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Luis López

Utopías

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Un mapa del mundo que no incluya Utopía no merece ni un vistazo. Oscar Wilde

Estamos inmersos en la campaña electoral que ha de refrendarse con el voto en las urnas el próximo 22 de mayo. Estas fechas politizadas anuncian que al menos 16000 equipos (el ganador y al menos un opositor) están trabajando duro, para que en las municipales sus números uno lleguen a la alcaldía de los más de 8000 municipios que existen en el país. También son elecciones autonómicas en trece comunidades y en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Todas salvo Andalucía, Galicia, País Vasco y Cataluña.

Este es el panorama que se presenta en un país que aún no ha visto el final del túnel y cuya cifra de parados crece sin que ninguna venda parezca capaz de atajar la herida. A priori se podría pensar que los españoles se aproximan a estos comicios participativos y críticos. Con ganas de permanecer activos. Ganas de reflexionar sobre los programas de los partidos para elegir al mejor gestor a un ayuntamiento o una comunidad autónoma. Desgraciadamente los españoles que yo conozco afrontan este mes largo con desidia, desinterés y cierto grado de indiferencia.

La motivación que cabría esperar en pos del cambio no existe. La ilusión por intentar mejorar el entorno desde dentro del sistema debió desaparecer en alguna parte del camino democrático, posiblemente en las primeras casillas. La primera Utopía de la que tengo constancia fue escrita por
Tomás Moro en 1516, cuando la Corona de Castilla y la de Aragón dominaban el mundo. Desgraciadamente podemos estar seguros que Utopía no se encuentra dentro de los confines de España. He mirado bien el mapa y no aparece por ninguna parte del territorio peninsular ni el insular.

Puede que se esfumara con el Imperio, o que él se basara en su Inglaterra natal, o en el territorio ignoto de su imaginación. Sea como fuera, Moro nos traslada a una isla en la que la tierra es comunitaria y los intereses individuales sirven a los generales. Quizás las preocupaciones del autor se desviaban hacia su país, en concreto hacia su rey Enrique VIII y el futuro cisma que sacudiría Europa. Aún así, ilumina una organización social en un librito donde todos los deseos de prosperidad tienen cabida. Porque el papel lo aguanta todo.

Pronto las vallas publicitarias, las marquesinas, las paredes, los autobuses y un interminable etcétera estarán dominados por los diferentes candidatos. Insisto, porque el papel lo aguanta todo. Pero lo que anuncian estas fotografías telúricas es el cierto futuro que nos espera. Tenemos la clase política que nos merecemos. El mundo entero está cartografiado, no hay un solo lugar en el que uno pueda posicionarse sin tener acceso a un satélite que triangule su señal. Nos lo merecemos, aunque según google maps Utopía está mucho más cerca de lo que cabría esperar.

Utopías

Luis López
Luis López
martes, 12 de abril de 2011, 07:13 h (CET)
Un mapa del mundo que no incluya Utopía no merece ni un vistazo. Oscar Wilde

Estamos inmersos en la campaña electoral que ha de refrendarse con el voto en las urnas el próximo 22 de mayo. Estas fechas politizadas anuncian que al menos 16000 equipos (el ganador y al menos un opositor) están trabajando duro, para que en las municipales sus números uno lleguen a la alcaldía de los más de 8000 municipios que existen en el país. También son elecciones autonómicas en trece comunidades y en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Todas salvo Andalucía, Galicia, País Vasco y Cataluña.

Este es el panorama que se presenta en un país que aún no ha visto el final del túnel y cuya cifra de parados crece sin que ninguna venda parezca capaz de atajar la herida. A priori se podría pensar que los españoles se aproximan a estos comicios participativos y críticos. Con ganas de permanecer activos. Ganas de reflexionar sobre los programas de los partidos para elegir al mejor gestor a un ayuntamiento o una comunidad autónoma. Desgraciadamente los españoles que yo conozco afrontan este mes largo con desidia, desinterés y cierto grado de indiferencia.

La motivación que cabría esperar en pos del cambio no existe. La ilusión por intentar mejorar el entorno desde dentro del sistema debió desaparecer en alguna parte del camino democrático, posiblemente en las primeras casillas. La primera Utopía de la que tengo constancia fue escrita por
Tomás Moro en 1516, cuando la Corona de Castilla y la de Aragón dominaban el mundo. Desgraciadamente podemos estar seguros que Utopía no se encuentra dentro de los confines de España. He mirado bien el mapa y no aparece por ninguna parte del territorio peninsular ni el insular.

Puede que se esfumara con el Imperio, o que él se basara en su Inglaterra natal, o en el territorio ignoto de su imaginación. Sea como fuera, Moro nos traslada a una isla en la que la tierra es comunitaria y los intereses individuales sirven a los generales. Quizás las preocupaciones del autor se desviaban hacia su país, en concreto hacia su rey Enrique VIII y el futuro cisma que sacudiría Europa. Aún así, ilumina una organización social en un librito donde todos los deseos de prosperidad tienen cabida. Porque el papel lo aguanta todo.

Pronto las vallas publicitarias, las marquesinas, las paredes, los autobuses y un interminable etcétera estarán dominados por los diferentes candidatos. Insisto, porque el papel lo aguanta todo. Pero lo que anuncian estas fotografías telúricas es el cierto futuro que nos espera. Tenemos la clase política que nos merecemos. El mundo entero está cartografiado, no hay un solo lugar en el que uno pueda posicionarse sin tener acceso a un satélite que triangule su señal. Nos lo merecemos, aunque según google maps Utopía está mucho más cerca de lo que cabría esperar.

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