WASHINGTON - Los moderados políticos y los legisladores conversos de conveniencia lo han tenido fácil hasta ahora en cuestiones presupuestarias. Podían condenar "a las dos partes", e insistir en la necesidad de "valor" a la hora de abordar el déficit.
Gracias a los presupuestos del congresista Paul Ryan y a la postura maximalista adoptada por los Republicanos en las negociaciones encaminadas a evitar la clausura de la actividad pública por falta de fondos, los días de estar en misa y repicando han terminado.
La propuesta verdaderamente indignante de Ryan, construida a base de imponer sacrificios a los pobres, rebajar drásticamente las ayudas escolares de los universitarios y regalar prestaciones sociales a las rentas más altas, tendría que obligar a los indecisos a tomar partido. Nadie remotamente moderado puede apoyar de forma plausible lo que tiene en mente Ryan.
Y por favor, vamos a prescindir de la idea de que Ryan es valiente por ofrecer su diseño. No tiene nada de valiente pedir sacrificios sustanciales a los que han tenido menos suerte y los menos poderosos de nuestra sociedad. No hacen falta agallas para exigir mucho a colectivos que tienen muy poco, y que de todas formas tienden a votar en contra de tu partido.
Y no hay nada atrevido en un conservador Republicano que regala aún más prestaciones a los más ricos de nuestra sociedad, ricos del tipo de los que financian a título personal los grandes anuncios de campaña destinados a sacar elegidos a los conservadores en las legislativas.
Ryan se entrega al juego de todas formas incluyendo la derogación de la reforma financiera dentro de sus planes "presupuestarios". ¿Qué tendrá esto que ver con la disciplina fiscal? Bienvenidos a la Ley de Protección del Sector Financiero 2011.
Ah sí, y resulta que estos presupuestos no tienen nada que ver con la reducción del déficit. Ryan lo hará recortando gastos de los pobres. El Centro de Prioridades Presupuestarias y Legislativas calcula que saca las dos terceras partes de sus 4,3 billones de dólares en recortes reales de los programas destinados a los estadounidenses de renta modesta. Observe que estos 4,3 billones de dólares son casi los 4,2 billones en recortes fiscales a una década que propone él. Bienvenidos a la Ley del Avaro 2011.
Pero sería de esperar que un progresista pensara así. Lo sorprendente es que Ryan empuja a los moderados a defender una administración que tendrá suficientes recursos para cumplir las funciones que en el siglo XXI se consideran básicas. Incluyen sobre todo ayudar a aquellos que no se pueden permitir seguro médico a recibir una atención médica decente, un objetivo que Ryan quiere obligar a abandonar a la administración, lento pero seguro.
Erskine Bowles y Alan Simpson, los secretarios de la comisión de disciplina fiscal y héroes del centro político partidario de hacer recortes, difundieron una circular diciendo algunas cosas positivas de la idea de los presupuestos de Ryan. Los llaman "serios, honestos, sencillos", aunque mucho de sus cifras no tiene nada de esas cosas.
Pero entonces entran al meollo de la cuestión, declarándose "preocupados porque [los presupuestos] se quedan cortos con respecto al enfoque integral y equilibrado" imprescindible para el acuerdo bipartidista porque "dejan casi intacto el gasto en defensa y no destinan nada del ahorro de la eliminación o la reducción de gastos tributarios contenidos en la reforma fiscal a la reducción del déficit".
Ryan, dicen ellos, "se apoya en reducciones mucho mayores del gasto nacional independiente de la defensa mucho más que en la propuesta de la comisión, al tiempo que también implanta ahorros en los programas de protección social -- recortes que tendrían un efecto desproporcionadamente nocivo sobre ciertos sectores desfavorecidos".
Esto se parece mucho a lo que digo, con una pátina de diplomacia añadida. Si hasta los militaristas del déficit empiezan a dar signos de asfixia, con independencia de lo educadamente que lo hagan, a tenor de una propuesta cuya principal motivación es ideológica, entonces es que hay cancha para una coalición entre moderados y progresistas en defensa de una administración decente y cuerda.
El enfoque Republicano sobre las conversaciones para evitar la clausura del gobierno por falta de fondos debería de consolidar esta posibilidad. Los Demócratas casi se han dejado hasta la camisa para evitar una ruptura, pero aún así los líderes Republicanos, bajo la presión de su propia ala derecha, siguen pidiendo cada vez más. A fe mía que hasta el Presidente Obama se ha impacientado.
Con independencia del final de la saga de la clausura del gobierno, los estilos de negociación de las dos formaciones tendrían que informar a los moderados de que ya no pueden simular que los dos extremos de nuestro espectro político son igualmente "extremos". No, los conservadores son los que se han radicalizado. Los presupuestos de Ryan constituyen la prueba definitiva de ello.
Son conservadores que transformarían nuestro gobierno de instrumento de compasión muy modesto en maquinaria dedicada a ampliar los privilegios existentes mientras se hace lo mínimo por los marginados y los que tienen ambiciones -- aquellos a los que, con un poco de ayuda pública, les sería más fácil llevar una vida mejor.
La moderación implica un equilibrio entre administración pública y sector privado, entre riesgos y seguridad, entre nuestro respeto a los incentivos y nuestro deseo de una mayor justicia. La guerra contra la moderación ha comenzado. ¿Entrarán en batalla los moderados?