Estaba claro que hacía falta un cambio en la dinámica del plantel. Fuera de tópicos, el equipo estaba dando tumbos en las últimas jornadas. Al Boquerón Esteban se le debe mucho: el ascenso, la machada contra el Barça, el acierto en los fichajes… pero había llegado su hora.
Dice Valentín Botella, el presidente, que “ahora da gusto ver los entrenamientos”. Seguramente pensaría lo mismo en los primeros días de Esteban Vigo, pero ahora el ciclo ha vuelto a empezar. El equipo necesitaba táctica y disciplina y eso es lo que está inculcando Djukic, el nuevo.
Parece que los jugadores, al menos de puertas para afuera, apoyan el cambio. Kiko, Cortés, Portillo y Drenthe han admitido que la disciplina de Djukic se estaba pidiendo a gritos en el vestuario. Precisamente, el holandés ha sido el primero en sufrir las severas normas del nuevo entrenador: ha llegado tarde a la sesión y no se le ha permitido entrenar.
El cambio en la actitud parece que surtirá efecto. No le queda otra al Hércules, después de verse abocado en los últimos partidos a una última posición que parecía impensable en la primera vuelta, cuando el equipo cabalgaba cómodo y confiado, como titulamos un análisis no hace mucho.
En Liga vendrán las pruebas de fuego. Tal vez al principio no le pidan a Djukic tanto resultados como actitud en la cancha. La dejadez debe desaparecer por completo. Nadie duda de que hay calidad en la plantilla de sobra para permanecer en la categoría.
La tarea del serbio tampoco será fácil, ya que llega con un equipo al agua al cuello necesitado casi de un milagro. Y esto sí que es un tópico, aunque desgraciadamente también una verdad como un templo: quedan nueve finales.