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Ana Rodríguez

Bla Bla Bla

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En 1979 el videoartista estadounidense Bill Viola grabó la obra Silent Life, en la que recogía los rostros de varios recién nacidos en un hospital de Nueva York. Nunca he podido ver la obra completa, pero recuerdo perfectamente las palabras de Viola en el documental The eye of the heart, en el que decía acerca de la pieza, que se trataba de “the first act of seeing”, el primer acto de ver. Quiso grabar la primera vez que el mundo entra hasta nuestras retinas. Ojalá, en la vida adulta (o así etiquetada), pudiéramos volver a experimentar ese instante, fugaz, en que de la oscuridad pasamos a la luz y a la visión.

Los recién nacidos pueden ser una fuente de sabiduría, un espejo donde investigar nuestra parte más esencial. Lo sabía Bill Viola, y ahora lo atestigua el universo de la red al completo, con el viral de los bebés parlantes, que exploran el formato de la conversación con sus onomatopeyas rítmicas y su juego de imitaciones.

La semana pasada, daba cuenta en esta misma columna de la lacra de las noticias insólitas –gatos parlantes & setas mágicas- que nos entretienen y aletargan por medio de otra onomatopeya, esta interior, que suena como “Ooooooh”, sin nada más que silencio posterior. Aunque tentado de formar parte de ese grupo, este viral resulta demasiado antropológico, demasiado ilustrativo, fascinante y primigenio como para ser uno más de los vídeos “monos” o “divertidos” que circulan por la red, y engrosar la lista de “cosas extrañas e increíbles que pasan en el mundo”.

Asistimos, en directo, a la construcción de la comunicación, y a la importancia de la forma sobre el contenido. La “frase sonora” de un bebé, lleva al otro a imitarle, con el mismo ritmo y entonación, y viceversa. Se “preguntan”, se “responden” y se ríen, entre medias, de su propio experimento. Si no supiéramos que es real, el vídeo podría leerse como una parodia de la comunicación adulta, en la que, consciente o incosncientemente, seguimos aplicando la mímesis del interlocutor, la igualación de tonos –sobre todo si discutimos-, y el contagio del ritmo del otro en la creación de una conversación en donde la acción-reacción nos conduce a una modulación de nuestra comunicación verbal y no verbal, que tiende a buscar, muchas de las veces, el equilibrio con la persona con la que hablamos.

La serie de animación de TV3 (Televisión de Cataluña) Arròs Covat (Arroz Pasado), utiliza en ocasiones un recurso muy similar al de estos seres en miniatura. De vez en cuando, los personajes, en vez de frases de diálogo, sueltan un “bla bla bla, bla bla bla”, normalmente cuando tienen que dar una información sin demasiada importancia, o ya trillada.

Imitamos a los otros, usando el “bla bla bla” cuando queremos enfatizar el uso vacuo de las palabras. De mayores, aprendemos a utilizar los tonos, las maneras, la gravedad o agudeza de nuestra voz, las pausas, los énfasis… A veces para no decir nada, a veces para interpretar el sentido o el carácter de un enunciado. Los políticos son maestros del “bla bla bla”, tan parecidos, en su juego de réplicas –humor perdido por el camino- a estos dos bebés calvos en pañales, que la comparación es escalofriante.

El primer acto de “hablar”, el primer acto de “mirar”… nociones a recuperar, para devolver el significado a cómo miramos, sin ver –y viceversa-, a como hablamos, constantemente, sin decir.

Bla Bla Bla

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
viernes, 1 de abril de 2011, 07:07 h (CET)
En 1979 el videoartista estadounidense Bill Viola grabó la obra Silent Life, en la que recogía los rostros de varios recién nacidos en un hospital de Nueva York. Nunca he podido ver la obra completa, pero recuerdo perfectamente las palabras de Viola en el documental The eye of the heart, en el que decía acerca de la pieza, que se trataba de “the first act of seeing”, el primer acto de ver. Quiso grabar la primera vez que el mundo entra hasta nuestras retinas. Ojalá, en la vida adulta (o así etiquetada), pudiéramos volver a experimentar ese instante, fugaz, en que de la oscuridad pasamos a la luz y a la visión.

Los recién nacidos pueden ser una fuente de sabiduría, un espejo donde investigar nuestra parte más esencial. Lo sabía Bill Viola, y ahora lo atestigua el universo de la red al completo, con el viral de los bebés parlantes, que exploran el formato de la conversación con sus onomatopeyas rítmicas y su juego de imitaciones.

La semana pasada, daba cuenta en esta misma columna de la lacra de las noticias insólitas –gatos parlantes & setas mágicas- que nos entretienen y aletargan por medio de otra onomatopeya, esta interior, que suena como “Ooooooh”, sin nada más que silencio posterior. Aunque tentado de formar parte de ese grupo, este viral resulta demasiado antropológico, demasiado ilustrativo, fascinante y primigenio como para ser uno más de los vídeos “monos” o “divertidos” que circulan por la red, y engrosar la lista de “cosas extrañas e increíbles que pasan en el mundo”.

Asistimos, en directo, a la construcción de la comunicación, y a la importancia de la forma sobre el contenido. La “frase sonora” de un bebé, lleva al otro a imitarle, con el mismo ritmo y entonación, y viceversa. Se “preguntan”, se “responden” y se ríen, entre medias, de su propio experimento. Si no supiéramos que es real, el vídeo podría leerse como una parodia de la comunicación adulta, en la que, consciente o incosncientemente, seguimos aplicando la mímesis del interlocutor, la igualación de tonos –sobre todo si discutimos-, y el contagio del ritmo del otro en la creación de una conversación en donde la acción-reacción nos conduce a una modulación de nuestra comunicación verbal y no verbal, que tiende a buscar, muchas de las veces, el equilibrio con la persona con la que hablamos.

La serie de animación de TV3 (Televisión de Cataluña) Arròs Covat (Arroz Pasado), utiliza en ocasiones un recurso muy similar al de estos seres en miniatura. De vez en cuando, los personajes, en vez de frases de diálogo, sueltan un “bla bla bla, bla bla bla”, normalmente cuando tienen que dar una información sin demasiada importancia, o ya trillada.

Imitamos a los otros, usando el “bla bla bla” cuando queremos enfatizar el uso vacuo de las palabras. De mayores, aprendemos a utilizar los tonos, las maneras, la gravedad o agudeza de nuestra voz, las pausas, los énfasis… A veces para no decir nada, a veces para interpretar el sentido o el carácter de un enunciado. Los políticos son maestros del “bla bla bla”, tan parecidos, en su juego de réplicas –humor perdido por el camino- a estos dos bebés calvos en pañales, que la comparación es escalofriante.

El primer acto de “hablar”, el primer acto de “mirar”… nociones a recuperar, para devolver el significado a cómo miramos, sin ver –y viceversa-, a como hablamos, constantemente, sin decir.

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