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Marcos Méndez Sanguos

'Finding Neverland', de Marc Forster

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J.M. Barrie (Johnny Depp en la mejor interpretación del año) era un hombre extraño en el Londres de principios del siglo XX. Miembro de la generación victoriana, como Stevenson, Kipling o Wells, era un adelantado a su tiempo, un amante de la libertad y el desarraigo de la gente, ideológicamente opuesto al conservadurismo aristocrático que regí­a las vidas de sus allegados por entonces. El mundo en el que vivía el autor de Peter Pan o el niño que no querí­a crecer (1904) tení­a su epicentro en su desbordante imaginación, y no prestaba demasiada atención a las relaciones sociales de bases interesadas que estaban a la orden del día entre los estultos magnates londinenses.

Con la misma filosofía de vida, vertebrada en torno a la inocencia de la infancia, Sylvia Llewelyn Davies (Kate Winslet) educaba a sus cuatro hijos poco después de perder prematuramente a su marido, el abogado Arthur Llewelyn. La relación que mantuvo esta familia con la vida de Barrie no es fácil de explicar: tras conocerse fortuitamente jugando en un parque durante una soleada mañana de verano -un momento recogido por Marc Forster con inclasificable talento pictórico y visual- el enigmático escritor sucumbe a los encantos de esta bellísima ama de casa y sus cachorros, para convertirse desde entonces en compañero de aventuras, dichas y desgracias de los Llewelyn, que además serán fuente de inspiración para su obra maestra (algo similar ocurrió con Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, también un clásico gestado entre la compañía de los más pequeños).

Descubriendo Nunca Jamás (Finding Neverland, 2005) nos relata precisamente esos momentos previos a la constitución de Peter Pan en la vida de este genio de las letras, poco tiempo en comparación con el que ya llevaba escribiendo -en la película lo único que sabemos sobre su pasado es que perdió a un hermano cuando apenas contaba su sexto cumpleaños- y al que le tocará después (Sir James Matthew Barrie muere en 1937).

Si bien es cierto que a Marc Forster, David Magee y Allan Knee -recordemos la obra en la que se basa la película, The Man Who Was Peter Pan- se les escapan algunas notas en el guión, como la vacuidad de algunos personajes (Charles Frohman, el productor interpretado por Dustin Hoffman, se queda apartado de la función) o la visión un tanto simplista de la historia, el film goza de momentos de una grandeza dramática extraordinaria, entre los que sobresalen las secuencias dominadas por los sentimientos de Peter, el pequeño de los Llewelyn (en especial los momentos en el barco pirata, que sin duda permanecerán en nuestra retina por mucho tiempo), la escena del opening en el Teatro Duque de York, filmada en montaje paralelo con los gestos de dolor en el pecho de Sylvia, postrada en la cama, o su posterior entierro a modo de epílogo.

Descubriendo Nunca Jamás trata también el heroísmo y el sufrimiento (el de una madre que, mediante el silencio, evita traspasar su dolor a sus semejantes), los obstáculos que se interponen entre el arte y el amor en la no-relación de Barrie con su esposa Mary (magistralmente interpretada por Radha Mitchell, una actriz que mira con el corazón) y habla, en voz alta y clara, del poder de la imaginación entendida como evasión, como un instrumento para el entretenimiento eterno de esos Niños Perdidos que jamás se harán adultos.

Quizás esto no sea lo más razonable en un mundo como el nuestro, con una desgracia en cada esquina -como también muestra el film-, pero creo que Descubriendo Nunca Jamás tiene el placer de hacer un discurso libre y tierno sobre el amor y la infancia, sobre la muerte y / de la imaginación, sin rastro vocacional de juez o conciencia y rendido a la impresionante partitura del gran Jan Kaczmarek. Y no es poco.

'Finding Neverland', de Marc Forster

Marcos Méndez Sanguos
Marcos Méndez
sábado, 5 de marzo de 2005, 18:59 h (CET)
J.M. Barrie (Johnny Depp en la mejor interpretación del año) era un hombre extraño en el Londres de principios del siglo XX. Miembro de la generación victoriana, como Stevenson, Kipling o Wells, era un adelantado a su tiempo, un amante de la libertad y el desarraigo de la gente, ideológicamente opuesto al conservadurismo aristocrático que regí­a las vidas de sus allegados por entonces. El mundo en el que vivía el autor de Peter Pan o el niño que no querí­a crecer (1904) tení­a su epicentro en su desbordante imaginación, y no prestaba demasiada atención a las relaciones sociales de bases interesadas que estaban a la orden del día entre los estultos magnates londinenses.

Con la misma filosofía de vida, vertebrada en torno a la inocencia de la infancia, Sylvia Llewelyn Davies (Kate Winslet) educaba a sus cuatro hijos poco después de perder prematuramente a su marido, el abogado Arthur Llewelyn. La relación que mantuvo esta familia con la vida de Barrie no es fácil de explicar: tras conocerse fortuitamente jugando en un parque durante una soleada mañana de verano -un momento recogido por Marc Forster con inclasificable talento pictórico y visual- el enigmático escritor sucumbe a los encantos de esta bellísima ama de casa y sus cachorros, para convertirse desde entonces en compañero de aventuras, dichas y desgracias de los Llewelyn, que además serán fuente de inspiración para su obra maestra (algo similar ocurrió con Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, también un clásico gestado entre la compañía de los más pequeños).

Descubriendo Nunca Jamás (Finding Neverland, 2005) nos relata precisamente esos momentos previos a la constitución de Peter Pan en la vida de este genio de las letras, poco tiempo en comparación con el que ya llevaba escribiendo -en la película lo único que sabemos sobre su pasado es que perdió a un hermano cuando apenas contaba su sexto cumpleaños- y al que le tocará después (Sir James Matthew Barrie muere en 1937).

Si bien es cierto que a Marc Forster, David Magee y Allan Knee -recordemos la obra en la que se basa la película, The Man Who Was Peter Pan- se les escapan algunas notas en el guión, como la vacuidad de algunos personajes (Charles Frohman, el productor interpretado por Dustin Hoffman, se queda apartado de la función) o la visión un tanto simplista de la historia, el film goza de momentos de una grandeza dramática extraordinaria, entre los que sobresalen las secuencias dominadas por los sentimientos de Peter, el pequeño de los Llewelyn (en especial los momentos en el barco pirata, que sin duda permanecerán en nuestra retina por mucho tiempo), la escena del opening en el Teatro Duque de York, filmada en montaje paralelo con los gestos de dolor en el pecho de Sylvia, postrada en la cama, o su posterior entierro a modo de epílogo.

Descubriendo Nunca Jamás trata también el heroísmo y el sufrimiento (el de una madre que, mediante el silencio, evita traspasar su dolor a sus semejantes), los obstáculos que se interponen entre el arte y el amor en la no-relación de Barrie con su esposa Mary (magistralmente interpretada por Radha Mitchell, una actriz que mira con el corazón) y habla, en voz alta y clara, del poder de la imaginación entendida como evasión, como un instrumento para el entretenimiento eterno de esos Niños Perdidos que jamás se harán adultos.

Quizás esto no sea lo más razonable en un mundo como el nuestro, con una desgracia en cada esquina -como también muestra el film-, pero creo que Descubriendo Nunca Jamás tiene el placer de hacer un discurso libre y tierno sobre el amor y la infancia, sobre la muerte y / de la imaginación, sin rastro vocacional de juez o conciencia y rendido a la impresionante partitura del gran Jan Kaczmarek. Y no es poco.

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