Cuando echamos una mirada a nuestra sociedad observamos que las personas vivimos con más ansiedad y depresión que con alegrías y momentos de felicidad. Tantas responsabilidades nos ahogan y nos trasladan a una vida cargada de estrés. Eso nos lleva a que no prestamos atención a la vida a no experimentarla con vitalidad.
Nos movemos entre la ansiedad y la melancolía y si alguien nos informa plantea que salgamos de esa rutina, dura en la que vivimos, las personas se sienten perdidas, con miedo, llegan a desconfiar de la vida sin ocupaciones y con menos responsabilidades. Es curioso cómo nos estresamos hasta con el ocio cotidiano e incluso podemos llegar al extremo de desconfiar de las personas que se toman la vida con cierta parsimonia y se siente alegre. Parece que les recrimináramos por no entender que la vida es seria, dirían algunos. Tanto es así que incluso hemos adoptado términos relacionados con la seriedad para hablar de “cosas serias” como decimos en muchas ocasiones. Pensamos que la alegría y lo trascendente en nuestra vida están reñidos.
Sin embargo optamos y deseamos como es lógico y natural por una vida saludable, sin darnos cuenta que los estudios dentro de la psicología nos plantean que si nos comprometemos a llevar una vida más optimista y feliz eso repercute directamente sobre nuestra salud, e incluso al mismo tiempo nos permite ampliar nuestro campo de posibilidades vitales, nos nutre de una vitalidad transformadora en todos los ámbitos de nuestra vida.
Por lo tantos es imprescindible que aprendamos a mantener la positividad en nuestra vida ya que nuestra felicidad depende de ella. Debemos de aprender a potenciar las emociones positivas, ahora más que nunca para sobrellevar tanta amargura diaria que nos conduce a la tristeza. Por tanto necesitamos ser positivos porque nos transforma y nos hace diferentes.
Las vivencias emocionales gratas y agradables Emociones agradables que parten de la esperanza, de la inspiración o la alegría nos abren un campo de posibilidades, no solo por la transformación y recompensa biológica que producen en nosotros, vinculadas a las endorfinas, la dopamina o la serotonina, sustancias todas ellas que inciden sobre nuestro grado de felicidad. Sino que a medida que le ganamos la batalla a la negatividad cambiamos nosotros e influimos sobre el entorno que nos rodea.
Potenciando por tanto nuestro pensamiento creativo e integrador, concepto fundamental a la hora de encontrar soluciones a situaciones vitales difíciles. Sino que además nos hace que generemos compromiso con nuestra propia vida.
Sin duda la positividad, la vida positiva nos traslada a un mundo que interpretamos como más expansivo y que nos aporta más opciones de ser felices y crecer como personas.