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Roberto Carrera

La estadística espanta las pesadillas

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El fútbol es pasión. Algo un tanto manido pero cierto. Aún así, detrás de adrenalinas y sudores fríos, se esconde siempre la mano ecuánime de la matemática. Irrefutable y objetiva. Los datos que se aíslan del forofo y nos dejan conclusiones tan contundentes como la siguiente: el Celta de Vigo, con 26 jornadas disputadas, ya tiene dos puntos más que en toda la campaña anterior.

Como diría Pep, 'una puta barbaridad'. Las comparaciones dicen ser odiosas, pero cuando nos vienen de cara, es un gustazo recrearse un momento en el pastel numérico. Las cifras hablan de un equipo con dos únicas derrotas en el campeonato (primera jornada y caos de Pucela), siete victorias como visitante y sólo 21 tantos recibidos (los mejores números de sus respectivas categorías en la Liga Adelante).




Este equipo es una piña. Ahora que ha probado la gloria (una vez más), será difícil moverlo de arriba (Agencias)

Hace tan sólo doce meses, un club fragmentado por la incapacidad de montar un proyecto serio, con cambios arbitrarios de entrenador y recién salido de un proceso concursal agónico, languidecía en la decimoctava posición de la tabla con 29 puntos, curiosamente 26 menos que los que lleva ahora mismo (o lo que es lo mismo, los celtiñas han sacado este año un punto más de media por partido).

Eran once derrotas y nueve empates los que amenazaban por segundo año consecutivo la supervivencia del club, y las expectativas eran funestas para un futuro incierto. Pero la concursal se acabó sorprendentemente rápido (uno de los procesos más veloces del fútbol español), los de Vigo se rearmaron administrativamente y pudieron centrar la pretemporada en construir un proyecto de garantías. Por primera vez, los aficionados no tuvieron que esperar hasta el último instante para conocer a la nueva plantilla.

El resto es conocido por todos. Un equipo que enamora, que transmite tanta paz institucional que Balaídos se ha convertido en una balsa de aceite. Un míster que no falla ni queriendo, unos jugadores que se permiten el lujo hasta de hacer rotaciones con éxito y unas gradas que han tomado el “que sí, joder, que vamos a perder” como su nuevo himno para un año que puede salir redondo. Queda una eternidad, pero un pequeño vistazo atrás no hace daño para reconfortar tanto sufrimiento pasado. De momento, dos puntos más. Y los que quedan.

La estadística espanta las pesadillas

Roberto Carrera
Roberto Carrera Hernández
domingo, 27 de febrero de 2011, 11:13 h (CET)
El fútbol es pasión. Algo un tanto manido pero cierto. Aún así, detrás de adrenalinas y sudores fríos, se esconde siempre la mano ecuánime de la matemática. Irrefutable y objetiva. Los datos que se aíslan del forofo y nos dejan conclusiones tan contundentes como la siguiente: el Celta de Vigo, con 26 jornadas disputadas, ya tiene dos puntos más que en toda la campaña anterior.

Como diría Pep, 'una puta barbaridad'. Las comparaciones dicen ser odiosas, pero cuando nos vienen de cara, es un gustazo recrearse un momento en el pastel numérico. Las cifras hablan de un equipo con dos únicas derrotas en el campeonato (primera jornada y caos de Pucela), siete victorias como visitante y sólo 21 tantos recibidos (los mejores números de sus respectivas categorías en la Liga Adelante).




Este equipo es una piña. Ahora que ha probado la gloria (una vez más), será difícil moverlo de arriba (Agencias)

Hace tan sólo doce meses, un club fragmentado por la incapacidad de montar un proyecto serio, con cambios arbitrarios de entrenador y recién salido de un proceso concursal agónico, languidecía en la decimoctava posición de la tabla con 29 puntos, curiosamente 26 menos que los que lleva ahora mismo (o lo que es lo mismo, los celtiñas han sacado este año un punto más de media por partido).

Eran once derrotas y nueve empates los que amenazaban por segundo año consecutivo la supervivencia del club, y las expectativas eran funestas para un futuro incierto. Pero la concursal se acabó sorprendentemente rápido (uno de los procesos más veloces del fútbol español), los de Vigo se rearmaron administrativamente y pudieron centrar la pretemporada en construir un proyecto de garantías. Por primera vez, los aficionados no tuvieron que esperar hasta el último instante para conocer a la nueva plantilla.

El resto es conocido por todos. Un equipo que enamora, que transmite tanta paz institucional que Balaídos se ha convertido en una balsa de aceite. Un míster que no falla ni queriendo, unos jugadores que se permiten el lujo hasta de hacer rotaciones con éxito y unas gradas que han tomado el “que sí, joder, que vamos a perder” como su nuevo himno para un año que puede salir redondo. Queda una eternidad, pero un pequeño vistazo atrás no hace daño para reconfortar tanto sufrimiento pasado. De momento, dos puntos más. Y los que quedan.

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