Si el fútbol no se jugase con un balón, quizá Saadi Gadafi sería el mejor jugador del mundo. El hijo favorito del mandatario libio sentía obsesión por el fútbol y gracias a su apellido se hizo con el cargo de presidente del Al-Ahli de Trípoli y de la federación de fútbol de Libia
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Saadi, jugador del Perugia.
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SIGLO XXI / Redacción
Saadi, se convirtió en el capitán del club de la capital y jugó en él durante la temporada 2000/01, mientras gastaba dinero contratando a Maradona como asesor, a Carlos Bilardo como entrenador de la selección y a Ben Johnson como preparador físico.
Entre 2001 y 2003, Saadi pasó a jugar en el Al-Ittihadi y después se marchó a Italia. El Perugia le contrató en 2003 con la idea de vender camisetas. Saadi solo jugó una vez y además se le acusó por dopaje de nandrolona, curiosamente en un partido que fue suplente. En la temporada 2005/06, fichó por el Udinese pero el técnico Serse Cosmi solo confió en él los últimos diez minutos del último partido de la serie A ante el Cagliari. Su carrera futbolística acabó en la Sampdoria en el año 2007 sin haber entrado ni una vez al campo.
Una vez finalizada su etapa como futbolista, el hijo de Gadafi pasó a ser ejectuvio. Una de sus primeras ideas era crear una ciudad semiautónoma, parecida a Hong Kong, a medio camino entre Trípoli y la frontera con Túnez. Sería una paraíso tecnológico, con escuelas, universidades, tolerancia religiosa, hospitales y aeropuerto. Pero se quedó en eso, en una idea.
Como buen libio, entró en el negocio del petróleo a través de la refineria Tamoil. Ni siquiera Hollywood escapa de sus encantos. La producción de la película "Ice Man: Confessions of a Mafia Contract Killer", prevista para 2012, estará en parte producida por el libio.
El hijo de Gadafi está tan seguro de sí mismo que hasta trató de engañar a la mafia italiana. La justicia no le libró de pagar 392 mil euros de indemnización a un hotel de lujo en la región de Liguria, donde pasó un mes del verano de 2007 pero al parecer olvidó pagar la cuenta.