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Vicente Cuquerella

Crónica de una muerte anunciada

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El Albacete Balompié continúa su via crucis particular por la categoría de plata.

Si García Márquez no hubiese adoptado este título que encabeza nuestro artículo semanal para una de sus novelas más conocidas, nos tocaría inventarlo a cualquiera de los que seguimos el día a día de este Albacete. Afortunadamente, el genial escritor colombiano se nos adelantó y nos brindó, hace ya la friolera de 30 años, el mejor título posible para ilustrar la temporada del Alba.

La típica derrota semanal que se ha convertido en el pan nuestro de cada sábado y que define a la perfección el maltrecho estado deportivo de un equipo que camina con paso firme hacia el pozo de la Segunda B es, aunque parezca mentira, el menor de los males que acechan este solar en el que se ha convertido el Albacete Balompié.

El desgobierno de la junta directiva que preside, o más bien lo intenta con escaso éxito, Rafael Candel, hace que los problemas deportivos hayan pasado a un segundo plano. Episodios esperpénticos a nivel institucional se suceden día tras día dejando a las claras la desunión de un consejo de administración que ha fracasado estrepitosamente en este proyecto.
Capítulos dantescos como la marcha de Asen, aún máximo goleador del equipo, no hacen sino evidenciar el despropósito que rige los designios de este club. Tras una horrible planificación deportiva inicial y un remedio invernal, “made in Candel”, peor que la enfermedad, la última bala en la recámara de una junta directiva dividida y que, ni en esto logró ponerse de acuerdo, de fichar a David Vidal pudo tener en la tarde del lunes sus últimos momentos de vida.

El ya mencionado Rafael Candel, convocó un consejo extraordinario con el firme propósito de, tras sólo seis partidos dirigidos, poner de patitas en la calle al técnico gallego. Afortunada o desgraciadamente, ya da igual, la mayoría se impuso esta vez como en las mejores democracias y el preparador afincado en Cádiz continuará una semana más al cargo del equipo. Si bien, no se descarta que si los resultados siguen su curso habitual de las últimas semanas y el Albacete cae derrotado en Girona, la infumable junta que desgobierna este Albacete pueda mover ficha en busca de lo único que puede evitar el descenso de los manchegos: un milagro.

En fin, que a nadie en esta ciudad le sorprendería ya otro cese más que elevaría a seis el número de entrenadores que han pasado por el banquillo manchego en las dos últimas temporadas. Y lo peor de todo es que David Vidal, en sólo mes y medio de trabajo, no se ha quedado corto a la hora de concentrar en su persona suficientes motivos para su despido. Si a su llegada se encontró con un vestuario claramente dividido tras el ridículo mercado invernal, el gallego se ha dedicado a intentar apagar el incendio con gasolina y ha fragmentado todavía más a un conjunto de jugadores a los que, a día de hoy, se les puede calificar de todo menos de plantilla. Sus continuos desplantes hacia chavales como Sumy y la guerra pública y abierta que mantiene contra uno de los futbolistas más honestos y trabajadores sobre el césped, como Tato, el otro pichichi del equipo y al que Vidal ha relegado a la suplencia, han convertido al Alba en un auténtico polvorín que puede saltar por los aires en cualquier momento.

Y en medio de todo esto nos encontramos con una afición, totalmente hastiada de idas y venidas, de guerras absurdas entre directivas, de malos resultados y de ver como el equipo de sus vidas se encamina definitiva e irremediablemente al abismo. Una afición que sólo espera que suene el despertador que los despierte por fin de esta pesadilla de temporada.

En definitiva, que esto acabe cuanto antes y que, de una vez por todas, los dinosaurios futbolísticos que han regido el destino del Albacete en los últimos años abandonen este barco que, a día de hoy, no tiene ni timón ni timonel, para que la paz social vuelva a reinar en un club que, no hace tanto, era querido y admirado por todos.

Crónica de una muerte anunciada

Vicente Cuquerella
Vicente Cuquerella
martes, 22 de marzo de 2011, 21:09 h (CET)
El Albacete Balompié continúa su via crucis particular por la categoría de plata.

Si García Márquez no hubiese adoptado este título que encabeza nuestro artículo semanal para una de sus novelas más conocidas, nos tocaría inventarlo a cualquiera de los que seguimos el día a día de este Albacete. Afortunadamente, el genial escritor colombiano se nos adelantó y nos brindó, hace ya la friolera de 30 años, el mejor título posible para ilustrar la temporada del Alba.

La típica derrota semanal que se ha convertido en el pan nuestro de cada sábado y que define a la perfección el maltrecho estado deportivo de un equipo que camina con paso firme hacia el pozo de la Segunda B es, aunque parezca mentira, el menor de los males que acechan este solar en el que se ha convertido el Albacete Balompié.

El desgobierno de la junta directiva que preside, o más bien lo intenta con escaso éxito, Rafael Candel, hace que los problemas deportivos hayan pasado a un segundo plano. Episodios esperpénticos a nivel institucional se suceden día tras día dejando a las claras la desunión de un consejo de administración que ha fracasado estrepitosamente en este proyecto.
Capítulos dantescos como la marcha de Asen, aún máximo goleador del equipo, no hacen sino evidenciar el despropósito que rige los designios de este club. Tras una horrible planificación deportiva inicial y un remedio invernal, “made in Candel”, peor que la enfermedad, la última bala en la recámara de una junta directiva dividida y que, ni en esto logró ponerse de acuerdo, de fichar a David Vidal pudo tener en la tarde del lunes sus últimos momentos de vida.

El ya mencionado Rafael Candel, convocó un consejo extraordinario con el firme propósito de, tras sólo seis partidos dirigidos, poner de patitas en la calle al técnico gallego. Afortunada o desgraciadamente, ya da igual, la mayoría se impuso esta vez como en las mejores democracias y el preparador afincado en Cádiz continuará una semana más al cargo del equipo. Si bien, no se descarta que si los resultados siguen su curso habitual de las últimas semanas y el Albacete cae derrotado en Girona, la infumable junta que desgobierna este Albacete pueda mover ficha en busca de lo único que puede evitar el descenso de los manchegos: un milagro.

En fin, que a nadie en esta ciudad le sorprendería ya otro cese más que elevaría a seis el número de entrenadores que han pasado por el banquillo manchego en las dos últimas temporadas. Y lo peor de todo es que David Vidal, en sólo mes y medio de trabajo, no se ha quedado corto a la hora de concentrar en su persona suficientes motivos para su despido. Si a su llegada se encontró con un vestuario claramente dividido tras el ridículo mercado invernal, el gallego se ha dedicado a intentar apagar el incendio con gasolina y ha fragmentado todavía más a un conjunto de jugadores a los que, a día de hoy, se les puede calificar de todo menos de plantilla. Sus continuos desplantes hacia chavales como Sumy y la guerra pública y abierta que mantiene contra uno de los futbolistas más honestos y trabajadores sobre el césped, como Tato, el otro pichichi del equipo y al que Vidal ha relegado a la suplencia, han convertido al Alba en un auténtico polvorín que puede saltar por los aires en cualquier momento.

Y en medio de todo esto nos encontramos con una afición, totalmente hastiada de idas y venidas, de guerras absurdas entre directivas, de malos resultados y de ver como el equipo de sus vidas se encamina definitiva e irremediablemente al abismo. Una afición que sólo espera que suene el despertador que los despierte por fin de esta pesadilla de temporada.

En definitiva, que esto acabe cuanto antes y que, de una vez por todas, los dinosaurios futbolísticos que han regido el destino del Albacete en los últimos años abandonen este barco que, a día de hoy, no tiene ni timón ni timonel, para que la paz social vuelva a reinar en un club que, no hace tanto, era querido y admirado por todos.

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