa, las cartillas de alimentación, las infraestructuras, las salas federales de justicia, la investigación básica... y mucho más. En conjunto, estos programas constituyen alrededor del 12% del PIB. Para el año 2022, los planes de Ryan los reducirán al 6% del PIB; hacia el 2050, supondrán alrededor del 3%, calcula la Oficina Presupuestaria del Congreso. Estados Unidos virtualmente se desarmaría, desmantelaría gran parte de la red de protección social y agotaría responsabilidades federales importantes, desde el marco de reglamentación medioambiental al FBI. No es plausible que suceda -- y no debería.

Los Demócratas son igual de malos o peores. Recuerde que los presupuestos originales de Obama para el ejercicio 2012 preveían déficit de 9,5 billones a lo largo de la próxima década (2012 a 2021), según la Oficina Presupuestaria. De forma que la adición ahora prometida de 4 billones de dólares en ahorros a 12 años -- con otros 2 billones en déficit -- apenas toca el problema. Retóricamente, los Demócratas apuntan a los villanos de rigor para explicar y curar el déficit. Estas explicaciones no se aguantan.

Una es: las bajadas tributarias Bush a las rentas más altas. El problema reside en que los presupuestos de Obama ya dan por sentados tipos impositivos más altos (39,6 por ciento) sobre las rentas que superan los 200.000 dólares (caso de los particulares) o los 250.000 dólares (matrimonios). Suponga que nos ponemos inflexibles con las rentas más altas. Una propuesta eleva los tipos al 45% a las rentas de 1 a 10 millones de dólares, elevando los tipos al 49% a las rentas de 1.000 millones. A lo largo de una década, la recaudación crece alrededor de 900.000 millones, según el colectivo activista Ciudadanos por la Justicia Tributaria. Suponiendo que el dinero llegara a recaudarse, es un pastón -- pero sólo la décima parte del déficit de la década.

Otro villano progresista: las guerras de Irak y Afganistán. Han costado 1,26 billones de dólares entre 2001 y 2011, calcula la Oficina Presupuestaria del Congreso. De nuevo, un montón de dinero. Pero también palidece en comparación con todo el gasto público (29,8 billones de dólares) o el déficit (6,2 billones de dólares) contraídos a lo largo del mismo periodo. También en este capítulo los presupuestos de Obama dan por sentados ya importantes recortes.

Nuestro problema presupuestario es conceptualmente simple. Los compromisos de gasto público de la administración, elevados por un mayor número de jubilados y un gasto sanitario desbocado, superan con creces la base tributaria imponible existente. Hay un debate en torno a lo rápido que deberían implantarse los cambios para proteger la recuperación económica. No debería de haber debate en torno a la necesidad de cambios para impedir una crisis de la deuda: Demasiados títulos de deuda pública asustan al inversor y elevan la servidumbre de la deuda.

Pero también importa la forma de hacer esto. Por política y dilación, tanto Demócratas como Republicanos eximirán generosamente a los ancianos de hoy de los cambios y desplazarán el peso a los trabajadores y los jóvenes. Eso no es ni "izquierdista" ni "conservador". Es conveniente - y malo para el futuro de América. Ello sugiere que los jóvenes pagarán impuestos aún más altos y recibirán aún menos prestaciones públicas. Ello dificultará crear una familia y probablemente disuada de hacerlo a millones. Podría poner en peligro la seguridad de América a través de recortes militares poco previsores.

Aún aguardamos un debate riguroso en torno a los programas a recortar y los impuestos a elevar. Los legisladores Republicanos impulsan un plan radical para contraer la administración pública -- y no son sinceros al respecto. Obama defiende el estatus quo de la administración pública en permanente ampliación -- y no es honesto al respecto. Tal vez sean posiciones de negociación y, ante la necesidad de elevar el umbral federal de endeudamiento, las dos partes reconozcan sus defectos. Es un suponer.

La política de los castillos en el aire

Robert J. Samuelson
Robert J. Samuelson
lunes, 18 de abril de 2011, 07:06 h (CET)
WASHINGTON - En el seno del Gran Debate Presupuestario, Demócratas y Republicanos están más cerca de lo que pudiera parecer. Ninguno de los dos propone unos presupuestos equilibrados a corto plazo; los dos predican mitos tranquilizadores para convencer a sus partidarios de que están respetando los valores "izquierdistas" o "conservadores". En tanto, la opinión pública parece casi totalmente desorientada a tenor de la monstruosidad del problema. En el ejercicio 2021, la Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que incluso después de una recuperación económica total, el déficit restante será equivalente a casi el 5% del producto interior bruto. En dólares ajustados a la inflación actual, eso son 750.000 millones de dólares. Es el agujero que hay que tapar.

No haremos grandes progresos hasta que (a) los Demócratas reconozcan que el control del gasto público exige recortes genuinos en la seguridad social y el programa Medicare, que hoy ascienden en total a 1,3 billones de dólares por ejercicio y representan el 35% del descubierto federal; y (b) hasta que los Republicanos reconozcan que, incluso después de hacer recortes significativos en el gasto público, harán falta subidas tributarias para equilibrar los presupuestos. La semana pasada no había indicios de ninguna de las dos cosas. El presidente Obama rechazó de plano los recortes a la seguridad social y el programa Medicare. La mayoría de los Republicano se mantuvieron firmes en materia tributaria.

Lo que tenemos en su lugar es una guerra de imagen. Las dos formaciones proponen variantes de espejismos diseñados para aparentar que están logrando más de lo que logran.

Empecemos por los Republicanos. Los planes del secretario del Comité Presupuestario de la Cámara Paul Ryan satisfacen el requisito de no imponer subidas tributarias. Pero aun así, el déficit se contrae. ¿Cómo hace eso? Bueno, no toca la seguridad social, el mayor programa del gobierno con 9,9 billones de gasto proyectado de 2012 a 2021. Sí propone un programa de volantes por prestación para el Medicare de la tercera edad, pero no entra en vigor hasta 2022 y exime a los 77 millones de estadounidenses que hoy tienen 55 años o más. Ryan no está presentando batalla a los jubilados.

Logra ahorros sustanciales suponiendo acusados recortes en la mayor parte de la administración federal más allá de la seguridad social, de Medicare y de Medicaid. En última instancia, se reduciría a casi nada. Es la defensa, las cartillas de alimentación, las infraestructuras, las salas federales de justicia, la investigación básica... y mucho más. En conjunto, estos programas constituyen alrededor del 12% del PIB. Para el año 2022, los planes de Ryan los reducirán al 6% del PIB; hacia el 2050, supondrán alrededor del 3%, calcula la Oficina Presupuestaria del Congreso. Estados Unidos virtualmente se desarmaría, desmantelaría gran parte de la red de protección social y agotaría responsabilidades federales importantes, desde el marco de reglamentación medioambiental al FBI. No es plausible que suceda -- y no debería.

Los Demócratas son igual de malos o peores. Recuerde que los presupuestos originales de Obama para el ejercicio 2012 preveían déficit de 9,5 billones a lo largo de la próxima década (2012 a 2021), según la Oficina Presupuestaria. De forma que la adición ahora prometida de 4 billones de dólares en ahorros a 12 años -- con otros 2 billones en déficit -- apenas toca el problema. Retóricamente, los Demócratas apuntan a los villanos de rigor para explicar y curar el déficit. Estas explicaciones no se aguantan.

Una es: las bajadas tributarias Bush a las rentas más altas. El problema reside en que los presupuestos de Obama ya dan por sentados tipos impositivos más altos (39,6 por ciento) sobre las rentas que superan los 200.000 dólares (caso de los particulares) o los 250.000 dólares (matrimonios). Suponga que nos ponemos inflexibles con las rentas más altas. Una propuesta eleva los tipos al 45% a las rentas de 1 a 10 millones de dólares, elevando los tipos al 49% a las rentas de 1.000 millones. A lo largo de una década, la recaudación crece alrededor de 900.000 millones, según el colectivo activista Ciudadanos por la Justicia Tributaria. Suponiendo que el dinero llegara a recaudarse, es un pastón -- pero sólo la décima parte del déficit de la década.

Otro villano progresista: las guerras de Irak y Afganistán. Han costado 1,26 billones de dólares entre 2001 y 2011, calcula la Oficina Presupuestaria del Congreso. De nuevo, un montón de dinero. Pero también palidece en comparación con todo el gasto público (29,8 billones de dólares) o el déficit (6,2 billones de dólares) contraídos a lo largo del mismo periodo. También en este capítulo los presupuestos de Obama dan por sentados ya importantes recortes.

Nuestro problema presupuestario es conceptualmente simple. Los compromisos de gasto público de la administración, elevados por un mayor número de jubilados y un gasto sanitario desbocado, superan con creces la base tributaria imponible existente. Hay un debate en torno a lo rápido que deberían implantarse los cambios para proteger la recuperación económica. No debería de haber debate en torno a la necesidad de cambios para impedir una crisis de la deuda: Demasiados títulos de deuda pública asustan al inversor y elevan la servidumbre de la deuda.

Pero también importa la forma de hacer esto. Por política y dilación, tanto Demócratas como Republicanos eximirán generosamente a los ancianos de hoy de los cambios y desplazarán el peso a los trabajadores y los jóvenes. Eso no es ni "izquierdista" ni "conservador". Es conveniente - y malo para el futuro de América. Ello sugiere que los jóvenes pagarán impuestos aún más altos y recibirán aún menos prestaciones públicas. Ello dificultará crear una familia y probablemente disuada de hacerlo a millones. Podría poner en peligro la seguridad de América a través de recortes militares poco previsores.

Aún aguardamos un debate riguroso en torno a los programas a recortar y los impuestos a elevar. Los legisladores Republicanos impulsan un plan radical para contraer la administración pública -- y no son sinceros al respecto. Obama defiende el estatus quo de la administración pública en permanente ampliación -- y no es honesto al respecto. Tal vez sean posiciones de negociación y, ante la necesidad de elevar el umbral federal de endeudamiento, las dos partes reconozcan sus defectos. Es un suponer.

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