La situación del Málaga es caótica. Ya no solo deportiva sino institucionalmente. Además de volver a ser el farolillo rojo de la competición, el jeque continúa sin aparecer por Martiricos y el vacío institucional siembra dudas entre los malagueños. Su compromiso ha sido reiterado en numerosas ocasiones en sus declaraciones en diversos medios pero éste hace mucho que no se deja ver por La Rosaleda.
La pesadilla del descenso ya es una realidad y el equipo de Pellegrini se hunde en la clasificación tras la derrota sufrida ante Osasuna. Los fantasmas del anterior descenso han vuelto a la vida y tanto los aficionados como buena parte de la prensa es consciente de que el equipo salvo un milagro jugará la próxima temporada en Segunda División.
El equipo va cuesta abajo y sin freno. Si quedaba algún atisbo de esperanza por mantener la categoría, la derrota en esta jornada ante un rival directo como el conjunto navarro la ha borrado por completo.
El vestuario no pasa el mejor momento y los resultados no acompañan para levantar el ánimo de algunos jugadores que jornada tras jornada muestran una falta total de compromiso y responsabilidad por la camiseta que visten.
No debemos señalar a ciertos integrantes del plantel como los máximos responsables de la amarga situación, cuando sus máximos dirigentes no aparecen por las inmediaciones del estadio desde hace muchos meses y cuando el máximo responsable técnico no encuentra la fórmula magistral para sacar adelante un equipo que cada día se fragmenta más.
Es cierto que faltan todavía once jornadas por disputarse pero la situación anímica del equipo y del club es muy parecida a la del anterior descenso de hace cinco temporadas. A estas alturas es más fácil ser pesimistas que mantener viva una ilusión que domingo a domingo no hacen nada por mantenerla a flote. La victoria ante el Almería fue un espejismo y la cruda realidad es que si Pellegrini no es capaz de encontrar soluciones, quizás la solución no está en Pellegrini ni en estos jugadores. Ya no hay vuelta atrás y habrá que morir con lo que tenemos o volver a empezar la próxima temporada y a saber cómo y con qué.