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Kathleen Parker

Blancanieves y Rojaflor

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NUEVA YORK - Sería difícil encontrar a dos mujeres más formidables e irresistibles en la vida pública estadounidense que la Gobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley y su tocaya de Carolina y filántropa Darla Moore.

Son, como se suele decir, triunfadoras. Haley, gobernadora más joven de Estados Unidos con 39 años, es una estadounidense de primera generación de origen hindú - hecha a sí misma a través del trabajo duro y la determinación. Moore, nacida y educada en el diminuto Lake City (población: en torno a 6.000 habitantes), fue a Wall Street, hizo fortuna, y volvió a su estado natal para compartir su botín, incluyendo más de 70 millones donados a la Universidad de Carolina del Sur.

Fue por tanto sorprendente que hace unas semanas Haley sacara sin contemplaciones a Moore de la dirección de la Universidad de Carolina del Sur, de la que formaba parte desde 1999, reemplazándola con un abogado local y donante de campaña de Haley.

Esta asombrosa maniobra ha suscitado indignación, provocando una protesta legislativa airada y una campaña anti-Haley que hay quien dice será su ruina política. Otros, como el ex secretario del Partido Republicano del estado Katon Dawson, se encogen de hombros y dicen "hay un nuevo sheriff en la ciudad".

"Yo digo que hay una nueva gobernadora con taconazos haciendo lo que dijo a los votantes que haría y dispuesta a hacerlo ignorando las consecuencias", dice Dawson. "Las elecciones tienen consecuencias".

Moore, por su parte, parece elevada a los altares. Su respuesta al insulto de Haley consistió en ofrecer a la Universidad otros 5 millones destinados a un centro de investigación aeroespacial que llevará el nombre de su tocayo estelar de Lake City Ronald McNair, el astronauta afroamericano fallecido en la explosión del Challenger en 1986.

Como pasa con estas historias, me atrevo a decir que a esta no le falta ripio. No perjudica que las dos sean atractivas -- una pareja a lo Blancanieves y Rojaflor de hermanas sureñas inmersas educadamente en un conflicto de, bueno, señoritas. De la forma más educada posible, cada una va a la yugular de la otra.

El embrollo Haley-Moore podría no tener gran interés más allá de la frontera de Carolina del Sur, aunque el estado se ha establecido como fuente de confianza de historias de cierto interés. Y está el hecho de que Haley sea considerada pujante estrella Republicana, adorada por los activistas fiscales y respaldada por Sarah Palin. Haley escribe actualmente unas memorias, cosa que, si usted es político, insinúa a menudo ambiciones mayores.

Moore, a la que la revista Fortune considera una de las 50 mujeres más poderosas del sector privado estadounidense, es famosa por su generosidad para con su estado. Belleza rubia de acento claramente sureño, Moore corresponde a la dureza de Haley con una férrea voluntad propia.

Pronunciando un discurso ante alrededor de 400 estudiantes del campus de la USC el jueves para anunciar su donación más reciente, Moore empezaba disipando susceptibilidades: "Aunque admito puntualmente disfrutar de la oportunidad de hablar acerca de la maravilla que soy, esto no va de Darla Moore".

Y a continuación empezaba, sin dar el nombre de Haley, a poner a caldo a la gobernadora: "Ni usted ni yo necesitamos estar en la dirección de la Universidad para hacer esto realidad (mejorar la educación superior). Simplemente nos hace falta pedir cuentas a nuestros líderes y decirles que entendemos que puedan no ayudarnos, que pueden no ser capaces de ayudarnos -- pero que les exigimos que no nos perjudiquen".

Ay.

En la versión de Haley de los acontecimientos, Moore perdió su puesto básicamente porque no expresó el interés suficiente en conservarlo. No devolvió las llamadas de Haley, según la gobernadora, y cuando Haley intentó reunirse con Moore, hubo una espera de tres semanas.

La gobernadora me dijo que no podía esperar. Sólo tiene derecho a destacar un miembro de la junta directiva y, según Haley, "tengo que elegir a alguien que me informe y que me devuelva las llamadas".

¿Pero no daría algo de tiempo extra una gobernadora a la donante más dedicada y magnánima de la historia de Carolina del Sur? Al parecer, no.

Las acciones de Haley se pueden entender a través de un prisma concreto. Tiene derecho a modelar sus filas como crea conveniente. Pero sus acciones también pueden considerarse desafiantemente estúpidas. Ha enfurecido a la institución Republicana, una hazaña aplaudida por su electorado del movimiento fiscal. Y ha puesto en peligro los efectos benéficos de un referente leal de eficacia demostrada en lo que respecta a la innovación y la educación.

Que Haley haya cometido un suicidio político tan al principio de su prometedora carrera -- o que simplemente haya cargado las tintas en su promesa de remodelar Carolina del Sur como referente de la educación y el sector privado -- está por verse.

Pero si hubiera que poner nombre a los objetivos duales de la excelencia educativa y el desarrollo empresarial, es difícil encontrar uno mejor que Darla Moore. De ahí, por desgracia, el edificio que lleva su nombre -- la Facultad Darla Moore de Empresariales de la Universidad de Carolina del Sur.

Blancanieves y Rojaflor

Kathleen Parker
Kathleen Parker
miércoles, 30 de marzo de 2011, 06:52 h (CET)
NUEVA YORK - Sería difícil encontrar a dos mujeres más formidables e irresistibles en la vida pública estadounidense que la Gobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley y su tocaya de Carolina y filántropa Darla Moore.

Son, como se suele decir, triunfadoras. Haley, gobernadora más joven de Estados Unidos con 39 años, es una estadounidense de primera generación de origen hindú - hecha a sí misma a través del trabajo duro y la determinación. Moore, nacida y educada en el diminuto Lake City (población: en torno a 6.000 habitantes), fue a Wall Street, hizo fortuna, y volvió a su estado natal para compartir su botín, incluyendo más de 70 millones donados a la Universidad de Carolina del Sur.

Fue por tanto sorprendente que hace unas semanas Haley sacara sin contemplaciones a Moore de la dirección de la Universidad de Carolina del Sur, de la que formaba parte desde 1999, reemplazándola con un abogado local y donante de campaña de Haley.

Esta asombrosa maniobra ha suscitado indignación, provocando una protesta legislativa airada y una campaña anti-Haley que hay quien dice será su ruina política. Otros, como el ex secretario del Partido Republicano del estado Katon Dawson, se encogen de hombros y dicen "hay un nuevo sheriff en la ciudad".

"Yo digo que hay una nueva gobernadora con taconazos haciendo lo que dijo a los votantes que haría y dispuesta a hacerlo ignorando las consecuencias", dice Dawson. "Las elecciones tienen consecuencias".

Moore, por su parte, parece elevada a los altares. Su respuesta al insulto de Haley consistió en ofrecer a la Universidad otros 5 millones destinados a un centro de investigación aeroespacial que llevará el nombre de su tocayo estelar de Lake City Ronald McNair, el astronauta afroamericano fallecido en la explosión del Challenger en 1986.

Como pasa con estas historias, me atrevo a decir que a esta no le falta ripio. No perjudica que las dos sean atractivas -- una pareja a lo Blancanieves y Rojaflor de hermanas sureñas inmersas educadamente en un conflicto de, bueno, señoritas. De la forma más educada posible, cada una va a la yugular de la otra.

El embrollo Haley-Moore podría no tener gran interés más allá de la frontera de Carolina del Sur, aunque el estado se ha establecido como fuente de confianza de historias de cierto interés. Y está el hecho de que Haley sea considerada pujante estrella Republicana, adorada por los activistas fiscales y respaldada por Sarah Palin. Haley escribe actualmente unas memorias, cosa que, si usted es político, insinúa a menudo ambiciones mayores.

Moore, a la que la revista Fortune considera una de las 50 mujeres más poderosas del sector privado estadounidense, es famosa por su generosidad para con su estado. Belleza rubia de acento claramente sureño, Moore corresponde a la dureza de Haley con una férrea voluntad propia.

Pronunciando un discurso ante alrededor de 400 estudiantes del campus de la USC el jueves para anunciar su donación más reciente, Moore empezaba disipando susceptibilidades: "Aunque admito puntualmente disfrutar de la oportunidad de hablar acerca de la maravilla que soy, esto no va de Darla Moore".

Y a continuación empezaba, sin dar el nombre de Haley, a poner a caldo a la gobernadora: "Ni usted ni yo necesitamos estar en la dirección de la Universidad para hacer esto realidad (mejorar la educación superior). Simplemente nos hace falta pedir cuentas a nuestros líderes y decirles que entendemos que puedan no ayudarnos, que pueden no ser capaces de ayudarnos -- pero que les exigimos que no nos perjudiquen".

Ay.

En la versión de Haley de los acontecimientos, Moore perdió su puesto básicamente porque no expresó el interés suficiente en conservarlo. No devolvió las llamadas de Haley, según la gobernadora, y cuando Haley intentó reunirse con Moore, hubo una espera de tres semanas.

La gobernadora me dijo que no podía esperar. Sólo tiene derecho a destacar un miembro de la junta directiva y, según Haley, "tengo que elegir a alguien que me informe y que me devuelva las llamadas".

¿Pero no daría algo de tiempo extra una gobernadora a la donante más dedicada y magnánima de la historia de Carolina del Sur? Al parecer, no.

Las acciones de Haley se pueden entender a través de un prisma concreto. Tiene derecho a modelar sus filas como crea conveniente. Pero sus acciones también pueden considerarse desafiantemente estúpidas. Ha enfurecido a la institución Republicana, una hazaña aplaudida por su electorado del movimiento fiscal. Y ha puesto en peligro los efectos benéficos de un referente leal de eficacia demostrada en lo que respecta a la innovación y la educación.

Que Haley haya cometido un suicidio político tan al principio de su prometedora carrera -- o que simplemente haya cargado las tintas en su promesa de remodelar Carolina del Sur como referente de la educación y el sector privado -- está por verse.

Pero si hubiera que poner nombre a los objetivos duales de la excelencia educativa y el desarrollo empresarial, es difícil encontrar uno mejor que Darla Moore. De ahí, por desgracia, el edificio que lleva su nombre -- la Facultad Darla Moore de Empresariales de la Universidad de Carolina del Sur.

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