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Ruth Marcus

Al modo campaña de cabeza

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WASHINGTON - El anuncio oficial se producía la semana pasada, pero el discurso del Presidente Obama acerca del déficit da el verdadero pistoletazo de salida a su campaña de reelección -- con el extraño espectáculo de los líderes de la oposición sentados en primera fila escuchando al candidato.

No insinúo que el discurso haya sido un simple ejercicio de teatro político de cara a la galería. El presidente, en mi opinión, es sincero al decir desear abordar la deuda. Pero también es realista con las escasas probabilidades de alcanzar un acuerdo de compromiso antes de las elecciones y, podría decirse, no totalmente ajeno a la inminencia de la campaña.

La Casa Blanca desde luego no incrementó sus posibilidades de éxito (fiscal, no electoral) al invitar al congresista Republicano de Wisconsin Paul Ryan a sentarse en primera fila y escuchar al Presidente poner a caldo sus presupuestos por faltos de rigor y carentes de valentía. Ryan respondió en la misma línea, describiendo el discurso "excesivamente partidista" e "irremediablemente inadecuado" a la hora de abordar el déficit. "En lugar de tender puentes, está envenenando el río", decía Ryan del presidente.

Retórica enardecida aparte, el umbral de endeudamiento habrá de elevarse esta primavera porque los dos partidos entienden que la alternativa es impensable. Se las arreglarán para alcanzar el acuerdo de las medidas suficientes de reducción del déficit en lo relativo al umbral de deuda pero, con toda probabilidad, mucho más no. Una posibilidad que veremos: un acuerdo en torno a los objetivos contra el déficit, combinado quizá con algún mecanismo de implantación. Los detalles más escabrosos de cómo alcanzarlos se aplazarán hasta después de las elecciones.

Al presidente le gusta describirse como un optimista, pero la Casa Blanca no parece albergar grandes esperanzas de alcanzar un acuerdo amplio antes de esa época. El pesimismo y la frustración son comprensibles: se enfrentan a un partido que, en ausencia de algunos valientes como los miembros Republicanos de la Banda de los Seis legisladores (el Senador de Georgia Saxby Chambliss, el Senador de Oklahoma Tom Coburn, y el Senador de Idaho Mike Crapo), parece reacio a aceptar que la subida tributaria va a tener que formar parte por obligación del acuerdo.

Parte del discurso del presidente se encaminó a tratar, una vez más, de poner a cada uno en su sitio: La actual pila de deudas no refleja tanto el gasto público bajo la legislatura de Obama como la herencia de enormes bajadas tributarias de Bush acompañadas de guerras financiadas mediante déficit y la nueva prestación sin financiación asignada en forma de plan de subvención de las recetas médicas del programa Medicare de los ancianos. Es difícil ver, en ausencia de mayor realismo Republicano acerca de la necesidad de nuevas fuentes de recaudación, una solución viable.

Esto satisface al presidente -- en realidad le impacienta -- al hacer las distinciones que dejó claras el miércoles. En ausencia de un verdadero rival Republicano, o incluso de un favorito claro, Obama ha elegido a Ryan. En su discurso, el presidente destacaba como quien no quiere la cosa que los presupuestos de Ryan han sido "apoyados por muchos de los candidatos presidenciales de su partido".

El rumbo electoral de Obama, en gran medida, quedó fijado por el acuerdo de ampliación de las bajadas tributarias Bush a dos años, que las deja expirar justo después de las elecciones de 2012. Al acceder a la ampliación, el presidente se garantizó unas elecciones centradas en la cuestión de los impuestos, y concretamente en si hay que permitir que expiren las reducciones tributarias de las rentas altas.

El debate de la deuda sitúa la cuestión de los impuestos en el contexto general del papel adecuado del gobierno en la economía y cómo debería de funcionar éste en la era de la austeridad. Esto coloca la campaña de las elecciones en una rampa de lanzamiento más cómoda para Obama y sus colegas Demócratas que el simple debate en torno a subir o bajar los impuestos. En cambio, el debate se transforma en cómo conservar una red de protección social y el resto de programas públicos que disfrutan de una enorme popularidad.

"No tenemos que elegir entre un futuro de deuda desbocada y un futuro en el que renunciamos a nuestra inversión en nuestra gente y nuestro país" decía Obama. "Para cumplir nuestro reto fiscal, tendremos que hacer reformas. Todos tendremos que hacer sacrificios. Pero no hemos de sacrificar la América en la que creemos".

Describió la visión de Ryan y los Republicanos en términos siniestros, un mundo a lo Blade Runner de carreteras y puentes que se derrumban, centros de enseñanza inalcanzables, abuelos desahuciados de las residencias y familias de niños autistas incapaces de permitirse la atención médica.

En caso de que no haya notado el contexto electoral del discurso, Obama lo hizo explícito. En dos ocasiones manifestaba que no va a dejar que los Republicanos se salgan con la suya. "No va a suceder mientras yo sea presidente", dijo.

Fue fácil imaginar unas multitudes en campaña -- movilizadas, dispuestas y jaleando al unísono.

Al modo campaña de cabeza

Ruth Marcus
Ruth Marcus
viernes, 15 de abril de 2011, 22:00 h (CET)
WASHINGTON - El anuncio oficial se producía la semana pasada, pero el discurso del Presidente Obama acerca del déficit da el verdadero pistoletazo de salida a su campaña de reelección -- con el extraño espectáculo de los líderes de la oposición sentados en primera fila escuchando al candidato.

No insinúo que el discurso haya sido un simple ejercicio de teatro político de cara a la galería. El presidente, en mi opinión, es sincero al decir desear abordar la deuda. Pero también es realista con las escasas probabilidades de alcanzar un acuerdo de compromiso antes de las elecciones y, podría decirse, no totalmente ajeno a la inminencia de la campaña.

La Casa Blanca desde luego no incrementó sus posibilidades de éxito (fiscal, no electoral) al invitar al congresista Republicano de Wisconsin Paul Ryan a sentarse en primera fila y escuchar al Presidente poner a caldo sus presupuestos por faltos de rigor y carentes de valentía. Ryan respondió en la misma línea, describiendo el discurso "excesivamente partidista" e "irremediablemente inadecuado" a la hora de abordar el déficit. "En lugar de tender puentes, está envenenando el río", decía Ryan del presidente.

Retórica enardecida aparte, el umbral de endeudamiento habrá de elevarse esta primavera porque los dos partidos entienden que la alternativa es impensable. Se las arreglarán para alcanzar el acuerdo de las medidas suficientes de reducción del déficit en lo relativo al umbral de deuda pero, con toda probabilidad, mucho más no. Una posibilidad que veremos: un acuerdo en torno a los objetivos contra el déficit, combinado quizá con algún mecanismo de implantación. Los detalles más escabrosos de cómo alcanzarlos se aplazarán hasta después de las elecciones.

Al presidente le gusta describirse como un optimista, pero la Casa Blanca no parece albergar grandes esperanzas de alcanzar un acuerdo amplio antes de esa época. El pesimismo y la frustración son comprensibles: se enfrentan a un partido que, en ausencia de algunos valientes como los miembros Republicanos de la Banda de los Seis legisladores (el Senador de Georgia Saxby Chambliss, el Senador de Oklahoma Tom Coburn, y el Senador de Idaho Mike Crapo), parece reacio a aceptar que la subida tributaria va a tener que formar parte por obligación del acuerdo.

Parte del discurso del presidente se encaminó a tratar, una vez más, de poner a cada uno en su sitio: La actual pila de deudas no refleja tanto el gasto público bajo la legislatura de Obama como la herencia de enormes bajadas tributarias de Bush acompañadas de guerras financiadas mediante déficit y la nueva prestación sin financiación asignada en forma de plan de subvención de las recetas médicas del programa Medicare de los ancianos. Es difícil ver, en ausencia de mayor realismo Republicano acerca de la necesidad de nuevas fuentes de recaudación, una solución viable.

Esto satisface al presidente -- en realidad le impacienta -- al hacer las distinciones que dejó claras el miércoles. En ausencia de un verdadero rival Republicano, o incluso de un favorito claro, Obama ha elegido a Ryan. En su discurso, el presidente destacaba como quien no quiere la cosa que los presupuestos de Ryan han sido "apoyados por muchos de los candidatos presidenciales de su partido".

El rumbo electoral de Obama, en gran medida, quedó fijado por el acuerdo de ampliación de las bajadas tributarias Bush a dos años, que las deja expirar justo después de las elecciones de 2012. Al acceder a la ampliación, el presidente se garantizó unas elecciones centradas en la cuestión de los impuestos, y concretamente en si hay que permitir que expiren las reducciones tributarias de las rentas altas.

El debate de la deuda sitúa la cuestión de los impuestos en el contexto general del papel adecuado del gobierno en la economía y cómo debería de funcionar éste en la era de la austeridad. Esto coloca la campaña de las elecciones en una rampa de lanzamiento más cómoda para Obama y sus colegas Demócratas que el simple debate en torno a subir o bajar los impuestos. En cambio, el debate se transforma en cómo conservar una red de protección social y el resto de programas públicos que disfrutan de una enorme popularidad.

"No tenemos que elegir entre un futuro de deuda desbocada y un futuro en el que renunciamos a nuestra inversión en nuestra gente y nuestro país" decía Obama. "Para cumplir nuestro reto fiscal, tendremos que hacer reformas. Todos tendremos que hacer sacrificios. Pero no hemos de sacrificar la América en la que creemos".

Describió la visión de Ryan y los Republicanos en términos siniestros, un mundo a lo Blade Runner de carreteras y puentes que se derrumban, centros de enseñanza inalcanzables, abuelos desahuciados de las residencias y familias de niños autistas incapaces de permitirse la atención médica.

En caso de que no haya notado el contexto electoral del discurso, Obama lo hizo explícito. En dos ocasiones manifestaba que no va a dejar que los Republicanos se salgan con la suya. "No va a suceder mientras yo sea presidente", dijo.

Fue fácil imaginar unas multitudes en campaña -- movilizadas, dispuestas y jaleando al unísono.

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