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E. J. Dionne

¿El fin del gobierno progresista?

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WASHINGTON - Hasta el momento, el debate presupuestario en nuestro país ha sido una cuestión poco metódica centrada en si el gasto del gobierno federal debía de recortarse en 33.000 ó 61.000 millones, o los que sean.

Pero los estadounidenses están a punto de descubrir lo mucho que se decide en nuestra pugna presupuestaria, lo radicales que son los nuevos conservadores de Washington, y el grado al que ciertos políticos transferirán aún más recursos de los que tienen poco o no tienen nada a los que tienen mucho.

Y se preguntará: ¿celebrará el Presidente Obama la responsabilidad de implicar al país en este gran debate, o se apartará de ella? ¿Seguirán estando obsesionados con los resultados de las elecciones de 2012 cuan autómatas sus asesores políticos, o suscribirán la obligación histórica de Obama -- y la oportunidad -- de lograr la victoria más importante sobre el papel de la administración pública desde el New Deal?

Esta semana, el congresista Paul Ryan, R-Wis., anunciará los planes presupuestarios de los legisladores Republicanos de la Cámara que se espera incluirán recortes en muchos programas destinados a los estadounidenses más expuestos.

La finalidad central de los presupuestos de Ryan no será la reducción del déficit sino el desmantelamiento gradual de regiones clave de la administración. Recuerde que Ryan quiere conservar las bajadas tributarias Bush y, a largo plazo, implantar más deducciones a las rentas más altas en la misma medida, incluyendo la eliminación del impuesto de capitales.

Los planes de Ryan van a incluir al parecer importantes recortes al programa Medicaid, disfrazados de propuesta para convertir el programa en un "subsidio en blanco" destinado a los estados. El impacto neto será dejar a un número mayor de estadounidenses a merced del mercado asegurador privado.

Como gesto al éxito del Partido Republicano convirtiendo la reforma sanitaria del año pasado en "el Obamacare", llamemos a esta propuesta Ryancare - y asegurémonos de examinar cuidadosamente su impacto sobre la tercera edad y los discapacitados, principales receptores del programa Medicaid.

Junte las dos partes del diseño de Ryan -- bajadas tributarias a las rentas más altas y recortes en los programas de los pobres -- y su finalidad redistribucionista radical queda en evidencia. Los tibios Demócratas nunca se atreverán a embarcarse en una lucha de clases a esta escala a la inversa.

Pero al tiempo que ataco sus ideas, permita que diga algo bueno del propio Ryan: Es, según mi limitada experiencia, un caballero encantador que realmente cree en lo que defiende. Reconozco sus méritos por dar a conocer la verdadera agenda conservadora. Espero que durante las próximas semanas sea transparente al hablar de quién recibe las prestaciones, y de con quién quiere ser más generoso. Si piensa que nos hace falta una sociedad aún más desigual para prosperar en el futuro, que tenga el valor de decirlo abiertamente.

La otra pista de hacia dónde se encaminan los conservadores fue la enmienda a los presupuestos supuestamente equilibrados de los Republicanos del Senado, anunciada el pasado jueves. Por lo general me resisto utilizar el término "supuestamente", pero está correctamente utilizado aquí porque esta enmienda no tiene nada que ver con equilibrar los presupuestos. Se trata de eviscerar a la administración.

Y ni siquiera es honesta en sus intenciones. Reza que el gasto federal no debe superar el 18% del producto interior bruto sin la autorización de las dos terceras partes del Congreso. Pero la formulación de la enmienda dice que esta cifra se calculará basándose en "el final del calendario previo al inicio del ejercicio fiscal" -- énfasis mío -- que se traduce en que aplaza tener en cuenta el crecimiento económico.

El resultado, según un análisis del Centro de Prioridades Legislativas y Presupuestarias, sería limitar el gasto federal al 16,7% del PIB más o menos.

¿Y cuándo fue la última vez que el gasto federal fue tan reducido? En 1956, según el colectivo, cuando los programas "Medicare y Medicaid no existían y millones de obreros... estaban excluidos de la seguridad social". Ah sí, y no teníamos muchas ayudas federales a la educación por entonces, ni la mayor parte de nuestras iniciativas de protección medioambiental, ni "programas elementales para aliviar la pobreza y las dificultades como el programa federal de ayudas a la tercera edad y los discapacitados de renta modesta, las cartillas de alimentación o la deducción fiscal por familia numerosa".

Una cosa más: La enmienda exige una mayoría de dos tercios para subir los impuestos, lo que concede poder de veto a la minoría de derechas sobre cualquier subida tributaria. Adiós, mayoría.

Todo esto es radical e irresponsable. El presidente lo sabe. La semana que viene pondrá a prueba quién es. ¿Intervendrá por fin el presidente cuando Ryan dé a conocer sus presupuestos?

"Esta es nuestra ocasión", le gustaba decir a Obama en la campaña de 2008. Es sin duda su ocasión de defender la visión práctica y progresista de la administración pública que en tiempos promocionó de forma tan elocuente.

¿El fin del gobierno progresista?

E. J. Dionne
E. J. Dionne
miércoles, 6 de abril de 2011, 06:56 h (CET)
WASHINGTON - Hasta el momento, el debate presupuestario en nuestro país ha sido una cuestión poco metódica centrada en si el gasto del gobierno federal debía de recortarse en 33.000 ó 61.000 millones, o los que sean.

Pero los estadounidenses están a punto de descubrir lo mucho que se decide en nuestra pugna presupuestaria, lo radicales que son los nuevos conservadores de Washington, y el grado al que ciertos políticos transferirán aún más recursos de los que tienen poco o no tienen nada a los que tienen mucho.

Y se preguntará: ¿celebrará el Presidente Obama la responsabilidad de implicar al país en este gran debate, o se apartará de ella? ¿Seguirán estando obsesionados con los resultados de las elecciones de 2012 cuan autómatas sus asesores políticos, o suscribirán la obligación histórica de Obama -- y la oportunidad -- de lograr la victoria más importante sobre el papel de la administración pública desde el New Deal?

Esta semana, el congresista Paul Ryan, R-Wis., anunciará los planes presupuestarios de los legisladores Republicanos de la Cámara que se espera incluirán recortes en muchos programas destinados a los estadounidenses más expuestos.

La finalidad central de los presupuestos de Ryan no será la reducción del déficit sino el desmantelamiento gradual de regiones clave de la administración. Recuerde que Ryan quiere conservar las bajadas tributarias Bush y, a largo plazo, implantar más deducciones a las rentas más altas en la misma medida, incluyendo la eliminación del impuesto de capitales.

Los planes de Ryan van a incluir al parecer importantes recortes al programa Medicaid, disfrazados de propuesta para convertir el programa en un "subsidio en blanco" destinado a los estados. El impacto neto será dejar a un número mayor de estadounidenses a merced del mercado asegurador privado.

Como gesto al éxito del Partido Republicano convirtiendo la reforma sanitaria del año pasado en "el Obamacare", llamemos a esta propuesta Ryancare - y asegurémonos de examinar cuidadosamente su impacto sobre la tercera edad y los discapacitados, principales receptores del programa Medicaid.

Junte las dos partes del diseño de Ryan -- bajadas tributarias a las rentas más altas y recortes en los programas de los pobres -- y su finalidad redistribucionista radical queda en evidencia. Los tibios Demócratas nunca se atreverán a embarcarse en una lucha de clases a esta escala a la inversa.

Pero al tiempo que ataco sus ideas, permita que diga algo bueno del propio Ryan: Es, según mi limitada experiencia, un caballero encantador que realmente cree en lo que defiende. Reconozco sus méritos por dar a conocer la verdadera agenda conservadora. Espero que durante las próximas semanas sea transparente al hablar de quién recibe las prestaciones, y de con quién quiere ser más generoso. Si piensa que nos hace falta una sociedad aún más desigual para prosperar en el futuro, que tenga el valor de decirlo abiertamente.

La otra pista de hacia dónde se encaminan los conservadores fue la enmienda a los presupuestos supuestamente equilibrados de los Republicanos del Senado, anunciada el pasado jueves. Por lo general me resisto utilizar el término "supuestamente", pero está correctamente utilizado aquí porque esta enmienda no tiene nada que ver con equilibrar los presupuestos. Se trata de eviscerar a la administración.

Y ni siquiera es honesta en sus intenciones. Reza que el gasto federal no debe superar el 18% del producto interior bruto sin la autorización de las dos terceras partes del Congreso. Pero la formulación de la enmienda dice que esta cifra se calculará basándose en "el final del calendario previo al inicio del ejercicio fiscal" -- énfasis mío -- que se traduce en que aplaza tener en cuenta el crecimiento económico.

El resultado, según un análisis del Centro de Prioridades Legislativas y Presupuestarias, sería limitar el gasto federal al 16,7% del PIB más o menos.

¿Y cuándo fue la última vez que el gasto federal fue tan reducido? En 1956, según el colectivo, cuando los programas "Medicare y Medicaid no existían y millones de obreros... estaban excluidos de la seguridad social". Ah sí, y no teníamos muchas ayudas federales a la educación por entonces, ni la mayor parte de nuestras iniciativas de protección medioambiental, ni "programas elementales para aliviar la pobreza y las dificultades como el programa federal de ayudas a la tercera edad y los discapacitados de renta modesta, las cartillas de alimentación o la deducción fiscal por familia numerosa".

Una cosa más: La enmienda exige una mayoría de dos tercios para subir los impuestos, lo que concede poder de veto a la minoría de derechas sobre cualquier subida tributaria. Adiós, mayoría.

Todo esto es radical e irresponsable. El presidente lo sabe. La semana que viene pondrá a prueba quién es. ¿Intervendrá por fin el presidente cuando Ryan dé a conocer sus presupuestos?

"Esta es nuestra ocasión", le gustaba decir a Obama en la campaña de 2008. Es sin duda su ocasión de defender la visión práctica y progresista de la administración pública que en tiempos promocionó de forma tan elocuente.

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