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Borja Costa

De la desaparición del Socialismo y de sus Grabadoras

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A Rafael García Guerrero

El hecho de que prácticamente cada vez que tengo noticias de mi tierra, ya sean de mi comunidad, de mi provincia o de mi pueblo, Noia (una pequeña villa marítima próxima a Santiago de Compostela), se deba a hechos bastante truculentos es algo que me quita el sueño.

Que el periodismo está tocando fondo es un secreto a voces, como lo es también que el socialismo en España comienza a ser algo así como esos pequeños pueblos que antaño suponían, al menos, un mínimo objeto de interés para alguien y que hoy corren directos a la desaparición: curiosidades de las que algún día le hablaremos a nuestros hijos. Y créanme que a mi todo esto me duele más de lo que nadie podría imaginarse, como fiel votante que he sido de las vertientes más populares de la izquierda política. Quizás, pensando como pienso hoy en Galicia, esto no debería asombrarme demasiado, dado que el caciquismo más exacerbado ha estado siempre presente en la cultura popular como algo a asumir sin protestar demasiado, pero viniendo como vengo de esta pequeña villa que hasta hace muy pocos años mantenía una cierta solera, la cuestión me resulta harto insoportable. Que el periodismo se mantenga fiel a su esencia tan solo en pequeños reductos serios es algo que me resulta no menos lamentable.

Del cúmulo de despropósitos periodísticos recientes que rondan ahora por mi mente, debo decir que, de una manera u otra, a todos se encuentra vinculado un mismo grupo editorial. Cierto es que este, a través de las diferentes publicaciones que controla, me ha regalado lindezas suficientes como para escribir una columna aparte (la cual, sin duda alguna, haré en próximas semanas), pero considero que nunca había llegado tan lejos como lo ha hecho en estos últimos días. Dejando de lado la sistemática censura que ha efectuado sobre mis comentarios y los de otras muchas personas en sus ediciones on-line (he llegado a ver cómo bastantes comentarios desaparecían delante de mis ojos), resulta que la publicación El Correo Gallego se ha salido por peteneras publicando como cierta una información que absolutamente ningún otro medio se ha sentido ni medianamente movido a publicar. Algo que quizás no resulte demasiado llamativo, aunque sí cruel y oscuro, dado que a todas luces parece formar parte de un entramado mucho más bestial. Presten atención, y que cada uno saque sus propias conclusiones.

Hace escasos días se supo que en el Ayuntamiento de Noia (esa pequeña villa, ¿recuerdan?) se ha dado un caso insólito de grabaciones ilegales en el interior de la Casa Consistorial. Entre la imposibilidad de esclarecer el hecho, y el consiguiente escándalo público, se formula la pertinente denuncia en los Juzgados. Hasta aquí todo es bastante llamativo, pero en adelante la cuestión se convierte en algo más peliagudo: después de haber sido encontrada la grabadora digital con su correspondiente registro sonoro, se le comunica al Cuerpo de Policía que uno de sus agentes no continuará en el pueblo. No es que este agente tenga algo que ver con las citadas grabaciones, si no que ha sido sancionado por no haber pasado las revisiones pertinentes de su vehículo personal. Y aquí entra en juego la noticia publicada por El Correo Gallego: que el agente es reincidente en la misma falta y unas cuantas acusaciones que ahora mismo están siendo objeto de la consiguiente demanda por falsedades; un periódico no puede afirmar como cierta la información que le venga en gana y salir indemne de todo ello, y el tono absolutamente sensacionalista y falto de rigor de la noticia está al alcance de todos ustedes.

Yo, que soy así, ante este cúmulo de cuestiones extrañas no he tenido nada mejor que hacer que preguntar al gran implicado en esta cuestión: el propio Alcalde. Pero como preguntar no implica que te respondan, pues aquí me tienen escribiendo una columna que va más allá de mi interés por la escritura (la reflexión cultural) pero que entronca con mi interés por la vida (la honestidad y la actitud moral por encima de todo).

Cierto es, como me ha dicho el Excmo Alcalde, que él no puede “despedir” a un agente sin más, sea para encubrir un escándalo o no; pero lo que sí puede hacer es no renovar una comisión de servicios en un momento que parece más que conveniente. El método es legal, así que debe ser por eso por lo que yo no he conseguido respuesta alguna que aclarara la relación entre la salida de este agente de la policía y la limpieza de la imagen del cuerpo en relación con el escándalo de las grabaciones: si todo está bien atado, ¿para qué más explicaciones? La oscuridad y la falta de información es absoluta: mientras que nadie en el Ayuntamiento contesta claramente sobre el hecho de si habrá reestructuraciones internas, cae en mis manos una carta que ha sido firmada por la plantilla de policía en la que se solicita la permanencia del agente, “teniendo conocimiento de la intención por parte de esta Administración de no renovar la comisión de servicio de la compañera Dña. María Esther Arobes Lora, y teniendo en cuenta la ausencia de cualquier tipo de problemática con la misma en lo referido al ámbito estrictamente profesional, y a la todavía más que notable merma en el número de efectivos que el cese de dicha comisión podría tener en el Cuerpo”.

Ahora, y en espera de que se haga oficial el comunicado por el que el agente debe abandonar el servicio, las grandes preguntas son: ¿Está la noticia del periódico implicada claramente en una maniobra de descrédito provocada directamente? ¿No es así, y tan solo se utiliza a un agente de Policía como chivo expiatorio perfecto para desviar la atención de un proceso de grabaciones ilegales que ha puesto al gobierno del pueblo en el ojo del huracán? ¿No va nadie a hacer nada ante una maniobra que, sea la que sea, está claro que es a todas luces más que dudosa? ¿No tienen ni tan siquiera un poco de miedo ante situaciones como estas?

Háganse un favor y téngalo: recuerden que un ataque de pánico a tiempo siempre es un buen consejero.

De la desaparición del Socialismo y de sus Grabadoras

Borja Costa
Borja Costa
lunes, 7 de marzo de 2011, 07:38 h (CET)
A Rafael García Guerrero

El hecho de que prácticamente cada vez que tengo noticias de mi tierra, ya sean de mi comunidad, de mi provincia o de mi pueblo, Noia (una pequeña villa marítima próxima a Santiago de Compostela), se deba a hechos bastante truculentos es algo que me quita el sueño.

Que el periodismo está tocando fondo es un secreto a voces, como lo es también que el socialismo en España comienza a ser algo así como esos pequeños pueblos que antaño suponían, al menos, un mínimo objeto de interés para alguien y que hoy corren directos a la desaparición: curiosidades de las que algún día le hablaremos a nuestros hijos. Y créanme que a mi todo esto me duele más de lo que nadie podría imaginarse, como fiel votante que he sido de las vertientes más populares de la izquierda política. Quizás, pensando como pienso hoy en Galicia, esto no debería asombrarme demasiado, dado que el caciquismo más exacerbado ha estado siempre presente en la cultura popular como algo a asumir sin protestar demasiado, pero viniendo como vengo de esta pequeña villa que hasta hace muy pocos años mantenía una cierta solera, la cuestión me resulta harto insoportable. Que el periodismo se mantenga fiel a su esencia tan solo en pequeños reductos serios es algo que me resulta no menos lamentable.

Del cúmulo de despropósitos periodísticos recientes que rondan ahora por mi mente, debo decir que, de una manera u otra, a todos se encuentra vinculado un mismo grupo editorial. Cierto es que este, a través de las diferentes publicaciones que controla, me ha regalado lindezas suficientes como para escribir una columna aparte (la cual, sin duda alguna, haré en próximas semanas), pero considero que nunca había llegado tan lejos como lo ha hecho en estos últimos días. Dejando de lado la sistemática censura que ha efectuado sobre mis comentarios y los de otras muchas personas en sus ediciones on-line (he llegado a ver cómo bastantes comentarios desaparecían delante de mis ojos), resulta que la publicación El Correo Gallego se ha salido por peteneras publicando como cierta una información que absolutamente ningún otro medio se ha sentido ni medianamente movido a publicar. Algo que quizás no resulte demasiado llamativo, aunque sí cruel y oscuro, dado que a todas luces parece formar parte de un entramado mucho más bestial. Presten atención, y que cada uno saque sus propias conclusiones.

Hace escasos días se supo que en el Ayuntamiento de Noia (esa pequeña villa, ¿recuerdan?) se ha dado un caso insólito de grabaciones ilegales en el interior de la Casa Consistorial. Entre la imposibilidad de esclarecer el hecho, y el consiguiente escándalo público, se formula la pertinente denuncia en los Juzgados. Hasta aquí todo es bastante llamativo, pero en adelante la cuestión se convierte en algo más peliagudo: después de haber sido encontrada la grabadora digital con su correspondiente registro sonoro, se le comunica al Cuerpo de Policía que uno de sus agentes no continuará en el pueblo. No es que este agente tenga algo que ver con las citadas grabaciones, si no que ha sido sancionado por no haber pasado las revisiones pertinentes de su vehículo personal. Y aquí entra en juego la noticia publicada por El Correo Gallego: que el agente es reincidente en la misma falta y unas cuantas acusaciones que ahora mismo están siendo objeto de la consiguiente demanda por falsedades; un periódico no puede afirmar como cierta la información que le venga en gana y salir indemne de todo ello, y el tono absolutamente sensacionalista y falto de rigor de la noticia está al alcance de todos ustedes.

Yo, que soy así, ante este cúmulo de cuestiones extrañas no he tenido nada mejor que hacer que preguntar al gran implicado en esta cuestión: el propio Alcalde. Pero como preguntar no implica que te respondan, pues aquí me tienen escribiendo una columna que va más allá de mi interés por la escritura (la reflexión cultural) pero que entronca con mi interés por la vida (la honestidad y la actitud moral por encima de todo).

Cierto es, como me ha dicho el Excmo Alcalde, que él no puede “despedir” a un agente sin más, sea para encubrir un escándalo o no; pero lo que sí puede hacer es no renovar una comisión de servicios en un momento que parece más que conveniente. El método es legal, así que debe ser por eso por lo que yo no he conseguido respuesta alguna que aclarara la relación entre la salida de este agente de la policía y la limpieza de la imagen del cuerpo en relación con el escándalo de las grabaciones: si todo está bien atado, ¿para qué más explicaciones? La oscuridad y la falta de información es absoluta: mientras que nadie en el Ayuntamiento contesta claramente sobre el hecho de si habrá reestructuraciones internas, cae en mis manos una carta que ha sido firmada por la plantilla de policía en la que se solicita la permanencia del agente, “teniendo conocimiento de la intención por parte de esta Administración de no renovar la comisión de servicio de la compañera Dña. María Esther Arobes Lora, y teniendo en cuenta la ausencia de cualquier tipo de problemática con la misma en lo referido al ámbito estrictamente profesional, y a la todavía más que notable merma en el número de efectivos que el cese de dicha comisión podría tener en el Cuerpo”.

Ahora, y en espera de que se haga oficial el comunicado por el que el agente debe abandonar el servicio, las grandes preguntas son: ¿Está la noticia del periódico implicada claramente en una maniobra de descrédito provocada directamente? ¿No es así, y tan solo se utiliza a un agente de Policía como chivo expiatorio perfecto para desviar la atención de un proceso de grabaciones ilegales que ha puesto al gobierno del pueblo en el ojo del huracán? ¿No va nadie a hacer nada ante una maniobra que, sea la que sea, está claro que es a todas luces más que dudosa? ¿No tienen ni tan siquiera un poco de miedo ante situaciones como estas?

Háganse un favor y téngalo: recuerden que un ataque de pánico a tiempo siempre es un buen consejero.

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