Vaya semanita, todos pendientes de si la LFP iba a llevar a cabo una de las tropelías más grandes que, de cara al aficionado, pueda yo recordar. Dejarnos sin fútbol un fin de semana entero ¡Habrase visto! Menos mal que “la puri”, esto es, la jueza Purificación Pujol, -ignoro si futbolera ella-, ha decidido que, al final, Astiazarán y compañía se la tengan que envainar, porque menudo circo…
Y es que, miren ustedes, yo comprendo que la LFP tenga que defender sus intereses. Incluso estoy dispuesto a aceptar el argumento, no sé en qué estudio económico estará basado, de que la emisión del partido que, por imperativo legal, debe emitirse en abierto cada jornada en primera división, les está acarreando un coste de oportunidad de 150 millones de euros. Pero, francamente, sostener que por culpa de esta injerencia del estado es por la que media LFP tiene problemas de liquidez y hay tantos clubes en Ley Concursal… pues como que no. La cosa viene de largo y, no hace mucho, cuando la teta de las televisiones daba mucho más de sí que ahora, el problema era mismo.
El problema, bajo mi punto de vista, radica en el obsceno maridaje que, entre lo público y lo privado, se da en el mundo del balompié. A mí me parecería bien que los clubes de la Liga pudieran hacer con sus derechos televisivos lo que se les antojase, incluido vendérselos a los esquimales y no emitir un solo partido en territorio nacional, sino fuera porque en buena parte de la cuenta de resultados de dichos clubes está el dinero de mis impuestos.
Lo que no puede ser es, por un lado, poner el grito en el cielo por la injerencia de los poderes públicos en un negocio privado y, por otro, pretender que sean esos mismos poderes públicos (es decir, todos los ciudadanos) los que continúen financiando el despilfarro de los clubes de fútbol a través de subvenciones, avales, recalificaciones o cesión de instalaciones municipales. Si ya somos mayores y no necesitamos que Papá Estado nos diga lo que tenemos que hacer, perfecto, pero entonces también lo somos para valernos por nosotros mismos y no tener que pedirle la paga para salir el fin de semana.
En fin, a mí lo que me da miedo es que estos tíos de la LFP, fracasada en primera instancia su tentativa de impedir el partido en abierto, se inventen ahora otra historia que acabe, igualmente, perjudicándonos a los aficionados. Ya se habla, incluso, de cobrar a los medios de comunicación que cubran la actualidad de los equipos de fútbol. Al final se van a cargar el fútbol.