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Felipe Muñoz

La tragedia de Japón y la cuestión nuclear

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El 1 de noviembre de 1755, un gran terremoto sacudió Lisboa, llegando hasta las costas de Cádiz en forma de un gigantesco tsunami. De una población total de 275.000 habitantes, murieron, se calcula, unas 90.000 personas. Otras 10.000 murieron en Marruecos y casi 1.300 en España.

Polémica filosófica a raíz del terremoto de Lisboa

Actualmente, los geólogos estiman que el terremoto de Lisboa alcanzó una magnitud 9 grados en la escala de Richter, exactamente la misma que el terremoto de Japón del 11 en marzo de 2011. Recordemos, por comparación, que el terremoto de Haití llegó a una magnitud de 7 grados y el de Chile, a 8,8.

Este terremoto sacudió, también, a la filosofía, acabando definitivamente con la idea de Leibniz de que vivimos en el “mejor de los mundos posibles” y con la teoría escolástica de que el mal no tenía verdadera realidad y sólo consistía en la ausencia de bien.

A propósito de este desastre natural, los filósofos franceses Voltaire y Rousseau se embarcaron en una encendida polémica, en la que Kant participaría tardíamente.

El primero de ellos defendía que la tragedia demostraba que Dios no se preocupaba por sus criaturas y que, por tanto, la hipótesis de un Dios personal y amoroso no se sostenía.

Rousseau objetaba a esto que los terremotos se producen por causas naturales, mientras que era exclusiva responsabilidad de los hombres ”vivir hacinados en casas de seis o siete pisos” ”.

Finalmente, Kant recuperó la idea de Dios, como autor de las leyes naturales, que había que investigar, ante todo, para prevenirlas y para adaptarse a ellas.

Se reabre el debate sobre la energía nuclear

En estos días, de nuevo, reproducimos el debate. Ya no sobre Dios, sino sobre la energía atómica. El terremoto de Japón ha afectado a varias centrales nucleares, de las que, a la hora en la que escribo, aún continúa en peligro la central de Fukushima, que ha alcanzado un nivel 5 de alerta nuclear.

No ha tardado en hablar el sector antinuclear, cuestionando la política europea que, de la mano de Angela Merkel y por mor de la competencia china, se estaba volviendo cada vez más pro-nuclear. Para los ecologistas, los problemas de seguridad constituyen un argumento definitivo en contra de este tipo de energía.

En el lado contrario, se sitúan los inveterados defensores tradicionales de la energía atómica. Con menos voz, debido a que la tragedia continúa su curso casi a nuestra vista, se preguntan por la oportunidad y la prudencia de construir centrales nucleares en la costa de un país que sufre diariamente infinidad de seísmos.

Finalmente, otro sector, que, por analogía, podríamos llamar “kantiano”, señala que los fallos de seguridad se han producido por los errores en los mecanismos de actuación en caso de emergencia, mientras que la estructura de centrales construidas en los años setenta del siglo pasado ha soportado uno de los mayores terremotos de la Historia.

La seguridad y el desarrollo económico de Japón

De todo esto, resulta evidente que es necesario, muy necesario, revisar y replantearse la seguridad y, tal vez, la ubicación, de las centrales nucleares para el futuro. De hecho, Merkel ha detenido su particular “programa nuclear”, se entiende, para llevar a cabo esta revisión.

Sin embargo, si vamos a iniciar, otra vez, el debate en torno a la energía nuclear, habría que incorporar en él todos los elementos relevantes. En primer lugar, no hay, a día de hoy, una alternativa viable a la energía atómica. Por tanto, cuando nos cuestionamos si queremos utilizarla o no, en realidad nos estamos planteando qué nivel de desarrollo económico consideramos aceptable para nosotros mismos.

La energía nuclear ha ayudado a salvar vidas

Japón es uno de los países más desarrollados del globo. Y sus centrales nucleares han constituido un motor no desdeñable de este desarrollo. Haití sufrió un terremoto de menor magnitud y, en él, murieron 200.000 personas. Los haitianos vivían, y viven, en la más absoluta miseria. No han alcanzado un nivel de desarrollo económico que les permita financiar tecnologías para la prevención de terremotos.

Japón, un país que carece de posibilidades energéticas naturales, ha conseguido, gracias, entro otras muchas cosas, a la energía atómica, ese nivel económico que le ha permitido desarrollar unas tecnologías y unas políticas que han salvado un número incontable de vidas en el incontable número de terremotos del país nipón.

En el caso de Haití, la miseria económica, en el caso de su propio desastre natural, supuso la muerte de decenas de miles de personas. Pero, que yo recuerde, no se convocaron reuniones urgentes para revisar el sistema mundial de producción y distribución de la riqueza.

No existen alternativas a la energía nuclear

En fin, no hay alternativas viables a la energía nuclear (cuando las haya, yo seré el primero en apoyar su desaparición). Y, aunque la seguridad es mejorable, y a raíz de esta tragedia se mejorará, esta cuestión sólo será decisiva cuando aparezca esa alternativa realista.

No es esperable, por otro lado, que China modifique su programa energético y deje, así, de ejercer presión competitiva sobre Europa y Estados Unidos. Además, las zonas petroleras están inmersas en una gran inestabilidad política que provoca mucha incertidumbre.

Con toda probabilidad, los países desarrollados preferirán revisar y mejorar la seguridad de sus centrales y seguir invirtiendo en tecnología de eliminación de residuos (sólo el 4% no es tratable, a día de hoy), con tal de minimizar la posibilidad de nuevas “guerras del petróleo”.

Visto todo ello, nuestros gobernantes sólo se están cuestionando la energía nuclear por la misma razón por la que se cuestionaron el carbón: porque temen que la opinión pública se vuelva en su contra.

No hay debate real, como no lo había entre Voltaire y Rousseau. No se trata de Dios, ni de la energía nuclear, sino, una vez más, de si aceptamos la responsabilidad de nuestras acciones.

La tragedia de Japón y la cuestión nuclear

Felipe Muñoz
Felipe Muñoz
martes, 15 de marzo de 2011, 08:11 h (CET)
El 1 de noviembre de 1755, un gran terremoto sacudió Lisboa, llegando hasta las costas de Cádiz en forma de un gigantesco tsunami. De una población total de 275.000 habitantes, murieron, se calcula, unas 90.000 personas. Otras 10.000 murieron en Marruecos y casi 1.300 en España.

Polémica filosófica a raíz del terremoto de Lisboa

Actualmente, los geólogos estiman que el terremoto de Lisboa alcanzó una magnitud 9 grados en la escala de Richter, exactamente la misma que el terremoto de Japón del 11 en marzo de 2011. Recordemos, por comparación, que el terremoto de Haití llegó a una magnitud de 7 grados y el de Chile, a 8,8.

Este terremoto sacudió, también, a la filosofía, acabando definitivamente con la idea de Leibniz de que vivimos en el “mejor de los mundos posibles” y con la teoría escolástica de que el mal no tenía verdadera realidad y sólo consistía en la ausencia de bien.

A propósito de este desastre natural, los filósofos franceses Voltaire y Rousseau se embarcaron en una encendida polémica, en la que Kant participaría tardíamente.

El primero de ellos defendía que la tragedia demostraba que Dios no se preocupaba por sus criaturas y que, por tanto, la hipótesis de un Dios personal y amoroso no se sostenía.

Rousseau objetaba a esto que los terremotos se producen por causas naturales, mientras que era exclusiva responsabilidad de los hombres ”vivir hacinados en casas de seis o siete pisos” ”.

Finalmente, Kant recuperó la idea de Dios, como autor de las leyes naturales, que había que investigar, ante todo, para prevenirlas y para adaptarse a ellas.

Se reabre el debate sobre la energía nuclear

En estos días, de nuevo, reproducimos el debate. Ya no sobre Dios, sino sobre la energía atómica. El terremoto de Japón ha afectado a varias centrales nucleares, de las que, a la hora en la que escribo, aún continúa en peligro la central de Fukushima, que ha alcanzado un nivel 5 de alerta nuclear.

No ha tardado en hablar el sector antinuclear, cuestionando la política europea que, de la mano de Angela Merkel y por mor de la competencia china, se estaba volviendo cada vez más pro-nuclear. Para los ecologistas, los problemas de seguridad constituyen un argumento definitivo en contra de este tipo de energía.

En el lado contrario, se sitúan los inveterados defensores tradicionales de la energía atómica. Con menos voz, debido a que la tragedia continúa su curso casi a nuestra vista, se preguntan por la oportunidad y la prudencia de construir centrales nucleares en la costa de un país que sufre diariamente infinidad de seísmos.

Finalmente, otro sector, que, por analogía, podríamos llamar “kantiano”, señala que los fallos de seguridad se han producido por los errores en los mecanismos de actuación en caso de emergencia, mientras que la estructura de centrales construidas en los años setenta del siglo pasado ha soportado uno de los mayores terremotos de la Historia.

La seguridad y el desarrollo económico de Japón

De todo esto, resulta evidente que es necesario, muy necesario, revisar y replantearse la seguridad y, tal vez, la ubicación, de las centrales nucleares para el futuro. De hecho, Merkel ha detenido su particular “programa nuclear”, se entiende, para llevar a cabo esta revisión.

Sin embargo, si vamos a iniciar, otra vez, el debate en torno a la energía nuclear, habría que incorporar en él todos los elementos relevantes. En primer lugar, no hay, a día de hoy, una alternativa viable a la energía atómica. Por tanto, cuando nos cuestionamos si queremos utilizarla o no, en realidad nos estamos planteando qué nivel de desarrollo económico consideramos aceptable para nosotros mismos.

La energía nuclear ha ayudado a salvar vidas

Japón es uno de los países más desarrollados del globo. Y sus centrales nucleares han constituido un motor no desdeñable de este desarrollo. Haití sufrió un terremoto de menor magnitud y, en él, murieron 200.000 personas. Los haitianos vivían, y viven, en la más absoluta miseria. No han alcanzado un nivel de desarrollo económico que les permita financiar tecnologías para la prevención de terremotos.

Japón, un país que carece de posibilidades energéticas naturales, ha conseguido, gracias, entro otras muchas cosas, a la energía atómica, ese nivel económico que le ha permitido desarrollar unas tecnologías y unas políticas que han salvado un número incontable de vidas en el incontable número de terremotos del país nipón.

En el caso de Haití, la miseria económica, en el caso de su propio desastre natural, supuso la muerte de decenas de miles de personas. Pero, que yo recuerde, no se convocaron reuniones urgentes para revisar el sistema mundial de producción y distribución de la riqueza.

No existen alternativas a la energía nuclear

En fin, no hay alternativas viables a la energía nuclear (cuando las haya, yo seré el primero en apoyar su desaparición). Y, aunque la seguridad es mejorable, y a raíz de esta tragedia se mejorará, esta cuestión sólo será decisiva cuando aparezca esa alternativa realista.

No es esperable, por otro lado, que China modifique su programa energético y deje, así, de ejercer presión competitiva sobre Europa y Estados Unidos. Además, las zonas petroleras están inmersas en una gran inestabilidad política que provoca mucha incertidumbre.

Con toda probabilidad, los países desarrollados preferirán revisar y mejorar la seguridad de sus centrales y seguir invirtiendo en tecnología de eliminación de residuos (sólo el 4% no es tratable, a día de hoy), con tal de minimizar la posibilidad de nuevas “guerras del petróleo”.

Visto todo ello, nuestros gobernantes sólo se están cuestionando la energía nuclear por la misma razón por la que se cuestionaron el carbón: porque temen que la opinión pública se vuelva en su contra.

No hay debate real, como no lo había entre Voltaire y Rousseau. No se trata de Dios, ni de la energía nuclear, sino, una vez más, de si aceptamos la responsabilidad de nuestras acciones.

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Gladio (espada en latín), fue el nombre que se le dio a la "red de agentes durmientes desplegados por la OTAN en Italia y preparados para entrar en acción en caso de que los soviéticos invadieran Europa Occidental", y serían la fuerza aliada que permanecería detrás de las líneas soviéticas para facilitar el contraataque.

El diccionario es permisivo, incluye la rigidez en la delimitación de las entradas y salidas; al tiempo que acoge la pérdida de los formatos cerebrales a la hora de regular las ideas entrantes o las emitidas tras elucubraciones varias. A veces no está tan claro si apreciamos más los desajustes o seguimos fieles a ciertos límites establecidos.

 
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