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Etiquetas | Crítica de cine / Torrente 4
Alberto Mendo

Expectativas cumplidas

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Lo menos que se le puede reconocer a Santiago Segura es su mérito para haber convertido a Torrente es saga. Ya van cuatro películas, y me atrevo a decir que no será la última (algo a lo que se hace un enigmático guiño al final de la proyección). Sus incondicionales llevaban seis años esperando la vuelta a la gran pantalla del policía más corrupto, cutre y, en general, desagradable de toda la cinematografía española (y mundial) y no saldrán decepcionados de las salas de cine.




Sus expectativas de humor irreverente, innumerables famosos y mujeres desnudas se verán cumplidas con creces. Son los ingredientes básicos que acompañan al “torrentismo”. No obstante, frente a los signos de agotamiento evidenciados en la tercera parte, la sensación que deja la cuarta es mucho mejor porque Segura ha sabido reinventarse.

Entre los aciertos de “Torrente 4” está el 3D, un duro trabajo según ha reconocido el director de la cinta pero que vale la pena. También hay que valorar la dosis de entretenida acción aderezada con buenos efectos especiales. Eso sí, la gran baza de la película es descubrir que el protagonista encuentra a un compañero de correrías a su altura: Julito alias “Rin Rin” o, lo que es lo mismo, Kiko Rivera, cuya soltura encarnando a este personaje es bastante notable (y auguro su presencia en una próxima entrega de la saga). Interesante es también el papel de Yon González, con un registro completamente diferente al que ha acostumbrado a los espectadores de sus series. Y ya se puede calificar como imprescindible la presencia de Tony LeBlanc, de nuevo un maestro entre el reparto.

En realidad, la historia es lo de menos en esta película porque su principal cometido es servir de instrumento para lucir a los numerosos amiguetes de Segura. A muchos les sorprenderá ver al cantante Francisco haciendo de villano (con una voz excesiva aunque deliberadamente grave) o escuchar a los Hombres G en versión coro parroquial. Más habitual es encontrar a María Lapiedra enseñando sus “cualidades” innatas o a Belén Esteban soltando un “ma-to”. Tampoco pasará desapercibida la presencia de futbolistas como Cesc Fábregas, Agüero o Sergio Ramos; o el strip-tease de Mari Cielo Pajares, o la coreografía final de la cinta bajo la dirección de Poty. Otras apariciones destacadas son las de “resucitados” para la ocasión como Fernando Esteso y Joselito, y una muy especial: el último papel interpretado por Juanito Navarro.





Con todo este desfile de nombres, cabe preguntarse qué es del guión. Hay que reconocer que mantiene bien el ritmo durante gran parte de la trama, con continuos giros y cambios de escenarios. El arranque en un banquete de bodas es estupendo, como la posterior aparición de Kiko Rivera. Quizá los momentos más hilarantes transcurren dentro de la cárcel, que contrastan con un tramo final algo más flojo y un desenlace en el que priman las persecuciones y explosiones. Lo que es constante es el derroche de impertinencias, gestos escatológicos, referencias sexuales y comentarios ofensivos (para casi todos los colectivos) de un Torrente que vive momentos de penuria, víctima de la “crisis letal” que vive el país.

Con todos estos ingredientes, “Torrente 4” no se llevará muchos premios pero seguro que se convertirá en la salvadora del cine español en 2011 en cuanto a recaudación y espectadores. A eso contribuirá también la agresiva campaña de marketing, un ámbito en el que Segura es un experto. Ni las expectativas de sus detractores (si llegan a visionar la película) se verán defraudadas, ya que saben a lo que se exponen; y el resto entrará en las salas esperando ver… lo que van a encontrar. Que el público siga acudiendo en masa a ver a un antihéroe tan desagradable supone la constatación de que la gente se conforma con algo tan simple (y difícil) como la risa sin compromiso, el humor en estado puro y sin vergüenza.

Expectativas cumplidas

Alberto Mendo
Alberto Mendo
viernes, 11 de marzo de 2011, 09:11 h (CET)
Lo menos que se le puede reconocer a Santiago Segura es su mérito para haber convertido a Torrente es saga. Ya van cuatro películas, y me atrevo a decir que no será la última (algo a lo que se hace un enigmático guiño al final de la proyección). Sus incondicionales llevaban seis años esperando la vuelta a la gran pantalla del policía más corrupto, cutre y, en general, desagradable de toda la cinematografía española (y mundial) y no saldrán decepcionados de las salas de cine.




Sus expectativas de humor irreverente, innumerables famosos y mujeres desnudas se verán cumplidas con creces. Son los ingredientes básicos que acompañan al “torrentismo”. No obstante, frente a los signos de agotamiento evidenciados en la tercera parte, la sensación que deja la cuarta es mucho mejor porque Segura ha sabido reinventarse.

Entre los aciertos de “Torrente 4” está el 3D, un duro trabajo según ha reconocido el director de la cinta pero que vale la pena. También hay que valorar la dosis de entretenida acción aderezada con buenos efectos especiales. Eso sí, la gran baza de la película es descubrir que el protagonista encuentra a un compañero de correrías a su altura: Julito alias “Rin Rin” o, lo que es lo mismo, Kiko Rivera, cuya soltura encarnando a este personaje es bastante notable (y auguro su presencia en una próxima entrega de la saga). Interesante es también el papel de Yon González, con un registro completamente diferente al que ha acostumbrado a los espectadores de sus series. Y ya se puede calificar como imprescindible la presencia de Tony LeBlanc, de nuevo un maestro entre el reparto.

En realidad, la historia es lo de menos en esta película porque su principal cometido es servir de instrumento para lucir a los numerosos amiguetes de Segura. A muchos les sorprenderá ver al cantante Francisco haciendo de villano (con una voz excesiva aunque deliberadamente grave) o escuchar a los Hombres G en versión coro parroquial. Más habitual es encontrar a María Lapiedra enseñando sus “cualidades” innatas o a Belén Esteban soltando un “ma-to”. Tampoco pasará desapercibida la presencia de futbolistas como Cesc Fábregas, Agüero o Sergio Ramos; o el strip-tease de Mari Cielo Pajares, o la coreografía final de la cinta bajo la dirección de Poty. Otras apariciones destacadas son las de “resucitados” para la ocasión como Fernando Esteso y Joselito, y una muy especial: el último papel interpretado por Juanito Navarro.





Con todo este desfile de nombres, cabe preguntarse qué es del guión. Hay que reconocer que mantiene bien el ritmo durante gran parte de la trama, con continuos giros y cambios de escenarios. El arranque en un banquete de bodas es estupendo, como la posterior aparición de Kiko Rivera. Quizá los momentos más hilarantes transcurren dentro de la cárcel, que contrastan con un tramo final algo más flojo y un desenlace en el que priman las persecuciones y explosiones. Lo que es constante es el derroche de impertinencias, gestos escatológicos, referencias sexuales y comentarios ofensivos (para casi todos los colectivos) de un Torrente que vive momentos de penuria, víctima de la “crisis letal” que vive el país.

Con todos estos ingredientes, “Torrente 4” no se llevará muchos premios pero seguro que se convertirá en la salvadora del cine español en 2011 en cuanto a recaudación y espectadores. A eso contribuirá también la agresiva campaña de marketing, un ámbito en el que Segura es un experto. Ni las expectativas de sus detractores (si llegan a visionar la película) se verán defraudadas, ya que saben a lo que se exponen; y el resto entrará en las salas esperando ver… lo que van a encontrar. Que el público siga acudiendo en masa a ver a un antihéroe tan desagradable supone la constatación de que la gente se conforma con algo tan simple (y difícil) como la risa sin compromiso, el humor en estado puro y sin vergüenza.

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