Francisco González, presidente del BBVA, ha manifestado públicamente lo que todos decían en privado: que la canciller alemana fue la impulsora de las medidas que ha emprendido el Gobierno. Y esto no ha gustado en el PSOE por dos motivos: porque son ciertas y porque España es un Estado soberano y reconocer una influencia de este calibre no es de recibo. Pone en tela de juicio la utilidad misma de todo nuestro sistema democrático.
Francisco González ha reconocido que ha sido la “firmeza” del Gobierno de Ángela Merkel la que ha llevado a Zapatero a poner en marcha las reformas.
Se puede decir más alto, pero no más claro. Esperemos que, como ha manifestado la ministra Salgado, este viernes “Portugal sea el último miembro de la eurozona en recibir ayuda”. Una “ayuda” que supone la entrega de su soberanía nacional.
Según un informe del propio BBVA, España sigue sin crear empleo por la lenta recuperación económica durante el trimestre. El crecimiento se quedó en un raquítico 0,2%, insuficiente para crear empleo, pero muy cerca del anhelado “crecimiento cero” que desea imponer Alemania a nuestro país para abocarlo irremisiblemente al insignificante papel de “país de servicios”.
Para la entidad financiera estas cifras se deben a que los indicadores de consumo privado continúan sin mostrar una “clara mejoría” y los elevados incrementos en los precios suponen una amenaza para la recuperación del gasto de los particulares. Si además se tiene en cuenta que los salarios disminuyen, el panorama no muestra signos de recuperación. En ese sentido, la última subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo tampoco es una buena noticia en este campo.
El informe del banco pone el dedo en la llaga: “sin consumo de los particulares, no se produce la recuperación económica”. Pero si los particulares no tienen trabajo, o un salario precario, difícilmente podrá darse esa recuperación del consumo. Si los asalariados pierden poder adquisitivo, o pierden su empleo, no hay consumo y la economía se colapsa. No hay vuelta de hoja.
Las reformas impuestas por Merkel al resto de países de la Unión, entre ellos el nuestro, no son las mismas que aplica en su casa. Allí el Estado ayuda bajo cuerda a las grandes empresas alemanas, y los sindicatos negocian directamente con las empresas y el Gobierno para evitar que éstas se deslocalicen. Es decir, para que se vayan de Alemania para producir en países más “baratos”.
Aquí, en España, llevamos años haciendo todo lo contrario: cerrando empresas y llevándolas al extranjero “porque allí resulta más barato producir”. Pero el gran problema es que cada productor es, a su vez, un consumidor. Si se rompe este equilibrio entre producción y consumo, se rompe toda la cadena.
Deberíamos hacer en España lo que hacen los alemanes en su país, no lo que nos dicen que hagamos. Hay una gran diferencia entre ambas cosas.