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Lucas Paulinovich / Corresponsal en Argentina

Lo que Salta dejó

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El domingo 10 de abril se realizaron las elecciones a gobernador en la provincia de Salta. Es la tercera medición provincial en lo que va del 2011, año electoral. Hasta ahora las victorias habían sido del oficialismo. En Catamarca, a través de la candidata auspiciada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK).

En Chubut, en cambio, con una derrota fáctica pero una victoria relativa. En solo 2 meses, el oficialismo remontó 30 puntos en las encuestas y terminó palo y palo con el candidato opositor, apadrinado por el gobernador en vigor, Mario Das Neves. Las elecciones estuvieron teñidas de sospechas. Aún hoy, más de 15 días después, no hay resultados precisos, siguen los conteos y en múltiples distritos hay reclamos para volver a votar.

En el caso de Salta, también se produjo una victoria del candidato oficialista. Juan Manuel Urtubey, actual gobernador, consiguió la reelección con el 55% de los votos, aproximadamente. Sin embargo, aunque fue la excepción y no la regla, es un error considerar que se trató de una victoria netamente kirchnerista. Fue, más bien, una derrota de la oposición, que continúa destartalada y sin lograr articularse con posibilidades serias de competirle a CFK.

Salta es un distrito conservador. Las costumbres de la provincia aún respetan firmemente una larga tradición aristocrática. Se entiende, de esa manera, que el gobernador Urtubey sea un candidato tan apreciado. No se trata de un hombre comprometido con el Proyecto Nacional, promocionado desde la presidencia. Es, en el mejor de los casos, un valorable aliado táctico del kirchnerismo, útil para fortalecerse en la carrera de cara a las presidenciales de octubre, pero de ninguna manera, Urtubey encarna un hombre comprometido con los valores y principios fundamentales pregonados. De cualquier modo, dado el contexto, era, sin dudas, el candidato que representaba la opción oficial en las elecciones. No tanto por características propias, sino más bien por carencias de alternativas. La boleta de Encuentro Popular, una organización política que representaba el ala izquierda del kirchnerismo y llevaba como candidato a Tupac Puggioni, no pudo participar de los comicios. El Tribunal Electoral de Salta se basó en la personería jurídica del Partido Comunista, que integraba el frente, para anular la candidatura, ya que aquella había caducado a nivel nacional por decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el 21 de diciembre de 2010. “El gobernador armó un frente que se llama Frente Justicialista Renovador para la Victoria, en el cual se encuentra el kirchnerismo. Uno de sus integrantes es el actual vicegobernador de la provincia, Andrés Zottos, quien integró el viejo partido Renovador de la dictadura militar”, contaba Puggioni en una entrevista al diario Miradas al Sur.

De hecho, en el frente electoral que encabeza Urtubey se encontraba el Partido Renovador. Este partido fue el único que pudo ganar una elección por fuera del peronismo desde 1973. Fue en 1991, con Roberto Ulloa como candidato, ex gobernador durante la dictadura militar. En las siete elecciones restantes, ganó siempre el peronismo. Pero solo en la primera de ellas lo hizo un candidato que perteneciera a la izquierda del movimiento, cuando salió vencedor Miguel Ragone, en el ’73. Las restantes elecciones estuvieron hegemonizadas por el sector más conservador del peronismo. Y esa hegemonía se dirimió en términos dinásticos. Del ’83 al ’91 gobernó Roberto Romero. Luego, el mando pasó a su hijo, Juan Carlos, que gobernó del ’95 al ’07. Fue este mismo quien apadrinó a Juan Manuel Urtubey, que lo sucedió en la gobernación. Sin embargo, luego de un tiempo dentro del redil político, el joven salteño le soltó la mano a su padrino y se acercó a CFK, por entonces senadora y, por lo tanto, al kirchnerismo que crecía con contundencia.

El mismo domingo de las elecciones, Horacio Verbitsky cuenta en su columna habitual en Página 12 que durante reuniones veraniegas en la Cámara de la Construcción, Urtubey era propuesto por lo más granado de los sectores concentrados de la economía argentina, como vicepresidente en una fórmula con Daniel Scioli, actual gobernador de Buenos Aires y ex vicepresidente de Néstor Kirchner. Ambos representan el ala conservadora del kirchnerismo y expresan una combinación tentadora para el gran capital: por un lado tienen cierto arrastre popular proveniente de su pertenencia al kirchnerismo, pero por otro, representan sus intereses. Son de los suyos, en otros términos.

En esa reunión, entre otras cosas, según cuenta Verbitsky, también se proponía reemplazar a Hugo Moyano de la conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT) y que asumiera Gerardo Martínez un hombre más afín a sus intereses. La relación entre Urtubey y Moyano no es nada buena. El líder de la CGT estuvo en la provincia de Salta haciendo campaña para Walter Wayar, cuyo candidato a vicegobernador era Jorge Guaymás, un hombre de Moyano. Wayar también iba bajo el sello kirchnerista, aunque su tradición nacional y popular quedaba más en duda aún que en el caso de Urtubey. Fue vicegobernador de Juan Carlos Romero durante 12 años, estuvo alineado con el menemismo, luego se asumió como parte del opositor Peronismo Federal, para terminar adscribiendo a la causa kirchnerista. Sin lugar a dudas, en semejante marco, la candidatura de Urtubey era la que más le convenía al oficialismo nacional. Moyano, quien mantiene una relación de tensa amistad con CFK, no pudo superar las diferencias y jugó en contra del gobernador. Urtubey lo criticó más de una vez. “Hay un intento por anular el pensamiento crítico”, dijo en el programa radial de Reynaldo Sietecase, en Radio Del Plata, aludiendo a la respuesta recibida por sus críticas al dirigente cegetista.

Este no es un dato menor. El enfrentamiento con la CGT marca una tendencia dentro de la naturaleza del urtubeyismo. No es casual su renuencia a aceptar la presencia de Hugo Moyano, un hombre combativo y que ejerce grandes porciones de poder en la Argentina. La representación de los trabajadores que el líder de la CGT es un tanto incómoda para los sectores que Urtubey pretende representar, y cuestionarlo es una exigencia imprescindible. Es positivo poder diferenciar la naturaleza de los actores que comparten el propio espacio en determinado momento histórico. Y suena sumamente complejo caracterizar a Urtubey como un progresista. No tuvo grandes gestos durante la discusión de leyes de particular importancia como el Matrimonio Igualitario o no realizó declaraciones de con tales rasgos al respecto de la legalización de la marihuana o la legalización del aborto. Durante el conflicto del agro en el 2008, sin embargo, ofició como anfitrión de CFK para contrarrestar la fuerza del acto ruralista organizado al pie del Monumento a la Bandera, en Rosario. Esa actitud tuvo un considerable costo político con sus bases y raudamente corrigió su rumbo e intentó despegarse de la posición oficial. A partir de entonces, lo caracterizó un discurso ‘conciliador’, sumamente ambiguo, pero muy caro a la sensiblería de las clases medias ilustradas.

El candidato que salió segundo fue Alfredo Olmedo, diputado nacional que cobró notoriedad por sus declaraciones homofóbicas y sus extravagancias durante la discusión de la Ley de Matrimonio Igualitario. Es quien recibió el respaldo de Juan Carlos Romero y, en efecto, la simpatía de todo el Peronismo Federal, que conglomera al menemismo y a lo más rancio del peronismo. Este hombre, marcadamente conservador y derechista, con un discurso xenófobo y retrógrado, iba bajo la chapa del PRO, el partido que encabeza a nivel nacional Mauricio Macri y constituye la expresión más derechosa de los últimos años. La presencia de este personaje como un apresurado candidato –hace tan solo seis meses que apareció en la escena política con cierto ruido- demuestra el nivel de fragmentación y desconcierto de la oposición. El radicalismo obtuvo en las elecciones menos votos que el Partido Obrero, una organización ultraizquierdista, muy poco adepta a las prácticas electorales de la democracia burguesa.

Que Olmedo haya salido segundo, habla también de las características particulares de la provincia salteña y ratifica su conformación conservadora. Este hombre se hizo famoso, principalmente, por sus desprecios a los homosexuales y por las acusaciones en su contra de explotación y sometimiento al trabajo esclavo. Se trata de un productor de olivo con más de 1.000 hectáreas, hijo de un gran productor sojero. Es decir, no es un hombre que, por cuestiones de puro interés material, pueda promover medidas demasiado progresivas socioeconómicamente. La rivalidad entre Olmedo y Urtubey, de todas formas, no es tan grande. “El candidato de la oposición, el diputado Alfredo Olmedo, mantiene negocios con el Ejecutivo provincial en lo que hace a la soja. Salta Forestal tiene 360 mil hectáreas que se las adjudicaron al Grupo Irsa y a Olmedo por 99 años. Además, cuentan con exenciones impositivas por 20 años y pagan la hectárea a sólo 0,59 centavos.”, afirma Puggioni, en la entrevista citada.

Según relevamiento del diario Miradas al Sur, ambos candidatos tienen negocios en común. Eduardo Anguita, director del diario, cita una nota de Alejandro Guerrero, en donde comenta los lazos: “En mayo de 2000, ya bajo el gobierno de Romero, la provincia entregó esas 362 mil hectáreas a Ecodesarrollo Salta SA, una asociación de Olmedo Agropecuaria y la empresa Agropecuaria Cervera. El total del paquete accionario de Cervera es propiedad de Cresud, brazo agropecuario de IRSA, el grupo empresarial de Eduardo Elsztein. La concesión se entregó por 64 años (35 con opción a otros 29). Según el contrato firmado con la provincia, Ecodesarrollo no pagaría canon alguno durante los primeros 20 años, y sólo debía pagar un impuesto anual fijo de 300 mil pesos. En 2003, Ecodesarrollo entregó a Cresud 132 mil hectáreas correspondientes a la zona norte de la concesión y a una parte de la zona sur. Ese traslado, irregular desde el punto de vista contractual, fue aceptado por Romero, decreto mediante. De las 230 mil hectáreas que quedaron en poder de Ecodesarrollo, ya hay 20 mil en explotación, sometidas a un desmonte masivo. Las especies boscosas se transforman rápidamente en postes, carbón y madera empleados en los establecimientos de Olmedo Agropecuaria. El bosque destruido es remplazado en parte con la implantación de otras especies de ciclo corto, de no más de siete años, para comercializar subproductos de la madera. Los desmontes fueron posibles gracias a la aprobación, en diciembre de 2008 (bajo el gobierno de Urtubey), de la Ley Provincial 7543”.

Que Eduardo Anguita, que pertenece al sector de la prensa de izquierda que apoya la gestión oficial, publique una nota de este tipo, es todo un dato en sí mismo. Muestra la disconformidad del bando izquierdo del kirchnerismo ante las elecciones salteñas. La victoria de Urtubey es un paso adelante en su carrera presidencial. Su pertenencia al Proyecto Nacional se inscribe en esa estrategia oportunista. Su objetivo es 2015. Este domingo dio un paso importantísimo. Ahora es tarea de CFK de aprovechar esa alianza táctica para crear en la provincia de Salta estructuras autónomas que le permitan la consolidación del proyecto.

Lo que Salta dejó

Lucas Paulinovich / Corresponsal en Argentina
Lucas Paulinovich
jueves, 14 de abril de 2011, 06:53 h (CET)
El domingo 10 de abril se realizaron las elecciones a gobernador en la provincia de Salta. Es la tercera medición provincial en lo que va del 2011, año electoral. Hasta ahora las victorias habían sido del oficialismo. En Catamarca, a través de la candidata auspiciada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK).

En Chubut, en cambio, con una derrota fáctica pero una victoria relativa. En solo 2 meses, el oficialismo remontó 30 puntos en las encuestas y terminó palo y palo con el candidato opositor, apadrinado por el gobernador en vigor, Mario Das Neves. Las elecciones estuvieron teñidas de sospechas. Aún hoy, más de 15 días después, no hay resultados precisos, siguen los conteos y en múltiples distritos hay reclamos para volver a votar.

En el caso de Salta, también se produjo una victoria del candidato oficialista. Juan Manuel Urtubey, actual gobernador, consiguió la reelección con el 55% de los votos, aproximadamente. Sin embargo, aunque fue la excepción y no la regla, es un error considerar que se trató de una victoria netamente kirchnerista. Fue, más bien, una derrota de la oposición, que continúa destartalada y sin lograr articularse con posibilidades serias de competirle a CFK.

Salta es un distrito conservador. Las costumbres de la provincia aún respetan firmemente una larga tradición aristocrática. Se entiende, de esa manera, que el gobernador Urtubey sea un candidato tan apreciado. No se trata de un hombre comprometido con el Proyecto Nacional, promocionado desde la presidencia. Es, en el mejor de los casos, un valorable aliado táctico del kirchnerismo, útil para fortalecerse en la carrera de cara a las presidenciales de octubre, pero de ninguna manera, Urtubey encarna un hombre comprometido con los valores y principios fundamentales pregonados. De cualquier modo, dado el contexto, era, sin dudas, el candidato que representaba la opción oficial en las elecciones. No tanto por características propias, sino más bien por carencias de alternativas. La boleta de Encuentro Popular, una organización política que representaba el ala izquierda del kirchnerismo y llevaba como candidato a Tupac Puggioni, no pudo participar de los comicios. El Tribunal Electoral de Salta se basó en la personería jurídica del Partido Comunista, que integraba el frente, para anular la candidatura, ya que aquella había caducado a nivel nacional por decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el 21 de diciembre de 2010. “El gobernador armó un frente que se llama Frente Justicialista Renovador para la Victoria, en el cual se encuentra el kirchnerismo. Uno de sus integrantes es el actual vicegobernador de la provincia, Andrés Zottos, quien integró el viejo partido Renovador de la dictadura militar”, contaba Puggioni en una entrevista al diario Miradas al Sur.

De hecho, en el frente electoral que encabeza Urtubey se encontraba el Partido Renovador. Este partido fue el único que pudo ganar una elección por fuera del peronismo desde 1973. Fue en 1991, con Roberto Ulloa como candidato, ex gobernador durante la dictadura militar. En las siete elecciones restantes, ganó siempre el peronismo. Pero solo en la primera de ellas lo hizo un candidato que perteneciera a la izquierda del movimiento, cuando salió vencedor Miguel Ragone, en el ’73. Las restantes elecciones estuvieron hegemonizadas por el sector más conservador del peronismo. Y esa hegemonía se dirimió en términos dinásticos. Del ’83 al ’91 gobernó Roberto Romero. Luego, el mando pasó a su hijo, Juan Carlos, que gobernó del ’95 al ’07. Fue este mismo quien apadrinó a Juan Manuel Urtubey, que lo sucedió en la gobernación. Sin embargo, luego de un tiempo dentro del redil político, el joven salteño le soltó la mano a su padrino y se acercó a CFK, por entonces senadora y, por lo tanto, al kirchnerismo que crecía con contundencia.

El mismo domingo de las elecciones, Horacio Verbitsky cuenta en su columna habitual en Página 12 que durante reuniones veraniegas en la Cámara de la Construcción, Urtubey era propuesto por lo más granado de los sectores concentrados de la economía argentina, como vicepresidente en una fórmula con Daniel Scioli, actual gobernador de Buenos Aires y ex vicepresidente de Néstor Kirchner. Ambos representan el ala conservadora del kirchnerismo y expresan una combinación tentadora para el gran capital: por un lado tienen cierto arrastre popular proveniente de su pertenencia al kirchnerismo, pero por otro, representan sus intereses. Son de los suyos, en otros términos.

En esa reunión, entre otras cosas, según cuenta Verbitsky, también se proponía reemplazar a Hugo Moyano de la conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT) y que asumiera Gerardo Martínez un hombre más afín a sus intereses. La relación entre Urtubey y Moyano no es nada buena. El líder de la CGT estuvo en la provincia de Salta haciendo campaña para Walter Wayar, cuyo candidato a vicegobernador era Jorge Guaymás, un hombre de Moyano. Wayar también iba bajo el sello kirchnerista, aunque su tradición nacional y popular quedaba más en duda aún que en el caso de Urtubey. Fue vicegobernador de Juan Carlos Romero durante 12 años, estuvo alineado con el menemismo, luego se asumió como parte del opositor Peronismo Federal, para terminar adscribiendo a la causa kirchnerista. Sin lugar a dudas, en semejante marco, la candidatura de Urtubey era la que más le convenía al oficialismo nacional. Moyano, quien mantiene una relación de tensa amistad con CFK, no pudo superar las diferencias y jugó en contra del gobernador. Urtubey lo criticó más de una vez. “Hay un intento por anular el pensamiento crítico”, dijo en el programa radial de Reynaldo Sietecase, en Radio Del Plata, aludiendo a la respuesta recibida por sus críticas al dirigente cegetista.

Este no es un dato menor. El enfrentamiento con la CGT marca una tendencia dentro de la naturaleza del urtubeyismo. No es casual su renuencia a aceptar la presencia de Hugo Moyano, un hombre combativo y que ejerce grandes porciones de poder en la Argentina. La representación de los trabajadores que el líder de la CGT es un tanto incómoda para los sectores que Urtubey pretende representar, y cuestionarlo es una exigencia imprescindible. Es positivo poder diferenciar la naturaleza de los actores que comparten el propio espacio en determinado momento histórico. Y suena sumamente complejo caracterizar a Urtubey como un progresista. No tuvo grandes gestos durante la discusión de leyes de particular importancia como el Matrimonio Igualitario o no realizó declaraciones de con tales rasgos al respecto de la legalización de la marihuana o la legalización del aborto. Durante el conflicto del agro en el 2008, sin embargo, ofició como anfitrión de CFK para contrarrestar la fuerza del acto ruralista organizado al pie del Monumento a la Bandera, en Rosario. Esa actitud tuvo un considerable costo político con sus bases y raudamente corrigió su rumbo e intentó despegarse de la posición oficial. A partir de entonces, lo caracterizó un discurso ‘conciliador’, sumamente ambiguo, pero muy caro a la sensiblería de las clases medias ilustradas.

El candidato que salió segundo fue Alfredo Olmedo, diputado nacional que cobró notoriedad por sus declaraciones homofóbicas y sus extravagancias durante la discusión de la Ley de Matrimonio Igualitario. Es quien recibió el respaldo de Juan Carlos Romero y, en efecto, la simpatía de todo el Peronismo Federal, que conglomera al menemismo y a lo más rancio del peronismo. Este hombre, marcadamente conservador y derechista, con un discurso xenófobo y retrógrado, iba bajo la chapa del PRO, el partido que encabeza a nivel nacional Mauricio Macri y constituye la expresión más derechosa de los últimos años. La presencia de este personaje como un apresurado candidato –hace tan solo seis meses que apareció en la escena política con cierto ruido- demuestra el nivel de fragmentación y desconcierto de la oposición. El radicalismo obtuvo en las elecciones menos votos que el Partido Obrero, una organización ultraizquierdista, muy poco adepta a las prácticas electorales de la democracia burguesa.

Que Olmedo haya salido segundo, habla también de las características particulares de la provincia salteña y ratifica su conformación conservadora. Este hombre se hizo famoso, principalmente, por sus desprecios a los homosexuales y por las acusaciones en su contra de explotación y sometimiento al trabajo esclavo. Se trata de un productor de olivo con más de 1.000 hectáreas, hijo de un gran productor sojero. Es decir, no es un hombre que, por cuestiones de puro interés material, pueda promover medidas demasiado progresivas socioeconómicamente. La rivalidad entre Olmedo y Urtubey, de todas formas, no es tan grande. “El candidato de la oposición, el diputado Alfredo Olmedo, mantiene negocios con el Ejecutivo provincial en lo que hace a la soja. Salta Forestal tiene 360 mil hectáreas que se las adjudicaron al Grupo Irsa y a Olmedo por 99 años. Además, cuentan con exenciones impositivas por 20 años y pagan la hectárea a sólo 0,59 centavos.”, afirma Puggioni, en la entrevista citada.

Según relevamiento del diario Miradas al Sur, ambos candidatos tienen negocios en común. Eduardo Anguita, director del diario, cita una nota de Alejandro Guerrero, en donde comenta los lazos: “En mayo de 2000, ya bajo el gobierno de Romero, la provincia entregó esas 362 mil hectáreas a Ecodesarrollo Salta SA, una asociación de Olmedo Agropecuaria y la empresa Agropecuaria Cervera. El total del paquete accionario de Cervera es propiedad de Cresud, brazo agropecuario de IRSA, el grupo empresarial de Eduardo Elsztein. La concesión se entregó por 64 años (35 con opción a otros 29). Según el contrato firmado con la provincia, Ecodesarrollo no pagaría canon alguno durante los primeros 20 años, y sólo debía pagar un impuesto anual fijo de 300 mil pesos. En 2003, Ecodesarrollo entregó a Cresud 132 mil hectáreas correspondientes a la zona norte de la concesión y a una parte de la zona sur. Ese traslado, irregular desde el punto de vista contractual, fue aceptado por Romero, decreto mediante. De las 230 mil hectáreas que quedaron en poder de Ecodesarrollo, ya hay 20 mil en explotación, sometidas a un desmonte masivo. Las especies boscosas se transforman rápidamente en postes, carbón y madera empleados en los establecimientos de Olmedo Agropecuaria. El bosque destruido es remplazado en parte con la implantación de otras especies de ciclo corto, de no más de siete años, para comercializar subproductos de la madera. Los desmontes fueron posibles gracias a la aprobación, en diciembre de 2008 (bajo el gobierno de Urtubey), de la Ley Provincial 7543”.

Que Eduardo Anguita, que pertenece al sector de la prensa de izquierda que apoya la gestión oficial, publique una nota de este tipo, es todo un dato en sí mismo. Muestra la disconformidad del bando izquierdo del kirchnerismo ante las elecciones salteñas. La victoria de Urtubey es un paso adelante en su carrera presidencial. Su pertenencia al Proyecto Nacional se inscribe en esa estrategia oportunista. Su objetivo es 2015. Este domingo dio un paso importantísimo. Ahora es tarea de CFK de aprovechar esa alianza táctica para crear en la provincia de Salta estructuras autónomas que le permitan la consolidación del proyecto.

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