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Domingo Delgado

¿Un renacimiento marroquí?

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Esta semana se ha anunciado la intención del Rey Mohamed VI de Marruecos de llevar a cabo una reforma política que lleve a su país a una apertura democrática, algo que por lo demás ha sido solicitado por la oposición política alauí, y que parece va a ser una realidad.

No dudamos que los conflictos habidos en otros países norteafricanos hayan podido influir en el Rey en este anuncio de reformas, pues aunque la situación política y social en Marruecos no es idéntica a las de Tunez, Libia o Egipto, como de hecho diferente por escasa ha sido la protesta que se convocó en Marruecos por efecto contagio de sus vecinos. Pues no en vano, así como en los otros países se ha dado de facto unos regímenes dictatoriales, en el país alauí su régimen político ha podido mantener rasgos autoritarios pero no propiamente dictatoriales, así su peculiar régimen político ha llegado a incorporar la participación local o tribal, e incluso han estado trabajando sobre un sistema de descentralización administrativa provincial. Todo lo cual pone de manifiesto la evolución del régimen marroquí hacia la modernidad, en consonancia con la evolución social y económica que también va dándose en el país magrebí, que también iban determinando un camino hacia la progresiva apertura política como la que ha anunciado el rey Mohamed VI.

Por otro lado, Marruecos con cerca de cuatro millones de personas en situación de emigración, especialmente en Francia, España e Italia, ha tenido una válvula social de salida en momentos de difícil estancamiento económico, que al mismo tiempo han sido también heraldos de la cultura europea, en la que han vivido e incluso formado intelectualmente, asimilando las formas democráticas de participación de los diferentes países de destino, que de igual forma han reportado a su vuelta a Marruecos, esas nuevas generaciones marroquíes extraordinariamente formadas respecto a sus antecesores, son el presente y el futuro de su país, que actualmente también es destino de no pocas empresas de países vecinos como España o Francia, con importantes intereses económicos y culturales en el país alauita.

De igual manera, su especial vinculación con la UE instrumentado a través de un acuerdo preferente, que le permiten la colocación de su producción agraria en mercados comunitarios europeos de forma privilegiada; su tradicional vinculación a EEUU, que le hace un aliado especial en el norte de África; su posible vinculación comercial con Canadá; y sus excepcionales relaciones comerciales y culturales con Francia y España, esta última con particulares intereses económicos y comerciales, hacen de Marruecos un país en excepcionales condiciones de crecimiento (de hecho el producto interior no agrario marroquí ha crecido un 4,4%), en el que la anunciada reforma política ayudará a generar mayor confianza interna y externa.

Por consiguiente, España tiene la ocasión y la obligación histórica de reconocer esta situación y mejorar las relaciones bilaterales con nuestro vecino marroquí, el cual respetando la génesis histórica de su país, y de la participación española en el mismo, más allá de los desencuentros, fomenten de consuno un mejor entendimiento y colaboración en todo aquello que une a ambos países, no debiendo ser impedimento los enclaves de soberanía española de Ceuta y Melilla para Marruecos, como no debe de serlo para España el trato especial que reciben los productos agrarios marroquíes en la UE, donde España puede ser un buen aliado de Marruecos en el conjunto de sus intereses, al tiempo que Marruecos puede facilitar los intereses pesqueros españoles, y de cualquier otro orden que pudiera darse en ese reencuentro de nuestros dos países.

Pero para dicho logro, también las sociedad civil de uno y otro lado del Estrecho de Gibraltar, han de colaborar con su mutuo acercamiento, conocimiento y comprensión de su diversidad. Pues se suele precaver sobre lo desconocido. Mientras que la comunidad marroquí en España, como la española en Marruecos, se ha de sentir progresivamente acogida y plenamente integrada en sus respectivos ámbitos territoriales y culturales, dado que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Y las relaciones de buena vecindad son del todo punto convenientes y necesarias.

A este último fin, habrían de contribuir ambas sociedades a darse a conocer, generar lugares de encuentro culturales y mercantiles, y desde luego abandonar los viejos tópicos que en modo alguno responden a la realidad española y marroquí del siglo XXI.

¿Un renacimiento marroquí?

Domingo Delgado
Domingo Delgado
lunes, 14 de marzo de 2011, 08:19 h (CET)
Esta semana se ha anunciado la intención del Rey Mohamed VI de Marruecos de llevar a cabo una reforma política que lleve a su país a una apertura democrática, algo que por lo demás ha sido solicitado por la oposición política alauí, y que parece va a ser una realidad.

No dudamos que los conflictos habidos en otros países norteafricanos hayan podido influir en el Rey en este anuncio de reformas, pues aunque la situación política y social en Marruecos no es idéntica a las de Tunez, Libia o Egipto, como de hecho diferente por escasa ha sido la protesta que se convocó en Marruecos por efecto contagio de sus vecinos. Pues no en vano, así como en los otros países se ha dado de facto unos regímenes dictatoriales, en el país alauí su régimen político ha podido mantener rasgos autoritarios pero no propiamente dictatoriales, así su peculiar régimen político ha llegado a incorporar la participación local o tribal, e incluso han estado trabajando sobre un sistema de descentralización administrativa provincial. Todo lo cual pone de manifiesto la evolución del régimen marroquí hacia la modernidad, en consonancia con la evolución social y económica que también va dándose en el país magrebí, que también iban determinando un camino hacia la progresiva apertura política como la que ha anunciado el rey Mohamed VI.

Por otro lado, Marruecos con cerca de cuatro millones de personas en situación de emigración, especialmente en Francia, España e Italia, ha tenido una válvula social de salida en momentos de difícil estancamiento económico, que al mismo tiempo han sido también heraldos de la cultura europea, en la que han vivido e incluso formado intelectualmente, asimilando las formas democráticas de participación de los diferentes países de destino, que de igual forma han reportado a su vuelta a Marruecos, esas nuevas generaciones marroquíes extraordinariamente formadas respecto a sus antecesores, son el presente y el futuro de su país, que actualmente también es destino de no pocas empresas de países vecinos como España o Francia, con importantes intereses económicos y culturales en el país alauita.

De igual manera, su especial vinculación con la UE instrumentado a través de un acuerdo preferente, que le permiten la colocación de su producción agraria en mercados comunitarios europeos de forma privilegiada; su tradicional vinculación a EEUU, que le hace un aliado especial en el norte de África; su posible vinculación comercial con Canadá; y sus excepcionales relaciones comerciales y culturales con Francia y España, esta última con particulares intereses económicos y comerciales, hacen de Marruecos un país en excepcionales condiciones de crecimiento (de hecho el producto interior no agrario marroquí ha crecido un 4,4%), en el que la anunciada reforma política ayudará a generar mayor confianza interna y externa.

Por consiguiente, España tiene la ocasión y la obligación histórica de reconocer esta situación y mejorar las relaciones bilaterales con nuestro vecino marroquí, el cual respetando la génesis histórica de su país, y de la participación española en el mismo, más allá de los desencuentros, fomenten de consuno un mejor entendimiento y colaboración en todo aquello que une a ambos países, no debiendo ser impedimento los enclaves de soberanía española de Ceuta y Melilla para Marruecos, como no debe de serlo para España el trato especial que reciben los productos agrarios marroquíes en la UE, donde España puede ser un buen aliado de Marruecos en el conjunto de sus intereses, al tiempo que Marruecos puede facilitar los intereses pesqueros españoles, y de cualquier otro orden que pudiera darse en ese reencuentro de nuestros dos países.

Pero para dicho logro, también las sociedad civil de uno y otro lado del Estrecho de Gibraltar, han de colaborar con su mutuo acercamiento, conocimiento y comprensión de su diversidad. Pues se suele precaver sobre lo desconocido. Mientras que la comunidad marroquí en España, como la española en Marruecos, se ha de sentir progresivamente acogida y plenamente integrada en sus respectivos ámbitos territoriales y culturales, dado que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Y las relaciones de buena vecindad son del todo punto convenientes y necesarias.

A este último fin, habrían de contribuir ambas sociedades a darse a conocer, generar lugares de encuentro culturales y mercantiles, y desde luego abandonar los viejos tópicos que en modo alguno responden a la realidad española y marroquí del siglo XXI.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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