El otro día, cuando Miki Roqué explicaba su otra lucha con gesto triste me acordaba de Ponferrada y de todo lo que vino después para abrir el cajón y guardarlo en la última carpeta que había. Después de una semana comentando las pifias del árbitro Hernández Hernández se presentaba ante nosotros una cara que no tiene polémicas, ni puntos ni jugadas deliciosas.
Cuando uno ve este maravilloso deporte llamado fútbol, queda encandilado por detalles de Emaná, carreras de coraje de Ezequiel y detalles de delantero de los buenos por parte de Jorge Molina. Parte de esos momentos, pequeñas alegrías, jugadas que parecen sacadas de la mismísima magia, nos hacen alabar al deporte y quererlo elevándolo incluso a la categoría de arte.
Parece que todos ellos fueran entes que salen de los cromos para desplegar su función artística y queden por encima de lo divino o lo humano. Sin embargo, esos dioses se hacen carne cuando llega la otra cara del fútbol, la que mostró Miki Roqué cuando balbuceaba su enfermedad.
“Le han encontrado un tumor en la pelvis”. El castillo de naipes futbolístico se desmorona y los reyes se muestran humanos, mientras que el deporte que tanto amamos se encarga de demostrarnos a todos los que babeamos frente a esa mística, que el fútbol no es más que un juego. Tan brillante y tan simple, elevado a las alturas y una parte más de la vida de unas personas que son afortunadas por ganarse la vida jugando.
Miki Roqué es uno de ellos. El joven del Betis B prueba la cara más amarga de la pelota en medio de una progresión meteórica. Es seguro, que como todos los que padecen esta maldita lacra en nuestra sociedad, sufrirá. Como otros muchos, Miki es fuerte, pese a que se emocionase en la sala de prensa. Es un muchacho que ha sabido ganarse a pulso su momento desde los escalafones del Lleida, en la complicada reserva inglesa a través del Liverpool, y en la segunda española hasta llegar al filial del Betis y protagonizar noches mágicas como las del Camp Nou.
Como para otros muchos, será para él importante tener gente que le apoye. Esta semana se comprueba que su familia no será la única. La familia bética está con él desde que salió de aquella fatídica rueda de prensa y hará todo lo que esté en su mano para llevarle en volandas de nuevo al césped del Villamarín. Incluso los jugadores se han ofrecido a pagar la operación donde sea y como sea. Las camisetas del Betis llevarán un detalle con su nombre y su dorsal hasta final de temporada en un bonito gesto.
Aún no se conoce el día de su operación, en una historia que los béticos seguirán con atención como cuando el defensa sacaba el balón jugado o cuando se equivocaba y acababa en catástrofe. A partir de ahora, el bético estará repartido. Seguirá animando al equipo en lo futbolístico en busca del ascenso mientras el club se fija en Juan Calahorro como sustituto deMiki.
También, como muchos en Twitter nada más conocer la noticia con el entrañable #todosconMikiRoque ; el bético, el autor de estas líneas y seguro que muchos más nos giraremos a esa zona que esta fuera de lo deportivo, esa parcela de la vida donde el fútbol no es más que un juego por muchos intereses que congregue. Desde el otro lado del fútbol seguiremos dando ánimo en su lucha al dorsal 26: Miki Roqué.