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Jesús Salamanca Alonso

Han cazado al ‘faisán’

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Todos sabemos que ya han cazado ‘faisán’ pero le van a dar un poco de cuerda para que dé juego a los medios de comunicación. Estos días está cabizbajo y decaído, porque sabe que le han pillado. Ni sus secuaces, encargados de esconder las pruebas delatoras, le van a salvar. Cada día es más difícil sacar la cara por él y por su entorno. Hasta los diputados del PP, que han demostrado dejadez y desidia a lo largo de toda esta legislatura, le tienen tomada la medida; parecen haber cogido el hilo y no están dispuestos a soltarlo.

El ministro multifuncional era hasta hace unos días la gran esperanza socialista, cuando el barco estaba en plena zozobra. Hoy que ya está hundido ni siquiera los barones socialistas de las autonomías quieren que se les identifique como candidatos de Zapatero.

En la publicidad de precampaña socialista y en los videos promocionales, procuran no aparecer como candidatos del PSOE. Decir a Barrera (Castilla La Mancha) o a Oscar López (Castilla y León) que son los candidatos oficiales del Gobierno central para sus respectivas autonomías es algo así como poner banderillas negras a un becerro. Ni quieren ser identificados ni quieren que en su entorno se nombre al ‘Vendeburras’ de León, Rodríguez Zapatero. Saben del daño que Zapatero ha hecho al Estado y a la ciudadanía y, dicho sea de paso, temen pagar los platos rotos de la incompetencia y de la merma de libertades que ha abanderado el leonés.

Debo confesar que no me sorprende la reiterada capacidad de resistencia del ministro multifuncional. En los últimos años ha estado implicado en todos los albañales de la política española que más hedor han desprendido. Un hedor que ha abarcado el terrorismo, las cloacas del Estado, la cal viva, el 11-M sangriento, la educación y el engaño. Los últimos veinte años de su protagonismo representan oscuros episodios, fraudulentos negocios y sangrientos recuerdos.

Por poner un ejemplo clarificador, ahí tienen los episodios judiciales sobre el ‘caso Faisán’ y toda la trama fraudulenta para no facilitar las prácticas policiales después del 11-M. Los últimos episodios no paran, siguen su marcha lenta pero inexorable y esa persistencia le está cercando un poco más cada día. Su desaparición de la escena política está cerca, muy cerca. Bastante más cercana de lo que se imagina la ciudadanía. Las pruebas que publica la prensa en estos días, y las que se publicarán en la semana que ahora comienza, serán piezas clave para que se inicie la rebelión ciudadana ante tanta falsedad, excesiva mediocridad y ese avanzar rastrero de un personaje que lo mismo autorizaba la negociación con ETA, que mandaba rociar con cal viva a integrantes molestos de la banda o consentía el rapto de un simple ciudadano.

No estaría de más que muchos dedicaran unas pocas horas a leer o releer la última obra de Ignacio Fernández Candela: “La afilada navaja de Ockham II”. En ella encontrarán las claves para saber el grado de implicación de un personaje cuyo paso por distintos ministerios ha estado caracterizado por la siniestralidad que siempre ha acompañado a determinados elementos del socialismo, en un afán de desvirtuar valores, cercenar libertades, destruir realidades y capar perspectivas de futuro. Tal definición no debe llevar a pensar en un personaje de ficción sino en un luchador por la falsedad, un depredador de la política y un saltimbanqui de la miseria.

Han cazado al ‘faisán’

Jesús Salamanca Alonso
Jesús  Salamanca
lunes, 7 de marzo de 2011, 07:43 h (CET)
Todos sabemos que ya han cazado ‘faisán’ pero le van a dar un poco de cuerda para que dé juego a los medios de comunicación. Estos días está cabizbajo y decaído, porque sabe que le han pillado. Ni sus secuaces, encargados de esconder las pruebas delatoras, le van a salvar. Cada día es más difícil sacar la cara por él y por su entorno. Hasta los diputados del PP, que han demostrado dejadez y desidia a lo largo de toda esta legislatura, le tienen tomada la medida; parecen haber cogido el hilo y no están dispuestos a soltarlo.

El ministro multifuncional era hasta hace unos días la gran esperanza socialista, cuando el barco estaba en plena zozobra. Hoy que ya está hundido ni siquiera los barones socialistas de las autonomías quieren que se les identifique como candidatos de Zapatero.

En la publicidad de precampaña socialista y en los videos promocionales, procuran no aparecer como candidatos del PSOE. Decir a Barrera (Castilla La Mancha) o a Oscar López (Castilla y León) que son los candidatos oficiales del Gobierno central para sus respectivas autonomías es algo así como poner banderillas negras a un becerro. Ni quieren ser identificados ni quieren que en su entorno se nombre al ‘Vendeburras’ de León, Rodríguez Zapatero. Saben del daño que Zapatero ha hecho al Estado y a la ciudadanía y, dicho sea de paso, temen pagar los platos rotos de la incompetencia y de la merma de libertades que ha abanderado el leonés.

Debo confesar que no me sorprende la reiterada capacidad de resistencia del ministro multifuncional. En los últimos años ha estado implicado en todos los albañales de la política española que más hedor han desprendido. Un hedor que ha abarcado el terrorismo, las cloacas del Estado, la cal viva, el 11-M sangriento, la educación y el engaño. Los últimos veinte años de su protagonismo representan oscuros episodios, fraudulentos negocios y sangrientos recuerdos.

Por poner un ejemplo clarificador, ahí tienen los episodios judiciales sobre el ‘caso Faisán’ y toda la trama fraudulenta para no facilitar las prácticas policiales después del 11-M. Los últimos episodios no paran, siguen su marcha lenta pero inexorable y esa persistencia le está cercando un poco más cada día. Su desaparición de la escena política está cerca, muy cerca. Bastante más cercana de lo que se imagina la ciudadanía. Las pruebas que publica la prensa en estos días, y las que se publicarán en la semana que ahora comienza, serán piezas clave para que se inicie la rebelión ciudadana ante tanta falsedad, excesiva mediocridad y ese avanzar rastrero de un personaje que lo mismo autorizaba la negociación con ETA, que mandaba rociar con cal viva a integrantes molestos de la banda o consentía el rapto de un simple ciudadano.

No estaría de más que muchos dedicaran unas pocas horas a leer o releer la última obra de Ignacio Fernández Candela: “La afilada navaja de Ockham II”. En ella encontrarán las claves para saber el grado de implicación de un personaje cuyo paso por distintos ministerios ha estado caracterizado por la siniestralidad que siempre ha acompañado a determinados elementos del socialismo, en un afán de desvirtuar valores, cercenar libertades, destruir realidades y capar perspectivas de futuro. Tal definición no debe llevar a pensar en un personaje de ficción sino en un luchador por la falsedad, un depredador de la política y un saltimbanqui de la miseria.

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