Las mutaciones son necesarias para la evolución de la especie; lo contrario a evolución no es pervivencia ni es involución, sino desaparición. La genética explica cómo variaciones en el núcleo de la célula permiten la continuación de la vida. Si nosotros somos seres en mutación, que no-mutantes, el mundo en el que estamos insertos no deja de ser otro enorme organismo pluricelular – acólitos de Gaia aparte-, que muta culturalmente para nuestra supervivencia. En esto me hizo pensar el festival Kosmopolis 2011, que se celebró el pasado fin de semana en Barcelona. ¿La fiesta de la genética? No, la de la literatura amplificada.
Mutación, hibridación, conversión… Palabras clave de este certamen que muestra anualmente nuevos formatos, géneros y modelos de consumo y producción literaria o, mejor dicho, de e-literatura, literatura 2.0, LITERATURA en Red (expansiva, tovarish). ¿Hay algo más parecido a la deriva genética que la narrativa transmedia? El profesor del MIT Henry Jenkins, ‘pater’ de este ars de la narrativa arborescente e infinita, disertó en su conferencia sobre las inmensas posibilidades de las nuevas plataformas tecnológicas para contar historias: videojuegos, series de televisión cuya segunda temporada se vive en tweets, blogs que nos descubren la psicología de un personaje, artículos de wikipedia sobre mundos inexistentes. Navegar por ficciones es a la vez reinventarlas mil veces, el reflejo de nuestro modelo de pensamiento en destellos que enlazan una información con otra; el capítulo número 3 jugando a hacer aguadillas en algún lugar de la ciberesfera.
Hay interesantes teorías científicas que pueden extrapolarse a la evolución de la literatura en donde también, por supuesto, hay selección natural, aunque no funcione con Bukowski –tiempo al tiempo-. La segunda ley de Mendel establece que para cada característica hereditaria existen genes dominantes y genes recesivos. De esta forma se entienden las palabras del escritor italiano Alessandro Baricco cuando, durante su conferencia en Kosmopolis, sentenció: “La escritura no puede morir, porque sigue siendo el campo de batalla entre la vieja y la nueva civilización”. La escritura es poder y nosotros, hijos medianos de la historia, a caballo entre el prólogo y el epílogo, no sabemos a favor de quién ir, porque la escritura está también presente en un e-mail, en un estado de facebook… “Escribimos en nuestro iphone cosas como la gente no lee”, dice Baricco. Repito, escribimos.
Entonces tomamos el té en el Café Europa, que es como el primer motor inmóvil de Aristóteles llevado a las vanguardias, si éste hubiese recibido un empujón. Y se habló de Poéticas del Siglo XXI y de hajdkdkfhfdfjfjfl, que quiere decir algo que todavía no entiendo, y los versos se rapeaban, se escupían, eran accidentales y polipoéticos. Y también hubo videoliteratura, videpoesía, twitteratura, Fernández Mallo y Fernández Porta, y el sentido de literatura como impulso cerebral, de la misma forma en la que cambiamos de canal, en la que ligamos un pensamiento con otro, en que nos sobreponemos a apocalípticos e integrados – afterpop -.
Y lo más curioso de esta convergencia cuerpo-mente-mente-letra es que incluso la secuencia de un cromosoma Y puede leerse de izquierda a derecha y de derecha a izquierda como un palíndromo. Si es que no somos más que juegos de palabras, genética del pleonasmo puro.