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Antonio Pérez Omister

Cuentos chinos

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Algunos barruntábamos que el “remake” de la pantomima de Zapatero con los empresarios en Moncloa, no iba a servir para nada. La confirmación a nuestras bien fundadas sospechas no ha tardado en llegar. Durante la convención de inversores, Guillermo Ansaldo, consejero delegado de Telefónica, ha anunciado el recorte de un 20% de su plantilla mediante “medidas de reestructuración” que afectarán en España a 5.600 trabajadores. A ellos y a sus familias, por supuesto.

A pesar de haber cerrado el ejercicio 2010 con unos beneficios netos de 10.200 millones de euros, la compañía presidida por César Alierta estudia nuevas iniciativas para aumentar la “flexibilidad y la productividad” entre las que contempla una nueva externalización de servicios. Es decir, echar a más gente a la calle. Todo esto, mientras Telefónica anuncia sin ruborizarse que se repartirán bonos millonarios entre sus ejecutivos.

Si Telefónica fuese una compañía nacionalizada, los 10.200 millones de beneficio habrían ido a parar a las arcas del Estado, y así no tendría que ir nuestro presidente a mendigarlos a repugnantes dictaduras comunistas del Lejano Oriente. He ahí la sutil diferencia.

La bochornosa noticia se conocía cuando aún coleaba el ridículo espantoso hecho por Zp a propósito de las supuestas inversiones del Gobierno chino en nuestro país para rescatar a las cajas de la bancarrota. Un día antes, el miércoles, todo eran parabienes por parte de los habituales aduladores y paniaguados que componían el séquito presidencial. Todos se felicitaban por el estupendo logro del presidente del Gobierno en su viaje a Pekín: 9.000 millones de euros para invertir en deuda pública española y en las nuevas cajas bancarizadas. Una de las cuales, la CAM, alega que, a pesar de su ruina, tiene la conciencia tranquila porque hizo una magnífica labor humanitaria en África con los masai. “Bueno, y a mí ¿qué?” Dirán algunos.

A lo largo de la mañana del jueves, el bulo comenzaba a disolverse como un azucarillo en una taza de café caliente: Chris Flowers, intermediario del régimen de Pekín para sus inversiones en Europa, advirtió a los mandamases chinos de lo que estaba sucediendo a cuenta de las supuestas inversiones que éstos pensaban hacer en España, y los chinos se apresuraron a desmentirlo.

La colosal confusión, intencionada o debida al deseo del presidente de convertir sus delirantes sueños en realidad, ha supuesto la consumación de otra esperpéntica charlotada protagonizada por Zapatero y sus secuaces.

Lo que deberíamos hacer, puesto que China no forma parte de la Unión Europea, es imponer aranceles a las importaciones chinas y ahorrarnos así la humillación que supone ir a pedirles un dinero que no nos van a dar. Durante años hemos estado jugando a ser el “buen samaritano” dispuesto a compartir el pan y la sal con todo el mundo. A ver qué va a suceder cuando seamos nosotros los que solicitemos ayuda al extranjero. Lo de China sólo ha sido el botón de muestra.

Cuentos chinos

Antonio Pérez Omister
Antonio Pérez Omister
viernes, 15 de abril de 2011, 22:00 h (CET)
Algunos barruntábamos que el “remake” de la pantomima de Zapatero con los empresarios en Moncloa, no iba a servir para nada. La confirmación a nuestras bien fundadas sospechas no ha tardado en llegar. Durante la convención de inversores, Guillermo Ansaldo, consejero delegado de Telefónica, ha anunciado el recorte de un 20% de su plantilla mediante “medidas de reestructuración” que afectarán en España a 5.600 trabajadores. A ellos y a sus familias, por supuesto.

A pesar de haber cerrado el ejercicio 2010 con unos beneficios netos de 10.200 millones de euros, la compañía presidida por César Alierta estudia nuevas iniciativas para aumentar la “flexibilidad y la productividad” entre las que contempla una nueva externalización de servicios. Es decir, echar a más gente a la calle. Todo esto, mientras Telefónica anuncia sin ruborizarse que se repartirán bonos millonarios entre sus ejecutivos.

Si Telefónica fuese una compañía nacionalizada, los 10.200 millones de beneficio habrían ido a parar a las arcas del Estado, y así no tendría que ir nuestro presidente a mendigarlos a repugnantes dictaduras comunistas del Lejano Oriente. He ahí la sutil diferencia.

La bochornosa noticia se conocía cuando aún coleaba el ridículo espantoso hecho por Zp a propósito de las supuestas inversiones del Gobierno chino en nuestro país para rescatar a las cajas de la bancarrota. Un día antes, el miércoles, todo eran parabienes por parte de los habituales aduladores y paniaguados que componían el séquito presidencial. Todos se felicitaban por el estupendo logro del presidente del Gobierno en su viaje a Pekín: 9.000 millones de euros para invertir en deuda pública española y en las nuevas cajas bancarizadas. Una de las cuales, la CAM, alega que, a pesar de su ruina, tiene la conciencia tranquila porque hizo una magnífica labor humanitaria en África con los masai. “Bueno, y a mí ¿qué?” Dirán algunos.

A lo largo de la mañana del jueves, el bulo comenzaba a disolverse como un azucarillo en una taza de café caliente: Chris Flowers, intermediario del régimen de Pekín para sus inversiones en Europa, advirtió a los mandamases chinos de lo que estaba sucediendo a cuenta de las supuestas inversiones que éstos pensaban hacer en España, y los chinos se apresuraron a desmentirlo.

La colosal confusión, intencionada o debida al deseo del presidente de convertir sus delirantes sueños en realidad, ha supuesto la consumación de otra esperpéntica charlotada protagonizada por Zapatero y sus secuaces.

Lo que deberíamos hacer, puesto que China no forma parte de la Unión Europea, es imponer aranceles a las importaciones chinas y ahorrarnos así la humillación que supone ir a pedirles un dinero que no nos van a dar. Durante años hemos estado jugando a ser el “buen samaritano” dispuesto a compartir el pan y la sal con todo el mundo. A ver qué va a suceder cuando seamos nosotros los que solicitemos ayuda al extranjero. Lo de China sólo ha sido el botón de muestra.

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