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Guillermo Navalon

Unos Oscar pasables

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Aburrida, sosa, descafeinada… Cualquiera de esos adjetivos serviría para describir la gala de los Oscar 2011. Y eso que todos los esfuerzos estaban puestos en hacerla lo más entretenida y dinámica posible, desde la elección de los presentadores, los jovencísimos James Franco y Anne Hathaway, hasta la eliminación de cualquier tiempo muerto que lastrara la duración de la ceremonia, como en el caso del tradicional premio honorífico. Hacia el ecuador de la gala, ni todo el glamour del mundo pudo impedir que el ritmo del espectáculo comenzara a decaer, especialmente en el momento en que se interpretaron los temas nominados a “mejor canción original”, los cuales, a pesar de todo, habían sido acortados para evitar el tedio. La ausencia de sorpresas a la hora de anunciar a los ganadores y el hecho de que ninguna de las principales películas nominadas acumulara un gran número de estatuillas tampoco ayudó a insuflarle un mayor interés a la ceremonia.

Sin embargo, el principal problema de esta gala fue que, de tan sobria y fluida que la quisieron hacer, les quedó bastante deslucida, y lo peor es que ni por esas consiguieron darle el ritmo que deseaban. Los grandes números cómicos y musicales que nos maravillaron en ediciones anteriores, aquí brillaron por su ausencia. Todo estuvo dosificado en pequeñas e inofensivas dosis con el fin de hacer más digerible el conjunto. El efecto post-Gervais se dejó notar: el humor fue tan blanco como el traje que lució Javier Bardem sobre el escenario del Kodak Theatre.

Desde un principio, la elección de Franco y Hathaway como presentadores me pareció un completo error, ya que difícilmente iban a poder igualar a grandes anfitriones como Billy Crystal, Steve Martin o Hugh Jackman. Ambos son estupendos actores e hicieron lo que pudieron, pero no pegaban ni con cola en semejantes tesituras. Podría decirse que el intento de los organizadores por “rejuvenecer” la ceremonia ha sido un fracaso. Una breve aparición de un veterano y divertido Kirk Douglas fue suficiente para acaparar todo el protagonismo de la noche, llegando a eclipsar a los principales anfitriones, cuya labor, me temo, no tardará en caer en el olvido. Otro momento significativo se produjo cuando el propio Billy Crystal salió al escenario y puso a todo el público en pie con su sola presencia. Su corta y genial intervención, con un discurso sobre Bob Hope, nos hizo recordar tiempos mejores, al mismo tiempo que nos preguntábamos por qué demonios no le encargaron a él que presentara esta gala.

En cuanto a los premios en sí, confieso que estoy algo decepcionado, ya que no ha resultado vencedora mi favorita, “La red social”. Al final, la que se ha llevado el gato al agua ha sido “El discurso del rey”, una cinta de corte más clásico y más próxima al gusto conservador de los miembros de la Academia. En verdad, no ha sido una sorpresa para nadie, ya que estas dos películas eran las grandes favoritas y sólo quedaba dilucidar por cuál de las dos se decantarían los académicos. El resto del palmarés ha cumplido casi a rajatabla con los pronósticos. La única sorpresa se ha producido en el apartado de “mejor director”. Todas las quinielas apuntaban a David Fincher por su impecable trabajo en “La red social” y, sin embargo, la estatuilla ha ido a parar a Tom Hooper por “El discurso del rey”.

A título personal, y al margen de otros de mayor renombre, mis dos Oscar favoritos han sido los de “mejor banda sonora” y “mejor maquillaje”. En el caso del primero, porque la estatuilla ha ido a parar a Trent Reznor, líder de Nine Inch Nails, y a su colaborador Atticus Ross, de quienes soy un gran admirador y a los que jamás me imaginé que vería recogiendo un Oscar, en este caso por la estupenda y electrónica banda sonora de “La red social”. En cuanto al segundo, porque el galardón ha ido a parar nuevamente a Rick Baker, el gran maestro del maquillaje terrorífico, esta vez por su trabajo en el reciente remake de “El hombre lobo”. Como aficionado al terror clásico y los monstruos de la Universal, no podría estar más satisfecho con este reconocimiento a uno de los grandes profesionales del género.

En definitiva, han sido unos Oscar pasables. Sinceramente, para volver a hacer algo así, el próximo año mejor que llamen a Billy Crystal.

Unos Oscar pasables

Guillermo Navalon
Guillermo Navalón
martes, 1 de marzo de 2011, 09:12 h (CET)
Aburrida, sosa, descafeinada… Cualquiera de esos adjetivos serviría para describir la gala de los Oscar 2011. Y eso que todos los esfuerzos estaban puestos en hacerla lo más entretenida y dinámica posible, desde la elección de los presentadores, los jovencísimos James Franco y Anne Hathaway, hasta la eliminación de cualquier tiempo muerto que lastrara la duración de la ceremonia, como en el caso del tradicional premio honorífico. Hacia el ecuador de la gala, ni todo el glamour del mundo pudo impedir que el ritmo del espectáculo comenzara a decaer, especialmente en el momento en que se interpretaron los temas nominados a “mejor canción original”, los cuales, a pesar de todo, habían sido acortados para evitar el tedio. La ausencia de sorpresas a la hora de anunciar a los ganadores y el hecho de que ninguna de las principales películas nominadas acumulara un gran número de estatuillas tampoco ayudó a insuflarle un mayor interés a la ceremonia.

Sin embargo, el principal problema de esta gala fue que, de tan sobria y fluida que la quisieron hacer, les quedó bastante deslucida, y lo peor es que ni por esas consiguieron darle el ritmo que deseaban. Los grandes números cómicos y musicales que nos maravillaron en ediciones anteriores, aquí brillaron por su ausencia. Todo estuvo dosificado en pequeñas e inofensivas dosis con el fin de hacer más digerible el conjunto. El efecto post-Gervais se dejó notar: el humor fue tan blanco como el traje que lució Javier Bardem sobre el escenario del Kodak Theatre.

Desde un principio, la elección de Franco y Hathaway como presentadores me pareció un completo error, ya que difícilmente iban a poder igualar a grandes anfitriones como Billy Crystal, Steve Martin o Hugh Jackman. Ambos son estupendos actores e hicieron lo que pudieron, pero no pegaban ni con cola en semejantes tesituras. Podría decirse que el intento de los organizadores por “rejuvenecer” la ceremonia ha sido un fracaso. Una breve aparición de un veterano y divertido Kirk Douglas fue suficiente para acaparar todo el protagonismo de la noche, llegando a eclipsar a los principales anfitriones, cuya labor, me temo, no tardará en caer en el olvido. Otro momento significativo se produjo cuando el propio Billy Crystal salió al escenario y puso a todo el público en pie con su sola presencia. Su corta y genial intervención, con un discurso sobre Bob Hope, nos hizo recordar tiempos mejores, al mismo tiempo que nos preguntábamos por qué demonios no le encargaron a él que presentara esta gala.

En cuanto a los premios en sí, confieso que estoy algo decepcionado, ya que no ha resultado vencedora mi favorita, “La red social”. Al final, la que se ha llevado el gato al agua ha sido “El discurso del rey”, una cinta de corte más clásico y más próxima al gusto conservador de los miembros de la Academia. En verdad, no ha sido una sorpresa para nadie, ya que estas dos películas eran las grandes favoritas y sólo quedaba dilucidar por cuál de las dos se decantarían los académicos. El resto del palmarés ha cumplido casi a rajatabla con los pronósticos. La única sorpresa se ha producido en el apartado de “mejor director”. Todas las quinielas apuntaban a David Fincher por su impecable trabajo en “La red social” y, sin embargo, la estatuilla ha ido a parar a Tom Hooper por “El discurso del rey”.

A título personal, y al margen de otros de mayor renombre, mis dos Oscar favoritos han sido los de “mejor banda sonora” y “mejor maquillaje”. En el caso del primero, porque la estatuilla ha ido a parar a Trent Reznor, líder de Nine Inch Nails, y a su colaborador Atticus Ross, de quienes soy un gran admirador y a los que jamás me imaginé que vería recogiendo un Oscar, en este caso por la estupenda y electrónica banda sonora de “La red social”. En cuanto al segundo, porque el galardón ha ido a parar nuevamente a Rick Baker, el gran maestro del maquillaje terrorífico, esta vez por su trabajo en el reciente remake de “El hombre lobo”. Como aficionado al terror clásico y los monstruos de la Universal, no podría estar más satisfecho con este reconocimiento a uno de los grandes profesionales del género.

En definitiva, han sido unos Oscar pasables. Sinceramente, para volver a hacer algo así, el próximo año mejor que llamen a Billy Crystal.

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