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Antonio Pérez Omister

Los amigos de Forrest Gump

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Recuerdo que en esta película protagonizada por Tom Hanks, su personaje, Forrest Gump, realizaba una gira por China para promocionar pelotas de ping-pong, o algo parecido. En el caso de la tourné asiática de Zapatero, ésta ya ha dado sus primeros frutos: una ligera caída de la Bolsa de Madrid –arrastrada por los bancos– cuando los chinos han desmentido que vayan a invertir 6.000 millones de euros en las cajas españolas. Gracias por nada y… “¡Corre Forrest, corre!” Corre que te pillan.

De todos modos, la gira buenista por el Extremo Oriente nos deja otras inquietantes perspectivas. Por ejemplo, la posibilidad de que el Estado chino participe en la privatización de los puertos y aeropuertos españoles. Cabe preguntarse qué objeto tiene que el Estado español renuncie a la gestión de nuestros puertos y aeropuertos –eso de momento– para que el Gobierno chino se meta en ellos furtivamente por la puerta de atrás. Deliberadamente he querido evitar los términos nocturnidad y alevosía.

Tampoco se entiende, si tan mal andamos de dinero, que la UE nos obligue a aportar 6.000 millones de euros para el rescate de Portugal y, al mismo tiempo, tengamos que salir al extranjero a mendigar esa misma cantidad para reflotar nuestras cajas de ahorro. No quiero pensar que hemos salido a pedir prestado, para acabar prestando un dinero a Portugal que sólo servirá para engordar las cuentas de resultados de unos cuantos bancos privados británicos, alemanes y franceses. ¡No quiero pensarlo!

Por cierto, en el rescate de Irlanda los bancos británicos negociaron directamente con el Gobierno irlandés, no entregaron el dinero a la UE, como haremos nosotros en el caso de Portugal. Pedimos prestado para regalar a la UE un dinero que prestará con interés al país vecino. Ese dinero ¿es a fondo perdido? Si no es así… ¿cómo nos lo devolverá la UE? Creo recordar en que abril de 2009 ya “regalamos” 4.000 millones de euros al FMI a cambio de otra silla en el G-20. Esta vez en Londres. También creo recordar que al iniciarse la primera legislatura del rumboso Zapatero, condonamos la deuda a Bolivia y algún país más de la zona. ¡Qué bien nos iría ahora tener ese dinero de vuelta en nuestro bolsillo!
Asimismo, ignoramos cuánto nos va a costar nuestra participación en la campaña militar en Libia por satisfacer un capricho de vendetta del megalómano Sarkozy, a quien Gadafi llamó “payaso” y acusó de haber aceptado “su” dinero para financiar la campaña electoral. Me refiero al mismo Sarkozy que proponía subvencionar con dinero público la construcción de mezquitas, y que ahora prohíbe el velo islámico.

La colaboración francesa en la lucha contra ETA, la silla del G-20 en Washington y el rescate de los pilotos y las azafatas retenidos en el Chad, no nos están saliendo gratis. Además de todo esto, ¿qué objeto tiene recortar nuestra producción láctea? Pues la de obligarnos a importar por bemoles los excedentes que se producen en Francia, que no ha “asesinado” ni a una sola de vacas lecheras. Y ¿qué objeto tiene limitar nuestra producción de aceite de oliva? Pues obligarnos a importar de Francia una bazofia llamada aceite de colza para su empleo en la industria alimentaria.

Ahora, el “amigo” Sarkozy y su homólogo británico, el también “amigo” David Cameron, quieren que contribuyamos más a la campaña militar contra Gadafi, que amenaza con enquistarse tras dos meses de infructuosos bombardeos. El caso es que España tiene muy poco que ganar –más bien nada– y mucho que perder. El señor Zapatero, o la señora Jiménez, tendrían que explicar ¿cómo se puede participar en la operación militar y abogar por la solución diplomática al mismo tiempo? O se está, o no se está. Pero con estas medias tintas vamos a quedar mal con todos, y en todas partes. Como de costumbre.

En el mejor de los casos, las aventuras neocoloniales de Francia y Reino Unido, reverdeciendo los marchitos laureles de la Entente Cordiale, nos va a costar la pasta a los currifichantes españoles. La misma pasta gansa que luego nos recortarán cicateramente en salarios, pensiones, subsidios y otras naderías. Y, hablando de todo un poco: ¿Quiénes se beneficiaran con el derrocamiento del coronel Gadafi?

Pues la petrolera BP (British Petroleum) y la francesa Total, que pasarán a controlar el petróleo y el gas libio. La gran perjudicada será la italiana ENI (Ente Nazionale Idrocarburi) que ya tenía suscritos contratos en este sentido con el Régimen de Gadafi. Para más señas, diremos que ENI es la empresa pública italiana que ha desencadenado un enrarecido ambiente en el panorama energético español por su guerra sucia contra el grupo Gas Natural desde que éste compró Unión Fenosa, y con la creación de una sociedad con el nombre de ENI Gas & Power España, para actuar como comercializadora de gas natural en España.

Desde febrero de 2009, Endesa también es italiana. La gran compañía eléctrica española, que era también la primera compañía privada del sector en América Latina, cambió de manos cuando Acciona acordó vender al grupo italiano ENEL, participado en un 30% por el Estado, el 25% del capital de la eléctrica a 41,95 euros por acción. ¿Por qué no fuimos capaces de crear aquí un gran grupo energético similar que agrupase a las grandes empresas del sector? ¿Qué hay de bueno en malvender las empresas públicas, o semipúblicas, a los extranjeros? Es pan para hoy y hambre para mañana.

Mientras los bancos italianos se conjuraron para impedir el desembarco en Italia del BBVA, aquí permitamos a las empresas públicas italianas campar como Pedro por su casa haciendo la puñeta a las empresas privadas españolas. Es una lucha desigual, porque los italianos cuentan con el respaldo y el dinero público que les facilita su Gobierno, y las empresas privadas españolas, no. O jugamos todos con las mismas reglas de libre mercado, o rompemos la baraja. Yo soy partidario de romper la baraja.

Este trato de favor a los italianos no se entiende, sobre todo, después del fenomenal plantón con el que el maleducado Berlusconi obsequió a su “amigo” Zapatero en Roma a cuenta de un error de protocolo. ¿Conoce nuestro presidente el significado de la palabra dignidad?

Entramos en Europa por la puerta de servicio, como los lacayos, y ahora seguimos pagando las consecuencias. Unas consecuencias que van más allá de nuestro orgullo patrio herido y que nos acabarán afectando a todos directamente y mucho más de lo que pensamos. A las empresas energéticas las han seguido cadenas de televisión. ¿Por qué damos tantas facilidades a los extranjeros para que se hagan dueños de nuestro país a través de las empresas españolas que compran?

Cuando la empresa pública italiana ENI se haga un buen hueco en el sector energético español, acabaremos pagando una parte del recibo eléctrico italiano. Y también de el del gas. Y dentro de muy poco subirán de nuevo los carburantes con el manido pretexto de la guerra en Libia. Pero Libia apenas produce el 2% del crudo que se consume en todo el mundo. Entonces ¿a qué se debe este aumento del precio de los carburantes? Pues a que Italia importa el 30% del crudo que consume de ese país norteafricano, y alguien tendrá que pagar los platos rotos.

Además, la petrolera británica BP quiere recuperar cuanto antes la astronómica suma de dinero que le ha costado “limpiar” su desaguisado en el Golfo de México tras el vertido de crudo del verano pasado. Ésa es otra de las razones por las que, desde entonces, el precio del petróleo no deja de incrementarse. Y la ONU está estudiando la posibilidad de gravar con un impuesto especial los carburantes en los países desarrollados para pagar, con el dinero que se recaude, una parte de los intereses de la deuda que los países pobres tienen contraída con el Banco Mundial.

Claro que, si usted es uno de esos avispados ciudadanos que siempre echa 20 euros de gasolina… la subida no le afectará. Usted seguirá pagando 20 euros al repostar, con independencia del precio al que esté el litro de gasolina o de gasóleo. ¿Verdad? Entonces ¿para qué vamos a preocuparnos? Todo va bien.

No hace mucho, el señor Zapatero fanfarroneaba invitando a las empresas e inversores españoles a invertir en el extranjero. Al mismo tiempo, alentaba a todos los habitantes de la Tierra, y a los de otros espacios siderales, a venir a España a buscar empleo. Muchos de aquellos ingenuos inmigrantes que le creyeron, sobre todo americanos, ya han tenido que regresar a sus países de origen con una mano delante y otra detrás, después de entregar las llaves de sus casas a los bancos. Lo han perdido todo. Como tantos españoles compañeros de infortunio y víctimas de los delirios de grandeza de un bobo que se creyó sus propias mentiras.

Ahora, con 4,7 millones de parados, tenemos una población extranjera que ronda los 5 millones y a la que no podemos ofrecer esos empleos que les prometimos, porque tampoco los tenemos para nosotros, y tenemos que mendigar 300 millones de euros en Catar para recapitalizar las cajas y decirles a nuestros jóvenes que vayan pensando en emigrar a Alemania si quieren obtener un empleo.

Una buena medida para favorecer la incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo habría sido rebajar la edad de jubilación, o por lo menos, mantenerla en los 65 años. Jamás, alargarla. Pero, mientras sigamos obedeciendo mansamente las exigencias impuestas desde Bruselas, nuestra calidad de vida seguirá despeñándose sin freno por una pendiente que desemboca en un profundo abismo de desindustrialización, desempleo, recesión y… ¡desesperación!

¿Sigue usted pensando que la vida es una gran caja de bombones?

Los amigos de Forrest Gump

Antonio Pérez Omister
Antonio Pérez Omister
viernes, 15 de abril de 2011, 07:01 h (CET)
Recuerdo que en esta película protagonizada por Tom Hanks, su personaje, Forrest Gump, realizaba una gira por China para promocionar pelotas de ping-pong, o algo parecido. En el caso de la tourné asiática de Zapatero, ésta ya ha dado sus primeros frutos: una ligera caída de la Bolsa de Madrid –arrastrada por los bancos– cuando los chinos han desmentido que vayan a invertir 6.000 millones de euros en las cajas españolas. Gracias por nada y… “¡Corre Forrest, corre!” Corre que te pillan.

De todos modos, la gira buenista por el Extremo Oriente nos deja otras inquietantes perspectivas. Por ejemplo, la posibilidad de que el Estado chino participe en la privatización de los puertos y aeropuertos españoles. Cabe preguntarse qué objeto tiene que el Estado español renuncie a la gestión de nuestros puertos y aeropuertos –eso de momento– para que el Gobierno chino se meta en ellos furtivamente por la puerta de atrás. Deliberadamente he querido evitar los términos nocturnidad y alevosía.

Tampoco se entiende, si tan mal andamos de dinero, que la UE nos obligue a aportar 6.000 millones de euros para el rescate de Portugal y, al mismo tiempo, tengamos que salir al extranjero a mendigar esa misma cantidad para reflotar nuestras cajas de ahorro. No quiero pensar que hemos salido a pedir prestado, para acabar prestando un dinero a Portugal que sólo servirá para engordar las cuentas de resultados de unos cuantos bancos privados británicos, alemanes y franceses. ¡No quiero pensarlo!

Por cierto, en el rescate de Irlanda los bancos británicos negociaron directamente con el Gobierno irlandés, no entregaron el dinero a la UE, como haremos nosotros en el caso de Portugal. Pedimos prestado para regalar a la UE un dinero que prestará con interés al país vecino. Ese dinero ¿es a fondo perdido? Si no es así… ¿cómo nos lo devolverá la UE? Creo recordar en que abril de 2009 ya “regalamos” 4.000 millones de euros al FMI a cambio de otra silla en el G-20. Esta vez en Londres. También creo recordar que al iniciarse la primera legislatura del rumboso Zapatero, condonamos la deuda a Bolivia y algún país más de la zona. ¡Qué bien nos iría ahora tener ese dinero de vuelta en nuestro bolsillo!
Asimismo, ignoramos cuánto nos va a costar nuestra participación en la campaña militar en Libia por satisfacer un capricho de vendetta del megalómano Sarkozy, a quien Gadafi llamó “payaso” y acusó de haber aceptado “su” dinero para financiar la campaña electoral. Me refiero al mismo Sarkozy que proponía subvencionar con dinero público la construcción de mezquitas, y que ahora prohíbe el velo islámico.

La colaboración francesa en la lucha contra ETA, la silla del G-20 en Washington y el rescate de los pilotos y las azafatas retenidos en el Chad, no nos están saliendo gratis. Además de todo esto, ¿qué objeto tiene recortar nuestra producción láctea? Pues la de obligarnos a importar por bemoles los excedentes que se producen en Francia, que no ha “asesinado” ni a una sola de vacas lecheras. Y ¿qué objeto tiene limitar nuestra producción de aceite de oliva? Pues obligarnos a importar de Francia una bazofia llamada aceite de colza para su empleo en la industria alimentaria.

Ahora, el “amigo” Sarkozy y su homólogo británico, el también “amigo” David Cameron, quieren que contribuyamos más a la campaña militar contra Gadafi, que amenaza con enquistarse tras dos meses de infructuosos bombardeos. El caso es que España tiene muy poco que ganar –más bien nada– y mucho que perder. El señor Zapatero, o la señora Jiménez, tendrían que explicar ¿cómo se puede participar en la operación militar y abogar por la solución diplomática al mismo tiempo? O se está, o no se está. Pero con estas medias tintas vamos a quedar mal con todos, y en todas partes. Como de costumbre.

En el mejor de los casos, las aventuras neocoloniales de Francia y Reino Unido, reverdeciendo los marchitos laureles de la Entente Cordiale, nos va a costar la pasta a los currifichantes españoles. La misma pasta gansa que luego nos recortarán cicateramente en salarios, pensiones, subsidios y otras naderías. Y, hablando de todo un poco: ¿Quiénes se beneficiaran con el derrocamiento del coronel Gadafi?

Pues la petrolera BP (British Petroleum) y la francesa Total, que pasarán a controlar el petróleo y el gas libio. La gran perjudicada será la italiana ENI (Ente Nazionale Idrocarburi) que ya tenía suscritos contratos en este sentido con el Régimen de Gadafi. Para más señas, diremos que ENI es la empresa pública italiana que ha desencadenado un enrarecido ambiente en el panorama energético español por su guerra sucia contra el grupo Gas Natural desde que éste compró Unión Fenosa, y con la creación de una sociedad con el nombre de ENI Gas & Power España, para actuar como comercializadora de gas natural en España.

Desde febrero de 2009, Endesa también es italiana. La gran compañía eléctrica española, que era también la primera compañía privada del sector en América Latina, cambió de manos cuando Acciona acordó vender al grupo italiano ENEL, participado en un 30% por el Estado, el 25% del capital de la eléctrica a 41,95 euros por acción. ¿Por qué no fuimos capaces de crear aquí un gran grupo energético similar que agrupase a las grandes empresas del sector? ¿Qué hay de bueno en malvender las empresas públicas, o semipúblicas, a los extranjeros? Es pan para hoy y hambre para mañana.

Mientras los bancos italianos se conjuraron para impedir el desembarco en Italia del BBVA, aquí permitamos a las empresas públicas italianas campar como Pedro por su casa haciendo la puñeta a las empresas privadas españolas. Es una lucha desigual, porque los italianos cuentan con el respaldo y el dinero público que les facilita su Gobierno, y las empresas privadas españolas, no. O jugamos todos con las mismas reglas de libre mercado, o rompemos la baraja. Yo soy partidario de romper la baraja.

Este trato de favor a los italianos no se entiende, sobre todo, después del fenomenal plantón con el que el maleducado Berlusconi obsequió a su “amigo” Zapatero en Roma a cuenta de un error de protocolo. ¿Conoce nuestro presidente el significado de la palabra dignidad?

Entramos en Europa por la puerta de servicio, como los lacayos, y ahora seguimos pagando las consecuencias. Unas consecuencias que van más allá de nuestro orgullo patrio herido y que nos acabarán afectando a todos directamente y mucho más de lo que pensamos. A las empresas energéticas las han seguido cadenas de televisión. ¿Por qué damos tantas facilidades a los extranjeros para que se hagan dueños de nuestro país a través de las empresas españolas que compran?

Cuando la empresa pública italiana ENI se haga un buen hueco en el sector energético español, acabaremos pagando una parte del recibo eléctrico italiano. Y también de el del gas. Y dentro de muy poco subirán de nuevo los carburantes con el manido pretexto de la guerra en Libia. Pero Libia apenas produce el 2% del crudo que se consume en todo el mundo. Entonces ¿a qué se debe este aumento del precio de los carburantes? Pues a que Italia importa el 30% del crudo que consume de ese país norteafricano, y alguien tendrá que pagar los platos rotos.

Además, la petrolera británica BP quiere recuperar cuanto antes la astronómica suma de dinero que le ha costado “limpiar” su desaguisado en el Golfo de México tras el vertido de crudo del verano pasado. Ésa es otra de las razones por las que, desde entonces, el precio del petróleo no deja de incrementarse. Y la ONU está estudiando la posibilidad de gravar con un impuesto especial los carburantes en los países desarrollados para pagar, con el dinero que se recaude, una parte de los intereses de la deuda que los países pobres tienen contraída con el Banco Mundial.

Claro que, si usted es uno de esos avispados ciudadanos que siempre echa 20 euros de gasolina… la subida no le afectará. Usted seguirá pagando 20 euros al repostar, con independencia del precio al que esté el litro de gasolina o de gasóleo. ¿Verdad? Entonces ¿para qué vamos a preocuparnos? Todo va bien.

No hace mucho, el señor Zapatero fanfarroneaba invitando a las empresas e inversores españoles a invertir en el extranjero. Al mismo tiempo, alentaba a todos los habitantes de la Tierra, y a los de otros espacios siderales, a venir a España a buscar empleo. Muchos de aquellos ingenuos inmigrantes que le creyeron, sobre todo americanos, ya han tenido que regresar a sus países de origen con una mano delante y otra detrás, después de entregar las llaves de sus casas a los bancos. Lo han perdido todo. Como tantos españoles compañeros de infortunio y víctimas de los delirios de grandeza de un bobo que se creyó sus propias mentiras.

Ahora, con 4,7 millones de parados, tenemos una población extranjera que ronda los 5 millones y a la que no podemos ofrecer esos empleos que les prometimos, porque tampoco los tenemos para nosotros, y tenemos que mendigar 300 millones de euros en Catar para recapitalizar las cajas y decirles a nuestros jóvenes que vayan pensando en emigrar a Alemania si quieren obtener un empleo.

Una buena medida para favorecer la incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo habría sido rebajar la edad de jubilación, o por lo menos, mantenerla en los 65 años. Jamás, alargarla. Pero, mientras sigamos obedeciendo mansamente las exigencias impuestas desde Bruselas, nuestra calidad de vida seguirá despeñándose sin freno por una pendiente que desemboca en un profundo abismo de desindustrialización, desempleo, recesión y… ¡desesperación!

¿Sigue usted pensando que la vida es una gran caja de bombones?

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