Si la semana pasada se metían con Los Simpson, vetando en Alemania, Austria y Suiza los capítulos más críticos con la energía nuclear (capítulos que, casualmente, lleva toda la semana emitiendo Antena 3), ahora le toca el turno a Tintín, el infatigable reportero creado por el dibujante belga Georges Remi, Hergé.
El asunto no es nuevo: un ciudadano congoleño llamado Bienvenu Mbutu Mondondo inició hace cuatro años un largo proceso judicial para que el cómic “Tintín en el Congo” sea retirado por sus supuestos contenidos racistas. No fue el único, ya que por esas mismas fechas, la Comisión británica para la Igualdad Racial exigía su prohibición en Reino Unido. Y en EE UU, los responsables de la Biblioteca Pública de Brooklyn retiraron la obra por el mismo motivo.
Esta semana, el Tribunal de Primera Instancia belga se ha declarado competente en la materia, por lo que será el encargado de juzgar el caso. El demandante reclama la prohibición de la edición del tebeo si no se incluyen advertencias de su contenido racista y un artículo que explique el contexto colonial de la época.
La polémica está servida: ¿Es o no es racismo el mensaje que lanza este cómic? En una primera y superficial lectura, la respuesta podría ser afirmativa. Durante toda la obra predomina un discurso paternalista, haciendo patente una cierta superioridad del hombre blanco, que justifica el colonialismo como la mejor manera de civilizar a los “salvajes”. Pero una lectura detenida nos lleva a pensar que el tebeo no es sino un fiel reflejo de la mentalidad belga de los años 30.
Uno de las más interesantes características de Tintín es que no se trata de un personaje plano, sino que su modo de pensar evoluciona a la vez que el de su autor y la sociedad que le rodea. Basta con comparar “Tintín en el Congo”, segunda obra de la serie, con algunas posteriores. Si bien es cierto que en sus primeras aventuras, podemos encontrar a un Tintín retrógrado y defensor del orden establecido, poco a poco el personaje va evolucionando. En “El loto azul” ya encontramos una fuerte denuncia del colonialismo y un rechazo al racismo. “El cetro de Ottokar” es una crítica a los fascismos y a la política expansionista de Hitler. Y en “Tintín y los “Pícaros”, su última aventura publicada, nos presenta una imagen modernizada de Tintín, pacifista e inconformista, que acaba uniéndose a un grupo revolucionario sudamericano para derrocar al tirano.
Y así, todas. Cada una de las obras de Hergé es un documento único sobre la época en la que está ambientada. Si los valores imperantes de los años 30 nos parecen políticamente incorrectos hoy en día, ¿qué hemos de hacer? ¿Prohibir y censurar todo lo que pueda recordarnos lo que fuimos una vez? ¿O conservarlo para no olvidarlo nunca y aprender de nuestros errores? La respuesta la encontraremos en los tribunales.