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Lucas Paulinovich / Corresponsal en Argentina

La danza de los trapos

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El domingo 27 de marzo, los trabajadores de la empresa Artes Gráficas Rioplatenses (AGR) realizaron un bloqueo a la plata del diario Clarín. El periódico no circuló por la Capital Federal. Inmediatamente se oyeron voces en reclamo de la libertad de prensa. Un conflicto gremial era aprovechado con fines políticos para fustigar al gobierno nacional y a Hugo Moyano, líder de la Confederación General de Trabajadores (CGT).

El diario, propiedad del Grupo Clarín, uno de los grandes oligopolios del mapa de medios en la Argentina, rápidamente se victimizó. Para respaldarlo, un amplio espectro de los partidos políticos emitió un comunicado en donde se rogaba por el cuidado de la libertad de expresión y la protección de la democracia. Unos días después, se le entregaba el premio Rodolfo Walsh a Hugo Chávez por su apoyo a la comunicación popular. La prensa concentrada y la oposición derechista chillaron espantada.

Desde Mauricio Macri, empresario que encarna la máxima expresión de la derecha ultraliberal, hasta Margarita Stolbizer, líder del GEN, una agrupación que pretende constituirse como una fuerza de centroizquierda pero queda atrapada en redes de las grandes corporaciones de prensa que le permiten difusión y aparición mediática, firmaron el comunicado. En ningún momento, el comunicado anuncia las problemáticas que atraviesan los trabajadores hacia dentro de la empresa ni se preocupa por el incumplimiento sistemático de la ley al que incurre el Grupo Clarín. Libertad de prensa es la libertad de las empresas a hacer lo que quieran con sus trabajadores sin que nadie las cuestione.

Solo Proyecto Sur (PSur) y el sector que encabeza el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, dentro del Partido Socialista (PS) se rehusaron a estampar su firma. La fracción mayoritaria de la oposición política, de este modo, quedó al servicio de los intereses de una empresa oligopólica que representa a los grandes consorcios de prensa internacionales en el suelo argentino.

El silencio es salud
Entre otras virtudes que la oposición calla cómplicemente del Grupo Clarín se encuentra: la acusación por apropiación ilegal de hijos durante la última dictadura por parte de su dueña, Ernestina Herrera de Noble, que los informativos del Grupo callan permanentemente; la infracción del pedido de la justicia para que acomode la grilla de canales en su proveedora de cable Cablevisión, de acuerdo a la lo que dicta la ley; la prestación de servicios de internet bajo la caduca licencia de Fibertel; la compra irregular de Papel Prensa, junto al diario La Nación y La Razón, en un oscuro conciliábulo, mezclado de muertes, secuestros y torturas, durante la última dictadura; la persecución de empleados; despidos masivos; impedimento de organización gremial de trabajadores; y otras bellezas democráticas que tiene a Clarín como exponente.

El domingo 3 de abril, el gremio de canillitas –vendedores de diarios- impidió la salida del diario La Voz del Interior, de Córdoba, también propiedad de Clarín y La Nación. El Grupo no cumple los acuerdo ni siquiera con los puesteros y vendedores de diarios. En Canal 13-TN, de su propiedad, se despidió a delegados, violando las leyes laborales: habían cometido el terrible pecado de organizarse y sindicalizarse. Los convenios colectivos son ignorados con habilidad.

Virtudes democráticas de Clarín
El Grupo Clarín no es amante de las leyes y le cuesta reconocer los derechos laborales. En el diario, se impide la formación de comisiones internas y se persigue a quienes adhieren a los delegados de los trabajadores. El cuerpo de delegados que coordinó el bloqueo al diario, fue elegido recientemente por sus compañeros, lo que ratifica la legitimidad de sus decisiones y su representatividad. En las elecciones le ganó a una lista digitada por la patronal que, a su vez, presionó a los empleados para que la voten.

La determinación de bloquear la salida del diario no fue un mero capricho. El conflicto lleva ocho años y los trabajadores han dejado jirones en el camino y hasta se han perdido vidas. Las respuestas de la empresa han sido siempre la indiferencia a los reclamos y la ilegalidad. Los ‘democratistas’ sin tardar salieron a lamentar las formas y los métodos elegidos para la protesta. Sin embargo, cuando son intereses económicos en juego, los trabajadores no pueden andar con remilgos para reclamar. El derecho a huelga consiste, básicamente, en dejar de prestar el trabajo. La concepción liberal invita a pensar que es el patrón el que otorga el trabajo al trabajador y que por eso mismo, éste debería estar agradecido. Pero, en realidad, sucede lo contrario. El patrón solo da un puesto de trabajo, es el trabajador quien pone el trabajo. Suspender la actividad, con la consecuente afectación de ganancias, es la herramienta más eficaz para hacerse escuchar en un conflicto tan largo.

Naturaleza política e interés trabajador
El conflicto gremial destapó la naturaleza del poder político kirchnerista. Si bien el gobierno no tardó en manifestar su apoyo a los reclamos de los trabajadores, ratificando una vez más su elogiable y corajudo enfrentamiento con el Grupo Clarín, no puede intervenir activamente en el conflicto a favor de los intereses materiales de los trabajadores por sus propias limitaciones programáticas y de clase.

Ese tope a la posibilidad de acción del Gobierno Nacional se evidenció en su construcción discursiva. Desde las usinas ideológicas del gobierno y en boca de sus principales funcionarios y referentes intelectuales, se dejó ver cierta incomodad por la inconveniencia política de la medida. Es cierto que es el Gobierno Nacional el principal afectado por que el diario Clarín no salga a la calle. Era cantado que todos los cañones apuntarían hacia él y que el Grupo y sus acólitos políticos comenzaron a canturrear la serenata de la libertad de expresión que cantan siempre y todas las veces que los intereses del Grupo se ponen en cuestión. Pero la participación del Gobierno Nacional, por su propia definición de clase, no puede concebir el conflicto desde la perspectiva obrera. En situaciones como esta, a la hora de decidir, los trabajadores de AGR no pueden recapacitar sobre las especulaciones de estrategia política, sino que es el interés material concreto lo que tracciona. No son los trabajadores de AGR los que tienen que pensar en los beneficios políticos del Gobierno Nacional y de las consecuencias del conflictos hacia dentro de las relaciones de fuerza, sino que un gobierno que represente genuinamente a los trabajadores, intervendría de manera tal que vuelque a favor del interés obrera esa relación de fuerzas.

De este modo, el conflicto reafirmó el carácter pequeño-burgués progresista, con algunos tintes nacionales, del Gobierno Nacional, al mismo tiempo que confirmó la servidumbre de la oposición política al designio de las grandes corporaciones económicas. La opción se presenta polarizada: entre un Gobierno Nacional que se propone armonizar el beneficio del empresariado de capital nacional con cierto bienestar de la clase obrera realizando leves concesiones para ambos lados; y una derecha rancia que se subordina sin vueltas al interés de los grandes grupos económicos ligados al capital transnacional.

El show de la apariencia
Al mismo tiempo, se realizaron las elecciones pre-internas en el Peronismo Conservador, bajo un intenso manto de sospechas. En Capital Federal, donde era caudillo, el ex presidente interino, Eduardo Duhalde, quien hasta el momento capitaneaba el sector, sacó solo alrededor de 400 votos de diferencia ante Rodríguez Saá, gobernador de San Luis. La eficiencia en la gestión del puntano desbarrancó a Duhalde que obtuvo una victoria pírrica, con olor a derrota.

Pasada la elección y luego de las repercusiones del comunicado, ensalzado por los medios del Grupo que, entre otros compromisos, recibió una sospechosa licitación por más de 250 millones por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de Mauricio Macri, éste último salió a plantear la posibilidad de un Frente Único Opositor, para derrotar al kirchnerismo. Duhalde, ante la inminencia del papelón si se queda solo, respaldó la idea. Sin embargo, el alfonsinismo, el binnerismo, PSur y el GEN se negaron rotundamente. Así, ese frente opositor se privaría de una cara progresista y no se podría reeditar, en este caso, la experiencia de la Alianza, que en 1999, conglomeró a diferentes sectores del espectro político para enfrentar al menemismo y a la fracción del Partido Justicialista que encabezaba Eduardo Duhalde. De todos modos, el contexto político y el rival son sustancialmente distintos. La Alianza cuestionaba un modelo de corrupción –que luego, en gobierno, sostuvo y profundizó- y no plateaba grandes alternativas políticas y económicas. El kirchnerismo no es lo mismo que el menemismo. Y, en esta oportunidad, quien era adversario entonces, Eduardo Duhalde y su PJ hundido en sombras, estaría del mismo lado. Esto explica la negativa de estos sectores progresistas de sumarse a la derecha.

Así las cosas, el espectro político queda dividido en tres. El gran favorecido es el kirchnerismo. Los votos de derecha recalcitrante y anti-kirchneristas furibundos, irán al bloque conservador que todavía no tiene cabecilla, aunque Macri es la opción más fuerte. Y quienes sostengan una mirada bondadosa de la buena situación macroeconómica y aspiren a continuar con los lineamientos desarrollistas, comprenderán que este modelo es lo máximo que puede lograrse dentro de lo que el sistema permite. El espacio progresista de Alfonsín, Binner, PSur y compañía, la tiene difícil. No tendrán en apoyo de la CGT y los trabajadores, alineados con el kirchnerismo, y tampoco podrán volcarse en el capital concentrado y los grandes grupos económicos, que desconfían de sus proyectos y miran con mejores ojos a la derecha conservadora. Para existir, deberán sumarse a uno de los dos bandos. Y, como están las cosas, es más probable que caigan a jugar a favor de los segundos.

La danza de los trapos

Lucas Paulinovich / Corresponsal en Argentina
Lucas Paulinovich
miércoles, 6 de abril de 2011, 06:40 h (CET)
El domingo 27 de marzo, los trabajadores de la empresa Artes Gráficas Rioplatenses (AGR) realizaron un bloqueo a la plata del diario Clarín. El periódico no circuló por la Capital Federal. Inmediatamente se oyeron voces en reclamo de la libertad de prensa. Un conflicto gremial era aprovechado con fines políticos para fustigar al gobierno nacional y a Hugo Moyano, líder de la Confederación General de Trabajadores (CGT).

El diario, propiedad del Grupo Clarín, uno de los grandes oligopolios del mapa de medios en la Argentina, rápidamente se victimizó. Para respaldarlo, un amplio espectro de los partidos políticos emitió un comunicado en donde se rogaba por el cuidado de la libertad de expresión y la protección de la democracia. Unos días después, se le entregaba el premio Rodolfo Walsh a Hugo Chávez por su apoyo a la comunicación popular. La prensa concentrada y la oposición derechista chillaron espantada.

Desde Mauricio Macri, empresario que encarna la máxima expresión de la derecha ultraliberal, hasta Margarita Stolbizer, líder del GEN, una agrupación que pretende constituirse como una fuerza de centroizquierda pero queda atrapada en redes de las grandes corporaciones de prensa que le permiten difusión y aparición mediática, firmaron el comunicado. En ningún momento, el comunicado anuncia las problemáticas que atraviesan los trabajadores hacia dentro de la empresa ni se preocupa por el incumplimiento sistemático de la ley al que incurre el Grupo Clarín. Libertad de prensa es la libertad de las empresas a hacer lo que quieran con sus trabajadores sin que nadie las cuestione.

Solo Proyecto Sur (PSur) y el sector que encabeza el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, dentro del Partido Socialista (PS) se rehusaron a estampar su firma. La fracción mayoritaria de la oposición política, de este modo, quedó al servicio de los intereses de una empresa oligopólica que representa a los grandes consorcios de prensa internacionales en el suelo argentino.

El silencio es salud
Entre otras virtudes que la oposición calla cómplicemente del Grupo Clarín se encuentra: la acusación por apropiación ilegal de hijos durante la última dictadura por parte de su dueña, Ernestina Herrera de Noble, que los informativos del Grupo callan permanentemente; la infracción del pedido de la justicia para que acomode la grilla de canales en su proveedora de cable Cablevisión, de acuerdo a la lo que dicta la ley; la prestación de servicios de internet bajo la caduca licencia de Fibertel; la compra irregular de Papel Prensa, junto al diario La Nación y La Razón, en un oscuro conciliábulo, mezclado de muertes, secuestros y torturas, durante la última dictadura; la persecución de empleados; despidos masivos; impedimento de organización gremial de trabajadores; y otras bellezas democráticas que tiene a Clarín como exponente.

El domingo 3 de abril, el gremio de canillitas –vendedores de diarios- impidió la salida del diario La Voz del Interior, de Córdoba, también propiedad de Clarín y La Nación. El Grupo no cumple los acuerdo ni siquiera con los puesteros y vendedores de diarios. En Canal 13-TN, de su propiedad, se despidió a delegados, violando las leyes laborales: habían cometido el terrible pecado de organizarse y sindicalizarse. Los convenios colectivos son ignorados con habilidad.

Virtudes democráticas de Clarín
El Grupo Clarín no es amante de las leyes y le cuesta reconocer los derechos laborales. En el diario, se impide la formación de comisiones internas y se persigue a quienes adhieren a los delegados de los trabajadores. El cuerpo de delegados que coordinó el bloqueo al diario, fue elegido recientemente por sus compañeros, lo que ratifica la legitimidad de sus decisiones y su representatividad. En las elecciones le ganó a una lista digitada por la patronal que, a su vez, presionó a los empleados para que la voten.

La determinación de bloquear la salida del diario no fue un mero capricho. El conflicto lleva ocho años y los trabajadores han dejado jirones en el camino y hasta se han perdido vidas. Las respuestas de la empresa han sido siempre la indiferencia a los reclamos y la ilegalidad. Los ‘democratistas’ sin tardar salieron a lamentar las formas y los métodos elegidos para la protesta. Sin embargo, cuando son intereses económicos en juego, los trabajadores no pueden andar con remilgos para reclamar. El derecho a huelga consiste, básicamente, en dejar de prestar el trabajo. La concepción liberal invita a pensar que es el patrón el que otorga el trabajo al trabajador y que por eso mismo, éste debería estar agradecido. Pero, en realidad, sucede lo contrario. El patrón solo da un puesto de trabajo, es el trabajador quien pone el trabajo. Suspender la actividad, con la consecuente afectación de ganancias, es la herramienta más eficaz para hacerse escuchar en un conflicto tan largo.

Naturaleza política e interés trabajador
El conflicto gremial destapó la naturaleza del poder político kirchnerista. Si bien el gobierno no tardó en manifestar su apoyo a los reclamos de los trabajadores, ratificando una vez más su elogiable y corajudo enfrentamiento con el Grupo Clarín, no puede intervenir activamente en el conflicto a favor de los intereses materiales de los trabajadores por sus propias limitaciones programáticas y de clase.

Ese tope a la posibilidad de acción del Gobierno Nacional se evidenció en su construcción discursiva. Desde las usinas ideológicas del gobierno y en boca de sus principales funcionarios y referentes intelectuales, se dejó ver cierta incomodad por la inconveniencia política de la medida. Es cierto que es el Gobierno Nacional el principal afectado por que el diario Clarín no salga a la calle. Era cantado que todos los cañones apuntarían hacia él y que el Grupo y sus acólitos políticos comenzaron a canturrear la serenata de la libertad de expresión que cantan siempre y todas las veces que los intereses del Grupo se ponen en cuestión. Pero la participación del Gobierno Nacional, por su propia definición de clase, no puede concebir el conflicto desde la perspectiva obrera. En situaciones como esta, a la hora de decidir, los trabajadores de AGR no pueden recapacitar sobre las especulaciones de estrategia política, sino que es el interés material concreto lo que tracciona. No son los trabajadores de AGR los que tienen que pensar en los beneficios políticos del Gobierno Nacional y de las consecuencias del conflictos hacia dentro de las relaciones de fuerza, sino que un gobierno que represente genuinamente a los trabajadores, intervendría de manera tal que vuelque a favor del interés obrera esa relación de fuerzas.

De este modo, el conflicto reafirmó el carácter pequeño-burgués progresista, con algunos tintes nacionales, del Gobierno Nacional, al mismo tiempo que confirmó la servidumbre de la oposición política al designio de las grandes corporaciones económicas. La opción se presenta polarizada: entre un Gobierno Nacional que se propone armonizar el beneficio del empresariado de capital nacional con cierto bienestar de la clase obrera realizando leves concesiones para ambos lados; y una derecha rancia que se subordina sin vueltas al interés de los grandes grupos económicos ligados al capital transnacional.

El show de la apariencia
Al mismo tiempo, se realizaron las elecciones pre-internas en el Peronismo Conservador, bajo un intenso manto de sospechas. En Capital Federal, donde era caudillo, el ex presidente interino, Eduardo Duhalde, quien hasta el momento capitaneaba el sector, sacó solo alrededor de 400 votos de diferencia ante Rodríguez Saá, gobernador de San Luis. La eficiencia en la gestión del puntano desbarrancó a Duhalde que obtuvo una victoria pírrica, con olor a derrota.

Pasada la elección y luego de las repercusiones del comunicado, ensalzado por los medios del Grupo que, entre otros compromisos, recibió una sospechosa licitación por más de 250 millones por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de Mauricio Macri, éste último salió a plantear la posibilidad de un Frente Único Opositor, para derrotar al kirchnerismo. Duhalde, ante la inminencia del papelón si se queda solo, respaldó la idea. Sin embargo, el alfonsinismo, el binnerismo, PSur y el GEN se negaron rotundamente. Así, ese frente opositor se privaría de una cara progresista y no se podría reeditar, en este caso, la experiencia de la Alianza, que en 1999, conglomeró a diferentes sectores del espectro político para enfrentar al menemismo y a la fracción del Partido Justicialista que encabezaba Eduardo Duhalde. De todos modos, el contexto político y el rival son sustancialmente distintos. La Alianza cuestionaba un modelo de corrupción –que luego, en gobierno, sostuvo y profundizó- y no plateaba grandes alternativas políticas y económicas. El kirchnerismo no es lo mismo que el menemismo. Y, en esta oportunidad, quien era adversario entonces, Eduardo Duhalde y su PJ hundido en sombras, estaría del mismo lado. Esto explica la negativa de estos sectores progresistas de sumarse a la derecha.

Así las cosas, el espectro político queda dividido en tres. El gran favorecido es el kirchnerismo. Los votos de derecha recalcitrante y anti-kirchneristas furibundos, irán al bloque conservador que todavía no tiene cabecilla, aunque Macri es la opción más fuerte. Y quienes sostengan una mirada bondadosa de la buena situación macroeconómica y aspiren a continuar con los lineamientos desarrollistas, comprenderán que este modelo es lo máximo que puede lograrse dentro de lo que el sistema permite. El espacio progresista de Alfonsín, Binner, PSur y compañía, la tiene difícil. No tendrán en apoyo de la CGT y los trabajadores, alineados con el kirchnerismo, y tampoco podrán volcarse en el capital concentrado y los grandes grupos económicos, que desconfían de sus proyectos y miran con mejores ojos a la derecha conservadora. Para existir, deberán sumarse a uno de los dos bandos. Y, como están las cosas, es más probable que caigan a jugar a favor de los segundos.

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