Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Libros
Etiquetas | Hola | me llamo microrrelato
Daniel Sánchez

Cada palabra cumple un orden lógico y necesario

|

El microrrelato que analizamos hoy pertenece a Maite, escritora en progresión imparable dentro del género que cada día alimenta el blog Historias Mayúsculas en Porciones Minúsculas.

Necedad demográfica

A Ramiro todo el mundo le tomaba por tonto. Hacía cosas extrañas como sentarse en un banco que tuviera un cartel de “recién pintado”. Se mofaban de su torpeza y a veces, esperaban largo rato a que Ramiro se levantara para ver las rayas de pintura decorando su ropa, pero él nunca les daba ese gusto. Cuando nadie le veía, regresaba a casa con su cartel bajo el brazo, a sabiendas de que mañana tendría, sin duda, el mejor banco del parque.

Lo he seleccionado porque creo que es un visual ejemplo para mostrar todo lo que cabe dentro de un microrrelato. Concretamente, en este caso, cabe una perfecta composición que ni mucho menos nace de la arbitrariedad, sino de algo ya premeditado anteriormente. Ahí, reside precisamente una de las máximas del microrrelato: nada queda al azar porque el argumento de un microrrelato siempre se sostiene sobre una base compositiva estable que genera a posteriori ese cercano encuentro con el lector.

Por ello, la narradora, presenta a un personaje que parece “el tonto del pueblo” y que después, resulta ser, sino el más listo, uno de ellos, porque se mofa tanto de los personajes como del lector.

La palabra cartel es la que aglutina ambas historias contradictorias que terminan convergiendo en esa misma palabra.

El presentar un argumento y luego convertirlo en lo contrario suele ser un eficaz recurso a la hora de elaborar un microrrelato. Son muchos los ejemplos que se pueden leer por la red, si bien es el uso preciso de la palabras (en este caso, yo no quitaría ni añadiría nada en el microrrelato) el que lo convierte en una obra cerrada, completa y perfectamente esculpida. De ahí, la grandeza de este texto.

Engañar a nuestro cerebro no es tarea fácil, quien lo logra, por méritos propios, merece estar en olimpo de este género.

Cada palabra cumple un orden lógico y necesario

Daniel Sánchez
Daniel  Sánchez
lunes, 4 de abril de 2011, 10:28 h (CET)
El microrrelato que analizamos hoy pertenece a Maite, escritora en progresión imparable dentro del género que cada día alimenta el blog Historias Mayúsculas en Porciones Minúsculas.

Necedad demográfica

A Ramiro todo el mundo le tomaba por tonto. Hacía cosas extrañas como sentarse en un banco que tuviera un cartel de “recién pintado”. Se mofaban de su torpeza y a veces, esperaban largo rato a que Ramiro se levantara para ver las rayas de pintura decorando su ropa, pero él nunca les daba ese gusto. Cuando nadie le veía, regresaba a casa con su cartel bajo el brazo, a sabiendas de que mañana tendría, sin duda, el mejor banco del parque.

Lo he seleccionado porque creo que es un visual ejemplo para mostrar todo lo que cabe dentro de un microrrelato. Concretamente, en este caso, cabe una perfecta composición que ni mucho menos nace de la arbitrariedad, sino de algo ya premeditado anteriormente. Ahí, reside precisamente una de las máximas del microrrelato: nada queda al azar porque el argumento de un microrrelato siempre se sostiene sobre una base compositiva estable que genera a posteriori ese cercano encuentro con el lector.

Por ello, la narradora, presenta a un personaje que parece “el tonto del pueblo” y que después, resulta ser, sino el más listo, uno de ellos, porque se mofa tanto de los personajes como del lector.

La palabra cartel es la que aglutina ambas historias contradictorias que terminan convergiendo en esa misma palabra.

El presentar un argumento y luego convertirlo en lo contrario suele ser un eficaz recurso a la hora de elaborar un microrrelato. Son muchos los ejemplos que se pueden leer por la red, si bien es el uso preciso de la palabras (en este caso, yo no quitaría ni añadiría nada en el microrrelato) el que lo convierte en una obra cerrada, completa y perfectamente esculpida. De ahí, la grandeza de este texto.

Engañar a nuestro cerebro no es tarea fácil, quien lo logra, por méritos propios, merece estar en olimpo de este género.

Noticias relacionadas

A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.

El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.

Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto