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Ruth Marcus

Padres que se portan mal

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WASHINGTON - Mamá Tigre, le presento a Mamá Denuncia.

Mamá Tigre, alias profesora de Derecho de Yale Amy Chuá, es la que pretendía garantizar el éxito de sus hijos en la vida de una forma que ella describe como la quintaesencia asiática: les empujaba a obtener resultados presionando, acosando y en ocasiones insultando.

Mamá Denuncia, Nicole Imprescia, ha adoptado otro enfoque quintaesencia norteamericano. En primer lugar, pagó a alguien para que le hiciera el trabajo. A continuación exigió la devolución del dinero.

En fin.

¿He mencionado que la polémica gira en torno a los parvularios?

Otro en fin.

No a cualquier parvulario, por supuesto, sino a un centro muy exclusivo de Manhattan con una matrícula de 19.000 dólares al año.

Imprescia envió a su hija Lucía, de tres años de edad en 2009, al York Avenue Preschool. Sacó a Lucía a un mes de cumplirse el segundo año de la niña, después de que, según la demanda examinada por el Supremo de Nueva York, Lucía fuera "metida" con los de dos y tres años. "De hecho, el centro resultó no ser un centro en absoluto, sino simplemente un gran recreo", afirma en la denuncia.

¡A la pequeña Lucía todavía le enseñaban las formas y los colores con cuatro años, por el amor de Dios! ¿No saben que tenía que prepararse el ERB, el examen de acceso a un centro privado?

Todo esto importa, según la demanda, porque, como sabe todo hijo de vecino en el "panorama demencialmente competitivo" de la educación básica en Manhattan, hay una "formidable presión por elegir el centro correcto". ¿Por qué? ¿No es evidente? Porque "meter al niño en una universidad de las ocho antiguas es algo que empieza en la guardería".

Nicole, ¿a ti te parece que ser conocida como Mamá Denuncia va a ayudar a que tu hija entre en el centro adecuado?

En realidad, la denuncia de Imprescia es el segundo sumario de padres que se portan mal con el que me he topado últimamente. En el otro caso, el cirujano de Houston Michael Bardwil demanda a su antiguo instituto privado, el Jesuit College Preparatory School. Bardwil, de la promoción del 73, buscaba contactos para meter a su hijo, T. B., para que siguiera sus pasos.

Según la demanda, un padre del Strake que recauda fondos para la ampliación del centro le dijo a Bardwil que "el ingreso se está volviendo algo muy competitivo" y que "es muy importante que realices una donación" para garantizar que su hijo fuera aceptado.

Bardwil prometió obediente 50.000 dólares. Había abonado 40.000 de ese importe cuando el Strake negó plaza a T.B., que había obtenido malas notas en sus exámenes de ingreso. Bardwil se querella exigiendo el reembolso de su dinero -- y poniendo las notas de su hijo a disposición del tribunal para que todos las vean.

Por supuesto, todos estos padres, a su propia forma descontrolada y sin perspectiva, se portan así porque quieren lo mejor para sus hijos. O al menos creen que es lo mejor para sus hijos. Y si están atrapados en el frenesí de la mentalidad moderna del hay que ir a Harvard que tienen los padres modernos, es muy fácil burlarse pero también -- en mi caso, de cualquier forma -- también empatizar.

Nos queda un año hasta entrar de lleno en la locura de las matrículas universitarias y ya puedo sentirme arrastrada, en contra de mi voluntad. Peor aún, siento a mi hija arrastrada. Ella es maravillosa, inteligente e integrada. En cuanto surge el tema de las matrículas -- y yo no lo planteo -- mi mensaje siempre es: dondequiera que vayas, recibirás una educación estupenda, lo pasarás de maravilla y triunfarás en la vida.

Lo digo en serio, de veras que sí... pero si me engancha al polígrafo, también demostrará que quiero que entre en un buen centro. ¿Es imprescindible que sea de las ocho antiguas? No. ¿Sería bueno tener esa opción? Estooo... Me acojo a la Quinta Enmienda.

Y aunque es fácil culpar a los padres de sucumbir a la histeria de los centros exclusivos como sea, los centros la alimentan por su cuenta. Visite la página del York Avenue Preschool y encontrará garantías de que "nuestros estudiantes han obtenido de forma constante buenas notas en los exámenes ERB" y "asisten a algunos de los mejores centros privados de la ciudad". En caso de que quiera más detalles, el York ofrece una práctica lista de ejemplos.

La película en boca de los padres de los alumnos a punto de acabar la educación intermedia en esta época del año es "Carretera a ninguna parte", un documental ligeramente agitado sobre estudiantes presionados hasta el límite de sus posibilidades por los exámenes de selectividad, la sobrecarga de las clases avanzadas para sacar más nota, y el exceso de actividades extraescolares. Los pases, por aquí al menos, han agotado las entradas con regularidad.

Porque a la mayoría de los Chuá, las Imprescia y los Bardwil que andan sueltos, la mayoría de nosotros no queremos ver a nuestros hijos yendo a ninguna parte. Es que es difícil resistirse a la corriente, y aún más difícil apearse de ella.

Padres que se portan mal

Ruth Marcus
Ruth Marcus
lunes, 21 de marzo de 2011, 08:10 h (CET)
WASHINGTON - Mamá Tigre, le presento a Mamá Denuncia.

Mamá Tigre, alias profesora de Derecho de Yale Amy Chuá, es la que pretendía garantizar el éxito de sus hijos en la vida de una forma que ella describe como la quintaesencia asiática: les empujaba a obtener resultados presionando, acosando y en ocasiones insultando.

Mamá Denuncia, Nicole Imprescia, ha adoptado otro enfoque quintaesencia norteamericano. En primer lugar, pagó a alguien para que le hiciera el trabajo. A continuación exigió la devolución del dinero.

En fin.

¿He mencionado que la polémica gira en torno a los parvularios?

Otro en fin.

No a cualquier parvulario, por supuesto, sino a un centro muy exclusivo de Manhattan con una matrícula de 19.000 dólares al año.

Imprescia envió a su hija Lucía, de tres años de edad en 2009, al York Avenue Preschool. Sacó a Lucía a un mes de cumplirse el segundo año de la niña, después de que, según la demanda examinada por el Supremo de Nueva York, Lucía fuera "metida" con los de dos y tres años. "De hecho, el centro resultó no ser un centro en absoluto, sino simplemente un gran recreo", afirma en la denuncia.

¡A la pequeña Lucía todavía le enseñaban las formas y los colores con cuatro años, por el amor de Dios! ¿No saben que tenía que prepararse el ERB, el examen de acceso a un centro privado?

Todo esto importa, según la demanda, porque, como sabe todo hijo de vecino en el "panorama demencialmente competitivo" de la educación básica en Manhattan, hay una "formidable presión por elegir el centro correcto". ¿Por qué? ¿No es evidente? Porque "meter al niño en una universidad de las ocho antiguas es algo que empieza en la guardería".

Nicole, ¿a ti te parece que ser conocida como Mamá Denuncia va a ayudar a que tu hija entre en el centro adecuado?

En realidad, la denuncia de Imprescia es el segundo sumario de padres que se portan mal con el que me he topado últimamente. En el otro caso, el cirujano de Houston Michael Bardwil demanda a su antiguo instituto privado, el Jesuit College Preparatory School. Bardwil, de la promoción del 73, buscaba contactos para meter a su hijo, T. B., para que siguiera sus pasos.

Según la demanda, un padre del Strake que recauda fondos para la ampliación del centro le dijo a Bardwil que "el ingreso se está volviendo algo muy competitivo" y que "es muy importante que realices una donación" para garantizar que su hijo fuera aceptado.

Bardwil prometió obediente 50.000 dólares. Había abonado 40.000 de ese importe cuando el Strake negó plaza a T.B., que había obtenido malas notas en sus exámenes de ingreso. Bardwil se querella exigiendo el reembolso de su dinero -- y poniendo las notas de su hijo a disposición del tribunal para que todos las vean.

Por supuesto, todos estos padres, a su propia forma descontrolada y sin perspectiva, se portan así porque quieren lo mejor para sus hijos. O al menos creen que es lo mejor para sus hijos. Y si están atrapados en el frenesí de la mentalidad moderna del hay que ir a Harvard que tienen los padres modernos, es muy fácil burlarse pero también -- en mi caso, de cualquier forma -- también empatizar.

Nos queda un año hasta entrar de lleno en la locura de las matrículas universitarias y ya puedo sentirme arrastrada, en contra de mi voluntad. Peor aún, siento a mi hija arrastrada. Ella es maravillosa, inteligente e integrada. En cuanto surge el tema de las matrículas -- y yo no lo planteo -- mi mensaje siempre es: dondequiera que vayas, recibirás una educación estupenda, lo pasarás de maravilla y triunfarás en la vida.

Lo digo en serio, de veras que sí... pero si me engancha al polígrafo, también demostrará que quiero que entre en un buen centro. ¿Es imprescindible que sea de las ocho antiguas? No. ¿Sería bueno tener esa opción? Estooo... Me acojo a la Quinta Enmienda.

Y aunque es fácil culpar a los padres de sucumbir a la histeria de los centros exclusivos como sea, los centros la alimentan por su cuenta. Visite la página del York Avenue Preschool y encontrará garantías de que "nuestros estudiantes han obtenido de forma constante buenas notas en los exámenes ERB" y "asisten a algunos de los mejores centros privados de la ciudad". En caso de que quiera más detalles, el York ofrece una práctica lista de ejemplos.

La película en boca de los padres de los alumnos a punto de acabar la educación intermedia en esta época del año es "Carretera a ninguna parte", un documental ligeramente agitado sobre estudiantes presionados hasta el límite de sus posibilidades por los exámenes de selectividad, la sobrecarga de las clases avanzadas para sacar más nota, y el exceso de actividades extraescolares. Los pases, por aquí al menos, han agotado las entradas con regularidad.

Porque a la mayoría de los Chuá, las Imprescia y los Bardwil que andan sueltos, la mayoría de nosotros no queremos ver a nuestros hijos yendo a ninguna parte. Es que es difícil resistirse a la corriente, y aún más difícil apearse de ella.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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