Condenan firmemente la violenta represión que está llevando a cabo Muamar el Gadafi contra el pueblo Libio, pero se mantienen “políticamente correctos” a la hora de tomar decisiones. De momento no habrá zona de exclusión aérea en Libia, tal y como solicitó el Parlamento Europeo, ni tampoco bombardeos limitados, como planteó el Presidente francés, Nicolás Sarkozy. Los 27 reconocen al Consejo Nacional Provisional de Transición (CNPT) como interlocutor político, pero no como Gobierno legítimo.

Gina Gulberti / Corresponsal en Bruselas

Muchas voces habían definido esta reunión como “el fin del multilateralismo europeo”. Pero lejos de lo que pudiera haber sido, el Consejo Extraordinario de la Unión Europea ha fluido como un mero trámite en la agenda de los mandatarios. Y aunque este acontecimiento solo cuenta con tres precedentes históricos –el 11S, la guerra de Irak y la guerra de Georgia- ha servido para demostrar-o al menos eso pretendían- que Europa existe y es un protagonista más de la escena global. Realmente nadie conoce quiénes son, o a qué intereses responden concretamente los miembros de este Consejo Libio de Transición, pero su oposición a Gadafi ha servido para otorgarles “relativa” autoridad. Tras romper relaciones con Gadafi, un dictador acusado de ejecutar a su pueblo, Europa busca a la desesperada un interlocutor, que cree haber encontrado en el CNPT.

Es evidente, que la Unión Europea no solo actúa con tino, sino que espera como una bendición la reunión tripartita con los representantes de la Liga Árabe y la Unión Africana, evitando así “comprometerse” en decisiones delicadas que pondrían en entredicho las relaciones de la vieja Europa.

Cabe pensar que sobre la firmeza y solemnidad de los discursos, planea el fantasma del petróleo -cada vez más real- que limita la capacidad decisoria de las potencias.

Y aunque el Parlamento Europeo ya se había pronunciado en la sesión plenaria previa al Consejo, con un rotundo sí a la zona de exclusión aérea y al reconocimiento de la CNPT como Gobierno legítimo, parece que el organismo dirigido por Jerzy Buzek no ejerce la suficiente presión sobre una Europa precavida y temerosa.

La famosa zona de exclusión aérea apunta a ser la panacea a todos los males. Sin embargo, hay que recordar que en Irak –por poner un solo ejemplo- dicha exclusión no sirvió para que se evitara la matanza de miles de civiles, ni tampoco detuvo a los atacantes.

La diplomacia es lenta, ya lo sabemos. Sin embargo, es probable que las reservas de Europa se conviertan durante este tiempo de “consensos y anuencias” en el yugo de miles de libios que esperan la ayuda internacional como única salida a la masacre.