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Luis López

Alicia

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Corría el año 1862. Un caluroso día cuatro del mes de julio. Charles Lutwidge Dodgson, un joven matemático, el reverendo Robinson Duckworth, y las tres hermanas Liddell: Lorina, Alice y Edith, de trece, diez y ocho años respectivamente, dan un paseo en barca por el río Támesis. No es una fecha cualquiera, es el día en que se gestó Alicia en el país de las maravillas. Hoy martes no coincide con ninguna celebración especial. Como en un “feliz no cumpleaños”. Quizás por eso sea recomendable cruzar al otro lado como en la segunda parte A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, publicada en 1871. Aquí el calendario sí ofrece un aniversario redondo. Ciento cuarenta años hace que la joven Alicia atravesó el lado conocido del mundo por segunda vez.

Charles Lutwidge Dodgson reservaba su verdadero nombre para sus publicaciones científicas. Destacaba en el campo de la geometría, la lógica, las paradojas y los juegos, hasta publicó artículos sobre la cuadratura del círculo, pero el señor Dodgson tenía facilidad para distraerse. Su mayor divagación sucedió según su diario, el día cuatro del mes de julio de 1862. Lewis Carroll, este es el seudónimo por el que es mundialmente reconocido, inventó una fábula a la sombra de un árbol, bajo el que se habían refugiado de la canícula, todos los tripulantes de la barca. Este divertimento fabulado para entretener a las hijas del deán Henry Lidell, un caluroso día de picnic en el río tuvo tras su publicación una pronta repercusión social. El señor Carroll era un escritor sin mucho éxito que había publicado poemas y cuentos de baja trascendencia. Su destino estaba en el sacerdocio en la Christ Church. De hecho había recibido el primer grado del Sacramento. El diácono Carroll nunca llegó a ordenarse completamente. Quizá debido a que su tartamudez podría impedirle a la hora de soltar sermones a sus feligreses. Aunque no le impedía para contar cuentos en público. De cualquier manera, su formación era amplia en la ciencia y en la fe. Ambos campos chocaron en su cerebro produciendo un escritor difícil de clasificar. Su literatura está encuadrada en los libros para niños. Pero ningún adulto puede negar la diversión que la imaginativa pluma de Carroll fue capaz de desarrollar.

En este segundo libro los naipes vivientes son sustituidos por figuras y escaques de ajedrez. La Reina Roja le ofrece convertirse en reina si consigue coronar ella misma. Para hacerlo ha de llegar a la octava y última fila del tablero. La propia Alicia es el peón de la Reina Blanca. Este es el conflicto principal que la protagonista ha de superar. Desde la versión cinematográfica de la Disney ambos cuentos tienden a fusionarse mezclando personajes y situaciones. Por ejemplo los gemelos de aspecto físico, pero contrarios en cuanto a comportamiento, Tweedledum y Tweedledee pertenecen a este segundo libro.

Hoy no es un día señalado para leer nada concreto. Además sabemos como la joven Alicia que despertaremos y todo habrá sido un sueño. Pero por si acaso no lo es mirémonos al espejo. Por alguien hay que empezar.

Alicia

Luis López
Luis López
martes, 15 de marzo de 2011, 08:33 h (CET)
Corría el año 1862. Un caluroso día cuatro del mes de julio. Charles Lutwidge Dodgson, un joven matemático, el reverendo Robinson Duckworth, y las tres hermanas Liddell: Lorina, Alice y Edith, de trece, diez y ocho años respectivamente, dan un paseo en barca por el río Támesis. No es una fecha cualquiera, es el día en que se gestó Alicia en el país de las maravillas. Hoy martes no coincide con ninguna celebración especial. Como en un “feliz no cumpleaños”. Quizás por eso sea recomendable cruzar al otro lado como en la segunda parte A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, publicada en 1871. Aquí el calendario sí ofrece un aniversario redondo. Ciento cuarenta años hace que la joven Alicia atravesó el lado conocido del mundo por segunda vez.

Charles Lutwidge Dodgson reservaba su verdadero nombre para sus publicaciones científicas. Destacaba en el campo de la geometría, la lógica, las paradojas y los juegos, hasta publicó artículos sobre la cuadratura del círculo, pero el señor Dodgson tenía facilidad para distraerse. Su mayor divagación sucedió según su diario, el día cuatro del mes de julio de 1862. Lewis Carroll, este es el seudónimo por el que es mundialmente reconocido, inventó una fábula a la sombra de un árbol, bajo el que se habían refugiado de la canícula, todos los tripulantes de la barca. Este divertimento fabulado para entretener a las hijas del deán Henry Lidell, un caluroso día de picnic en el río tuvo tras su publicación una pronta repercusión social. El señor Carroll era un escritor sin mucho éxito que había publicado poemas y cuentos de baja trascendencia. Su destino estaba en el sacerdocio en la Christ Church. De hecho había recibido el primer grado del Sacramento. El diácono Carroll nunca llegó a ordenarse completamente. Quizá debido a que su tartamudez podría impedirle a la hora de soltar sermones a sus feligreses. Aunque no le impedía para contar cuentos en público. De cualquier manera, su formación era amplia en la ciencia y en la fe. Ambos campos chocaron en su cerebro produciendo un escritor difícil de clasificar. Su literatura está encuadrada en los libros para niños. Pero ningún adulto puede negar la diversión que la imaginativa pluma de Carroll fue capaz de desarrollar.

En este segundo libro los naipes vivientes son sustituidos por figuras y escaques de ajedrez. La Reina Roja le ofrece convertirse en reina si consigue coronar ella misma. Para hacerlo ha de llegar a la octava y última fila del tablero. La propia Alicia es el peón de la Reina Blanca. Este es el conflicto principal que la protagonista ha de superar. Desde la versión cinematográfica de la Disney ambos cuentos tienden a fusionarse mezclando personajes y situaciones. Por ejemplo los gemelos de aspecto físico, pero contrarios en cuanto a comportamiento, Tweedledum y Tweedledee pertenecen a este segundo libro.

Hoy no es un día señalado para leer nada concreto. Además sabemos como la joven Alicia que despertaremos y todo habrá sido un sueño. Pero por si acaso no lo es mirémonos al espejo. Por alguien hay que empezar.

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