Algunos barruntábamos que el “remake” de la pantomima de Zapatero con los empresarios en Moncloa, no iba a servir para nada. La confirmación a nuestras bien fundadas sospechas no ha tardado en llegar. Durante la convención de inversores, Guillermo Ansaldo, consejero delegado de Telefónica, ha anunciado el recorte de un 20% de su plantilla mediante “medidas de reestructuración” que afectarán en España a 5.600 trabajadores. A ellos y a sus familias, por supuesto.
A pesar de haber cerrado el ejercicio 2010 con unos beneficios netos de 10.200 millones de euros, la compañía presidida por César Alierta estudia nuevas iniciativas para aumentar la “flexibilidad y la productividad” entre las que contempla una nueva externalización de servicios. Es decir, echar a más gente a la calle. Todo esto, mientras Telefónica anuncia sin ruborizarse que se repartirán bonos millonarios entre sus ejecutivos.
Si Telefónica fuese una compañía nacionalizada, los 10.200 millones de beneficio habrían ido a parar a las arcas del Estado, y así no tendría que ir nuestro presidente a mendigarlos a repugnantes dictaduras comunistas del Lejano Oriente. He ahí la sutil diferencia.
La bochornosa noticia se conocía cuando aún coleaba el ridículo espantoso hecho por Zp a propósito de las supuestas inversiones del Gobierno chino en nuestro país para rescatar a las cajas de la bancarrota. Un día antes, el miércoles, todo eran parabienes por parte de los habituales aduladores y paniaguados que componían el séquito presidencial. Todos se felicitaban por el estupendo logro del presidente del Gobierno en su viaje a Pekín: 9.000 millones de euros para invertir en deuda pública española y en las nuevas cajas bancarizadas. Una de las cuales, la CAM, alega que, a pesar de su ruina, tiene la conciencia tranquila porque hizo una magnífica labor humanitaria en África con los masai. “Bueno, y a mí ¿qué?” Dirán algunos.
A lo largo de la mañana del jueves, el bulo comenzaba a disolverse como un azucarillo en una taza de café caliente: Chris Flowers, intermediario del régimen de Pekín para sus inversiones en Europa, advirtió a los mandamases chinos de lo que estaba sucediendo a cuenta de las supuestas inversiones que éstos pensaban hacer en España, y los chinos se apresuraron a desmentirlo.
La colosal confusión, intencionada o debida al deseo del presidente de convertir sus delirantes sueños en realidad, ha supuesto la consumación de otra esperpéntica charlotada protagonizada por Zapatero y sus secuaces.
Lo que deberíamos hacer, puesto que China no forma parte de la Unión Europea, es imponer aranceles a las importaciones chinas y ahorrarnos así la humillación que supone ir a pedirles un dinero que no nos van a dar. Durante años hemos estado jugando a ser el “buen samaritano” dispuesto a compartir el pan y la sal con todo el mundo. A ver qué va a suceder cuando seamos nosotros los que solicitemos ayuda al extranjero. Lo de China sólo ha sido el botón de muestra.