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Ricardo Martínez

Los mismos perros con diferente collar

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Vaya por delante que esta crítica a Guardiola no excusa a Mourinho, ni la comparación con Rosell es un elogio a Florentino. ¡Ni mucho menos! En las últimas semanas hemos apreciado como ha crecido la vanidad en Can Barça. No es que por Madrid haya bajado (que no lo hará nunca) pero resulta curioso que en este momento tan trascendente de la temporada aparezca el ramalazo blaugrana que deja de lado el famoso seny catalán.

"Si ganamos al Shakhtar estaremos en la final" aseguraba Pep en la previa de la vuelta de los cuartos de la Champions. ¿Lapsus de Guardiola? No hay quien se lo crea. Frase medida, pensada y estudiada. Un equivocación cometida por descuido conlleva una rectificación natural y espontánea que el entrenador del Barcelona no tuvo. Si lo hubiera hecho el portugués, que perlas peores ha desgranado a lo largo del año (la última, mandar a Karanka a las ruedas de prensa, que ya hay que ser sobrado...) le hubieran llovido unas cuantas. Pero Guardiola las tira, como el que se cae y no se levanta... Que Pep sea elegante, no significa que tenga eso puntito de doblez y mala leche que de jugador sacaba a menudo cuando se comía a los árbitros.

Y en este punto, hay que acordarse del momento en el que el espíritu hooligariano del célebre Joan Gaspart se apoderó del comedido, hasta ese momento, Sandro. "Vamos a ganar la final de Copa 5-0, para no perder la costumbre". Chulería madrileña, que no madridista, a la catalana. ¿Quién da más? El máximo dirigente culé reculó y se volvió a situar en esa modestia, que ya no disimula la falsedad y que resulta tan poco creíble.

El último caballero fue Nicolau Casaus. Directivo querido en todos los palcos y respetado por todas las aficiones. El resto (blancos y azulgranas) utilizan el fútbol para engordar su ego, para estirar su fanfarronería. Unos falsos y soberbios, otros maleducados y prepotentes. Cambian las formas, pero no el contenido. Son los mismos perros con diferente collar...

Los mismos perros con diferente collar

Ricardo Martínez
Ricardo Martínez
jueves, 14 de abril de 2011, 06:51 h (CET)
Vaya por delante que esta crítica a Guardiola no excusa a Mourinho, ni la comparación con Rosell es un elogio a Florentino. ¡Ni mucho menos! En las últimas semanas hemos apreciado como ha crecido la vanidad en Can Barça. No es que por Madrid haya bajado (que no lo hará nunca) pero resulta curioso que en este momento tan trascendente de la temporada aparezca el ramalazo blaugrana que deja de lado el famoso seny catalán.

"Si ganamos al Shakhtar estaremos en la final" aseguraba Pep en la previa de la vuelta de los cuartos de la Champions. ¿Lapsus de Guardiola? No hay quien se lo crea. Frase medida, pensada y estudiada. Un equivocación cometida por descuido conlleva una rectificación natural y espontánea que el entrenador del Barcelona no tuvo. Si lo hubiera hecho el portugués, que perlas peores ha desgranado a lo largo del año (la última, mandar a Karanka a las ruedas de prensa, que ya hay que ser sobrado...) le hubieran llovido unas cuantas. Pero Guardiola las tira, como el que se cae y no se levanta... Que Pep sea elegante, no significa que tenga eso puntito de doblez y mala leche que de jugador sacaba a menudo cuando se comía a los árbitros.

Y en este punto, hay que acordarse del momento en el que el espíritu hooligariano del célebre Joan Gaspart se apoderó del comedido, hasta ese momento, Sandro. "Vamos a ganar la final de Copa 5-0, para no perder la costumbre". Chulería madrileña, que no madridista, a la catalana. ¿Quién da más? El máximo dirigente culé reculó y se volvió a situar en esa modestia, que ya no disimula la falsedad y que resulta tan poco creíble.

El último caballero fue Nicolau Casaus. Directivo querido en todos los palcos y respetado por todas las aficiones. El resto (blancos y azulgranas) utilizan el fútbol para engordar su ego, para estirar su fanfarronería. Unos falsos y soberbios, otros maleducados y prepotentes. Cambian las formas, pero no el contenido. Son los mismos perros con diferente collar...

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