WASHINGTON - He aquí un interrogante para futuros historiadores acerca de la inestabilidad en Oriente Próximo: ¿En qué medida contribuyó la inflación de los alimentos? Conocemos algunos datos de partida. Los países de Oriente Medio importan el 50% ó más del trigo que consumen, un alimento básico en muchos de ellos. Desde mediados de 2010, el precio del cereal en el mercado se disparó. A 8,56 dólares el árido en febrero, el precio del trigo se había duplicado en cuestión de ocho meses. A pesar de las enormes subvenciones, parte del precio adicional llegó hasta el consumidor. ¿Generó eso un polvorín para las manifestaciones multitudinarias?
"Tanto en Túnez como en Egipto, las mujeres de las entrevistas televisivas se quejaban a gritos del precio de los alimentos", dice Laurie Garrett, del Council on Foreign Relations. "La inflación de los alimentos fue un factor contribuyente. En qué medida no lo sabemos". Con independencia del veredicto, no se trata de una mera curiosidad. En la misma medida que el crudo, la escasez de alimentos puede marcar la política global durante décadas.
Se denomina la Gran Contracción Alimentaria. La demanda global de alimentos básicos se topa con una oferta disputada. Los precios altos o la escasez pueden desestabilizar a los países pobres y provocar empujones globales por los escasos alimentos. El actual repunte de los precios es el segundo en tres años. En 2008, subidas paulatinas del precio del arroz y el trigo provocaron protestas multitudinarias y disturbios en alrededor de dos docenas de países, incluyendo Egipto, Haití y las Filipinas. Como entonces, algunos exportadores (la India y Vietnam en 2008 en el caso del arroz y Rusia hoy en el del trigo) prohibieron la exportación, elevando el precio de mercado y trasladando el riesgo a los países con déficit de alimentos básicos.
La creciente prosperidad global sustenta la contracción. Las dietas cambian a medida que los países se modernizan. La gente deja de comer el cereal directamente -- como plato o pan -- para consumirlo indirectamente como carne o productos lácteos. De 2000 a 2030, el consumo de carne per cápita podría alcanzar el 49% en China, el 79% en la India (aunque con respecto a niveles despreciables) y el 22% en Brasil, según calcula el Instituto Internacional de Política Alimentaria, un laboratorio de ideas. Esto dispara la demanda de grano para piensos. Para el ganado, hacen falta alrededor de 3 kilos y medio de pienso para engordar medio kilo; en el caso de los pollos, hacen falta de 1 a 2 kilos.
"Hemos tenido fuerte demanda internacional, (a pesar de) una importante recesión", dice Joseph Glauber, responsable económico del Departamento de Agricultura. "No es exclusivo de China". En siete de los 10 últimos años, destaca, el consumo mundial de trigo ha superado a la producción. Las reservas globales de cereales, un colchón frente a la escasez, han descendido significativamente. El mercado mundial sigue expuesto a contratiempos importantes -- inundaciones, sequías -- que castigan las cosechas. La desviación del maíz estadounidense al etanol agrava las presiones sobre la oferta del cereal.
A la hora de echar cuentas, la producción alimentaria global podría tener que duplicarse antes de 2050, dice el economista agrícola Robert Thompson, del Chicago Council on Global Affairs. De 2010 a 2050, se calcula que la población del mundo se elevará un 38%, de 6.900 millones de habitantes a 9.500, con importantes avances concentrados en los países más pobres. Según algunos cálculos, alrededor de 1.000 millones de personas se encuentran ya en tal estado de desnutrición que no pueden desempeñar labores manuales modestas.
¿Puede elevar el mundo la producción de alimentos tanto? El reconocido ecologista Lester Brown lo duda. La desaparición de los acuíferos, el cambio del clima y la erosión del sustrato limitan las probabilidades. Firmando en Scientific American, advierte que la tendencia a la escasez alimentaria conducirá a que haya más estados disfuncionales -- países incapaces de garantizar la seguridad alimentaria de su población -- que se convierten en campo abonado de las epidemias y el terrorismo global. Él cita como prototipo a los piratas de Somalia. En contraste, Thompson y algunos expertos más son menos pesimistas.
Los sorprendentes avances tecnológicos son una razón, como muestra la tabla de abajo. Ilustra la producción estadounidense de trigo y maíz desde el año 1900, calculada en áridos por acre ("rendimiento marginal").
Año / MAÍZ / TRIGO Bushels por acre
1900 / 28 / 12
1950 / 38 / 17
1970 / 72 / 31
2010 /153/ 46
El rendimiento marginal del maíz se multiplicó por cinco y el de trigo se cuadriplica. Semillas avanzadas, más fertilizante, el riego por irrigación y mejores prácticas de explotación dieron lugar a avances sustanciales.
Los optimistas aducen que estas tendencias van a continuar, impulsadas firmemente por la biotecnología. Ello implica la modificación de genes concretos de las semillas que hacen las cosechas más resistentes a las plagas, la sequía o las malas hierbas. En la práctica, son semillas inteligentes. "En cuestión de unos 10 años, hemos pasado de vender semilla de maíz con una modificación biotecnológica a vender con ocho", dice Robert Fraley, responsable tecnológico de Monsanto, un importante productor de semillas. Hacia 2030 Fraley estima que la cosecha estadounidense de maíz, algodón y soja se podría duplicar prácticamente. Las semillas modificadas también se extienden a Latinoamérica, China y la India.
El otro motivo de optimismo es que las prácticas agrícolas en algunas regiones del mundo -- el África subsahariana, por poner un ejemplo -- distan tanto del refinamiento que hay inmensas oportunidades de actualización. El economista Thompson afirma que la diferencia entre la explotación de maíz del granjero estadounidense con éxito y su esforzado homólogo africano llega a veces a ser de 10 a 1.
La contracción alimentaria global es la gran noticia desapercibida. Por ahora, los elevados precios y la reducida oferta han enriquecido a los granjeros estadounidenses, con prósperas exportaciones y rentabilidades. Pero la mala cosecha este año podría desbordar al rígido mercado y provocar histeria compradora. Si la naturaleza y las tecnologías no recuperan un mejor equilibrio entre oferta y demanda, las consecuencias en términos de sufrimiento humano y conflictos políticos podrían ser nefastas.