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Ana Rodríguez

Sayonara BAFF. Salut Cinemart

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Hace unos años asistí a una sesión del BAFF, el festival de cine asiático de Barcelona que ahora ha terminado su andadura, en la que se proyectaba Good Bye Dragon Inn, la psicotrónica experiencia con la que Tsai Ming-liang (El sabor de la sandía) desafiaba al público, poniendo a prueba su capacidad de “contemplación” y de “resistencia” ante las imágenes con planos sostenidos, uno tras otro, trufados de elementos mezcla de poesía y trash. Un tour de force con el espectador cuya recompensa, ante tanto sufrimiento, era la mágica revelación fílmica de una belleza arrasadora y, todo hay que decirlo, extenuante.

Uno de esos planos de Good Bye Dragon Inn consistía en una taquillera coja (Shiang-chyi Chen, actriz habitual en los films de Tsai Ming-liang) subiendo las escaleras de una sala de cine, que tras su salida de cuadro, iba a quedarse vacía durante minutos. Alguien del público empezó a aplaudiry la sala, por un momento, se llenó de risas. Risas que parecieron aliviar ligeramente la tensión contenida durante todo el metraje, porque ése, como otros films del BAFF, era una propuesta desafiante, que exigía de toda la participación del espectador.

Pequeña anécdota para abrir esta columna que quiere reportar la desaparición de uno de los festivales más interesantes de la ciudad condal, que durante doce ediciones ha programado el cine más puntero desde India hasta Japón, pasando por Vietnam o Corea. Un cine que conoce los extremos más disonantes (del sosiego budista al pop surrealista), que atraviesa los géneros y los digiere bajo una sensibilidad dispar pero por lo general llena de vida e inquietud, que evidencia transformaciones profundas en lo cultural como en lo cinematográfico. Los asiáticos, a diferencia de los europeos en muchos casos, no parecen atrapados por sus propios referentes fílmicos. Dialogan con los nuestros, sin duda: Ming-liang es un apasionado de Truffaut y enHou Hsiao Hsien no es difícil rastrear a Antonioni, pero establecen ese diálogo bajo su propio sentido de la existencia y de la cinematografía, arrojando nueva energía sobre sus imágenes que se convierten en ventanas a unos mundos que, por lo menos desde aquí, resultan totalmente fascinantes.

En el BAFF descubrí el cine Wang Quan’an, vi por primera vez una película de Naomi Kawase (directora de El bosque del luto) o de Apichatpong Weerasethakul (autor de la reciente Uncle Boonmee who can recall his past lives), además de ver los primeros films de Hirokazu Koreeda (conocido por Nadie Sabe y Still Walking) o contemplar en pantalla grande El olor de la papaya verde, de Tran Anh Hung.

Reconozco cuánto me disgusta y me aterroriza que un festival así desaparezca, sobre todo porque gran parte de esas películas, jamás se estrenarán en salas comerciales y solo era posible verlas en una sala de cineen un festival tan específico, donde los grandes nombres del cine asiático daban la mano a los noveles, a las rarezas y a las perversiones.

Pero diferencias entre el equipo organizativo unidas a una reducción de las subvenciones parecen haber sido los motivos de este punto final del BAFF, aunque puede que la debacle no sea total: parte de ese equipo se ha reorganizado bajo el espíritu del cine de autor para dar lugar a Cinemart, un nuevo festival que va a celebrarse, también en Barcelona, del 29 de Abril al 8 de Mayo. Contará con una pequeña sección de cine asiático, así como con una sección competitiva de cine de autor de distintas procedencias. Y además, un espacio para el cine catalán y una retrospectiva del canadiense Guy Maddin. Como mínimo, la programación parece atractiva.

Espero que Cinemart consiga cautivar al público como lo venía haciendo el BAFF, que a pesar de finiquitado, sigue siendo necesario, en Barcelona, en Madrid o en cualquier otro lugar. Anegados, como estamos, de información y audiovisual, el cine más complejo y heterodoxo sigue encontrando demasiados obstáculos para llegar hasta nosotros, o para que nosotros lleguemos hasta él. No quiero ver a Tsai-ming Liang en la pantallade mi ordenador, quiero verlo comme il faut, en una sala de cine, y cuanto mayor sea la pantalla, mucho mejor.

Sayonara BAFF. Salut Cinemart

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
viernes, 15 de abril de 2011, 10:04 h (CET)
Hace unos años asistí a una sesión del BAFF, el festival de cine asiático de Barcelona que ahora ha terminado su andadura, en la que se proyectaba Good Bye Dragon Inn, la psicotrónica experiencia con la que Tsai Ming-liang (El sabor de la sandía) desafiaba al público, poniendo a prueba su capacidad de “contemplación” y de “resistencia” ante las imágenes con planos sostenidos, uno tras otro, trufados de elementos mezcla de poesía y trash. Un tour de force con el espectador cuya recompensa, ante tanto sufrimiento, era la mágica revelación fílmica de una belleza arrasadora y, todo hay que decirlo, extenuante.

Uno de esos planos de Good Bye Dragon Inn consistía en una taquillera coja (Shiang-chyi Chen, actriz habitual en los films de Tsai Ming-liang) subiendo las escaleras de una sala de cine, que tras su salida de cuadro, iba a quedarse vacía durante minutos. Alguien del público empezó a aplaudiry la sala, por un momento, se llenó de risas. Risas que parecieron aliviar ligeramente la tensión contenida durante todo el metraje, porque ése, como otros films del BAFF, era una propuesta desafiante, que exigía de toda la participación del espectador.

Pequeña anécdota para abrir esta columna que quiere reportar la desaparición de uno de los festivales más interesantes de la ciudad condal, que durante doce ediciones ha programado el cine más puntero desde India hasta Japón, pasando por Vietnam o Corea. Un cine que conoce los extremos más disonantes (del sosiego budista al pop surrealista), que atraviesa los géneros y los digiere bajo una sensibilidad dispar pero por lo general llena de vida e inquietud, que evidencia transformaciones profundas en lo cultural como en lo cinematográfico. Los asiáticos, a diferencia de los europeos en muchos casos, no parecen atrapados por sus propios referentes fílmicos. Dialogan con los nuestros, sin duda: Ming-liang es un apasionado de Truffaut y enHou Hsiao Hsien no es difícil rastrear a Antonioni, pero establecen ese diálogo bajo su propio sentido de la existencia y de la cinematografía, arrojando nueva energía sobre sus imágenes que se convierten en ventanas a unos mundos que, por lo menos desde aquí, resultan totalmente fascinantes.

En el BAFF descubrí el cine Wang Quan’an, vi por primera vez una película de Naomi Kawase (directora de El bosque del luto) o de Apichatpong Weerasethakul (autor de la reciente Uncle Boonmee who can recall his past lives), además de ver los primeros films de Hirokazu Koreeda (conocido por Nadie Sabe y Still Walking) o contemplar en pantalla grande El olor de la papaya verde, de Tran Anh Hung.

Reconozco cuánto me disgusta y me aterroriza que un festival así desaparezca, sobre todo porque gran parte de esas películas, jamás se estrenarán en salas comerciales y solo era posible verlas en una sala de cineen un festival tan específico, donde los grandes nombres del cine asiático daban la mano a los noveles, a las rarezas y a las perversiones.

Pero diferencias entre el equipo organizativo unidas a una reducción de las subvenciones parecen haber sido los motivos de este punto final del BAFF, aunque puede que la debacle no sea total: parte de ese equipo se ha reorganizado bajo el espíritu del cine de autor para dar lugar a Cinemart, un nuevo festival que va a celebrarse, también en Barcelona, del 29 de Abril al 8 de Mayo. Contará con una pequeña sección de cine asiático, así como con una sección competitiva de cine de autor de distintas procedencias. Y además, un espacio para el cine catalán y una retrospectiva del canadiense Guy Maddin. Como mínimo, la programación parece atractiva.

Espero que Cinemart consiga cautivar al público como lo venía haciendo el BAFF, que a pesar de finiquitado, sigue siendo necesario, en Barcelona, en Madrid o en cualquier otro lugar. Anegados, como estamos, de información y audiovisual, el cine más complejo y heterodoxo sigue encontrando demasiados obstáculos para llegar hasta nosotros, o para que nosotros lleguemos hasta él. No quiero ver a Tsai-ming Liang en la pantallade mi ordenador, quiero verlo comme il faut, en una sala de cine, y cuanto mayor sea la pantalla, mucho mejor.

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