WASHINGTON - Para ser un caballero que ocupó la presidencia hablando de cambio en el que se puede creer, Barack Obama puede ser un presidente extrañamente pasivo. Va un sorprendente número de ocasiones en las que el presidente ha desaparecido en combate -- reticente, reacio o lento a la hora de evaluar la polémica del momento. También con demasiada frecuencia se muestra más reaccionario que inspirativo, más cauto que contundente.
Cada uno de estos casos se puede explicar según sus propios términos, por cuestiones de estrategia legislativa, cálculos geopolíticos o prudencia política.
No quiso verse envuelto en detalles legislativos durante el debate de la reforma sanitaria por temor a repetir el establecido enfoque de las lentejas - las coges o las dejas - que tenía la administración Clinton. No quiere ir el primero a proponer la reforma de lo social porque los precedentes advierten que no es el mejor camino para llegar al acuerdo. No quiso decir nada demasiado duro con Libia por temor a poner en peligro a los estadounidenses atrapados allí. No quiso entrar en la batalla sindical de Wisconsin porque, bueno, es un estado en el aire.
Pero aún así los puntos se unen para formar un retrato inquietante de una presidencia a lo "¿Dónde está Wally?": A menudo hay que esforzarse por encontrar a la Casa Blanca entre la imagen.
Esta dura evaluación de alguien que en general comparte la perspectiva ideológica del presidente puede ser difícil de casar con el retrato conservador de Obama como el voraz autor material de una agenda pública intervencionista. Si el presidente es acusado simultáneamente de una ambición sin límites y de dar el brazo a torcer sin luchar, puede que esté haciendo algo bien.
Puede -- o de lo contrario Obama ha logrado hacer a veces las dos cosas simultáneamente. En materia sanitaria, por ejemplo, abrió un gran enfrentamiento sin ser capaz de trasladar un mensaje claro ni estar dispuesto a imponer sino las recetas legislativas más genéricas. Los legisladores, por no hablar de la opinión pública, se quedaron adivinando a tientas lo que quería ver, exactamente, la administración en la medida legislativa y dónde poner los límites.
No fue un caso aislado. ¿Dónde, por ejemplo, está el presidente ahora que estamos al borde de la clausura de la actividad pública potencial -- si no esta semana, entonces dentro de unas semanas?
Al margen de una breve circular de la Oficina de Gestión y Presupuestos amenazando con la versión veto presidencial de la Cámara a la medida extraordinaria de financiación, la Casa Blanca -- para gran frustración de ciertos legisladores Demócratas -- ha sido imprecisa en público y en privado al hablar de los recortes que serían aceptables y los que no.
En contraste, unas semanas antes del parón de la actividad en 1995, los ayudantes de la administración Clinton habían enviado a miembros del gabinete y otros altos funcionarios a difundir el mensaje de que los recortes en educación, sanidad y vivienda iban a perjudicar a las familias y los menores. Obama parece más un espectador pasivo frente a las negociaciones entre la Cámara y el Senado que el secretario de su formación y jefe del ejecutivo.
Los sondeos subrayan esta evaluación. En septiembre de 2009, cuando la popularidad de Obama en general se situaba en el 53%, los dos tercios de los encuestados decían que era un líder firme y decidido. En enero de 2011, cuando su popularidad se situaba en el 49%, la cifra de los que le describían como un líder firme y decidido había descendido mucho más, hasta el 44%.
Obama se desenvuelve mejor sobre el escenario que permite el movimiento más grandioso. Se pone a la altura de las circunstancias, desde su inspiradora presentación a la opinión pública en su discurso de la convención Demócrata de 2004 a sus sanadoras palabras tras el tiroteo de Tucson.
El presidente ha flaqueado, no obstante, cuando se le pide traducir esa retórica a niveles más granulares de concreción: ¿En qué cambio, exactamente, quiere que crea la gente? ¿Cómo, aún más exactamente, propone llegar? "Ganar el futuro" no es que aporte mucho.
Mi queja más importante es a tenor de los deslices del presidente en cuestiones fiscales. Obama ha dicho convenir con algunas de las recomendaciones de su comisión de disciplina fiscal y discrepar con otras. ¿Con cuáles discrepa? Hice esta pregunta el otro día a Austan Goolsbee, secretario del Consejo de Asesores Económicos.
Esto es lo que me contestó: "De la opinión desposada por parte... de la comisión de que tendríamos que dejar a la seguridad social al margen de la totalidad de los recortes en las pensiones seguro discrepa". Pero por supuesto, los planes suscritos por 11 de los integrantes de la comisión no hacían nada parecido.
Soy injusta con Goolsbee porque le hice una pregunta que no tenía margen de maniobra para responder. No se puede culpar al ayudante de esquivar las preguntas cuando el jefe las elude.
¿Dónde está Obama? No importa lo mucho que se esfuerce buscándolo en el dibujo, a veces es imposible de encontrar.