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Domingo Delgado

La controvertida energía nuclear

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La energía nuclear es una de esas cosas que hace que el mito del progreso sea cuestionado, pues no todo progreso es benéfico; y en el caso de la energía nuclear, el progreso que representa su uso, en cuanto a beneficios, nos expone a un riesgo considerablemente grave, por excepcional que sea.

Ciertamente, son muchas las ventajas que ha aportado para la técnica, la industria, la economía y la salud, la energía nuclear, pero sin embargo, es patente que el grave riesgo que presenta, por sus trágicas y descomunales consecuencias, es algo también existente, por mucho que se trate de minimizar por las previsiones de seguridad que se establezcan. Pero siendo estas, obra humana, están sujetas a la imperfección, y en consecuencia el riesgo que representa no es totalmente descartable.

Estos días, el mundo entero permanece atónito ante la tragedia de la central nuclear de Fukushima, consecuencia del terremoto y ulterior tsunami que padeció Japón. Años atrás fue la tragedia de Chernobyl, junto con múltiples incidentes habidos en centrales nucleares, las que pusieron de manifiesto el tremendo riesgo que se corre con este tipo de energía.

Muchas y diversas han sido las manifestaciones de los partidarios y contrarios al uso generalizado de este tipo de energía, si bien el avance de la tecnología, y la necesidad de recursos energéticos de un mundo industrializado y consumista, han venido presentando la necesidad de recurrir a la energía nuclear, amparándose en los progresos técnicos para enfatizar la seguridad alcanzada en el uso de este tipo de instalaciones, que se nos ha presentado últimamente como muy seguras.

Pero este accidente en Japón, viene a traer a primer plano de debate el necesario cuestionamiento de esta fuente de energía. Ya no se trata de Chernobyl, central ucraniana, de la época soviética, de las primeras generaciones, con una tecnología antigua –en comparación con la actual- en un Estado desintegrado de la antigua URSS, que se estaba organizando, todo lo cual aparentaba dar una explicación de lo inexplicable. Sin embargo, ahora se trata de Japón, un país puntero en tecnología, económicamente de los de mayor riqueza y nivel de vida, con experiencia en este tipo de instalaciones, que no han fallado, sino que todo ha sido producto de un hecho natural como un terremoto, en un país que también ha llegado técnicamente a minimizar los efectos sísmicos. Por consiguiente, los argumentos de la falibilidad del factor humano, en Japón no ha tenido precisamente su encaje. Más bien, la demostración de la finitud humana frente a la acción de las fuerzas naturales, que jamás se llegan a controlar.

Tal planteamiento, nos debe de dejar abierta siempre la puerta al riesgo probable, en nuestras tecnificadas sociedades. No llegando a ser desechable su aparición puramente accidental, como puede ser el riesgo de los accidentes aéreos, que pese a ser bajo, por la alta tecnificación de la industria aeronáutica actual, sin embargo cuando suceden tienen una considerable gravedad en sus consecuencias. Y sin embargo, nadie hoy día, se ha cuestionado prescindir de la navegación aérea en nuestro mundo.

Ciertamente que las consecuencias de un desastre nuclear suelen ser muy superiores a las de una catástrofe aérea, pues aunque se pueda circunscribir a un menor número de personas, sin embargo los perniciosos efectos de las radiaciones y su permanencia temporal, hacen que los daños tengan una considerable gravedad, no del todo compatible con la vida.

Así pues, en un mundo industrializado y consumista cada vez se necesitan más las fuentes de energía, especialmente por la limitación de las fuentes de energía tradicionales, e incluso por el costo que se va incrementando conforme crezca la demanda y baje el nivel de recursos; por tanto, si queremos mantener el nivel de vida actual, hemos de considerar el uso de este tipo de energía nuclear, al que habrá que buscarle soluciones técnicas a toda su problemática y peligrosidad, siendo conscientes del grave riesgo que corremos con ello. O por el contrario, asumimos –entre tanto no se descubran o se generalicen otras fuentes de energía más seguras y limpias, como las energías alternativas- que el plan energético nuclear ha de ir cediendo a favor de esas otras energías más seguras.

Por consiguiente, se hace necesario un debate mundial sobre el uso de la energía nuclear, su seguridad, su limitación y la generalización del uso de energías alternativas más seguras y limpias, que nos lleven a un consenso sobre un nuevo plan energético. Algo en que no valen las soluciones unilaterales, pues ya vemos el alcance planetario que puede tener un accidente nuclear en cualquier país.

Pese a todo, hay que ser consciente de los importantes intereses económicos que giran en torno a este tipo de decisiones, por lo que es importante poder apreciar la información que se difunda, su objetividad, y su nivel científico de conocimiento que nos pueda llevar a una consideración real de la verdadera situación, para que finalmente, sean las sociedades las que decidan su futuro, en el contexto internacional que precisa este tipo de determinación por la opción energética más conveniente.

La controvertida energía nuclear

Domingo Delgado
Domingo Delgado
lunes, 21 de marzo de 2011, 08:16 h (CET)
La energía nuclear es una de esas cosas que hace que el mito del progreso sea cuestionado, pues no todo progreso es benéfico; y en el caso de la energía nuclear, el progreso que representa su uso, en cuanto a beneficios, nos expone a un riesgo considerablemente grave, por excepcional que sea.

Ciertamente, son muchas las ventajas que ha aportado para la técnica, la industria, la economía y la salud, la energía nuclear, pero sin embargo, es patente que el grave riesgo que presenta, por sus trágicas y descomunales consecuencias, es algo también existente, por mucho que se trate de minimizar por las previsiones de seguridad que se establezcan. Pero siendo estas, obra humana, están sujetas a la imperfección, y en consecuencia el riesgo que representa no es totalmente descartable.

Estos días, el mundo entero permanece atónito ante la tragedia de la central nuclear de Fukushima, consecuencia del terremoto y ulterior tsunami que padeció Japón. Años atrás fue la tragedia de Chernobyl, junto con múltiples incidentes habidos en centrales nucleares, las que pusieron de manifiesto el tremendo riesgo que se corre con este tipo de energía.

Muchas y diversas han sido las manifestaciones de los partidarios y contrarios al uso generalizado de este tipo de energía, si bien el avance de la tecnología, y la necesidad de recursos energéticos de un mundo industrializado y consumista, han venido presentando la necesidad de recurrir a la energía nuclear, amparándose en los progresos técnicos para enfatizar la seguridad alcanzada en el uso de este tipo de instalaciones, que se nos ha presentado últimamente como muy seguras.

Pero este accidente en Japón, viene a traer a primer plano de debate el necesario cuestionamiento de esta fuente de energía. Ya no se trata de Chernobyl, central ucraniana, de la época soviética, de las primeras generaciones, con una tecnología antigua –en comparación con la actual- en un Estado desintegrado de la antigua URSS, que se estaba organizando, todo lo cual aparentaba dar una explicación de lo inexplicable. Sin embargo, ahora se trata de Japón, un país puntero en tecnología, económicamente de los de mayor riqueza y nivel de vida, con experiencia en este tipo de instalaciones, que no han fallado, sino que todo ha sido producto de un hecho natural como un terremoto, en un país que también ha llegado técnicamente a minimizar los efectos sísmicos. Por consiguiente, los argumentos de la falibilidad del factor humano, en Japón no ha tenido precisamente su encaje. Más bien, la demostración de la finitud humana frente a la acción de las fuerzas naturales, que jamás se llegan a controlar.

Tal planteamiento, nos debe de dejar abierta siempre la puerta al riesgo probable, en nuestras tecnificadas sociedades. No llegando a ser desechable su aparición puramente accidental, como puede ser el riesgo de los accidentes aéreos, que pese a ser bajo, por la alta tecnificación de la industria aeronáutica actual, sin embargo cuando suceden tienen una considerable gravedad en sus consecuencias. Y sin embargo, nadie hoy día, se ha cuestionado prescindir de la navegación aérea en nuestro mundo.

Ciertamente que las consecuencias de un desastre nuclear suelen ser muy superiores a las de una catástrofe aérea, pues aunque se pueda circunscribir a un menor número de personas, sin embargo los perniciosos efectos de las radiaciones y su permanencia temporal, hacen que los daños tengan una considerable gravedad, no del todo compatible con la vida.

Así pues, en un mundo industrializado y consumista cada vez se necesitan más las fuentes de energía, especialmente por la limitación de las fuentes de energía tradicionales, e incluso por el costo que se va incrementando conforme crezca la demanda y baje el nivel de recursos; por tanto, si queremos mantener el nivel de vida actual, hemos de considerar el uso de este tipo de energía nuclear, al que habrá que buscarle soluciones técnicas a toda su problemática y peligrosidad, siendo conscientes del grave riesgo que corremos con ello. O por el contrario, asumimos –entre tanto no se descubran o se generalicen otras fuentes de energía más seguras y limpias, como las energías alternativas- que el plan energético nuclear ha de ir cediendo a favor de esas otras energías más seguras.

Por consiguiente, se hace necesario un debate mundial sobre el uso de la energía nuclear, su seguridad, su limitación y la generalización del uso de energías alternativas más seguras y limpias, que nos lleven a un consenso sobre un nuevo plan energético. Algo en que no valen las soluciones unilaterales, pues ya vemos el alcance planetario que puede tener un accidente nuclear en cualquier país.

Pese a todo, hay que ser consciente de los importantes intereses económicos que giran en torno a este tipo de decisiones, por lo que es importante poder apreciar la información que se difunda, su objetividad, y su nivel científico de conocimiento que nos pueda llevar a una consideración real de la verdadera situación, para que finalmente, sean las sociedades las que decidan su futuro, en el contexto internacional que precisa este tipo de determinación por la opción energética más conveniente.

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