Ahora que las lesiones y las sanciones acechan, cuando el entrenador debe mirar al banquillo y buscar alternativas a las ausencias destacadas tanto en defensa como en ataque, hay un futbolista que sólo ha faltado en lo que va de temporada a una convocatoria. Se trata de Rubén Pérez, el héroe silencioso, que desde la soledad del portero vio como el día en el que no estuvo el Nàstic recibió seis chicharros ante el Granada. Nadie sabe qué hubiese sucedido con él, su seguridad y liderazgo bajo palos aquel día en el que debutaba Oliva en el banquillo, pero lo único cierto es que, con él, sus compañeros saben que atrás hay un candado complicado de abrir.
Rubén Pérez, portero grana. (www.gimnasticdetarragona.cat)
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Porque lo cierto es que muy pocas veces los porteros encabezan titulares por hechos positivos. Sí por errores garrafales, por salir a por uvas cuando no era necesario, por un mal control, por tener las manos de mantequilla; pero por sus intervenciones, muchas veces normales para los ojos de un espectador, pocas. Muy pocas. Curiosamente esta semana ha sido protagonista un guardameta. Pero no por sus reflejos o su habilidad para detener pelotazos. Lo ha sido por marcar un gol. El caso de Dani Aranzubía es tan extraño en el mundo del fútbol que su historia merece ser contada. Así que como el protagonista de estas líneas no marcó porque eso sucede muy pocas veces, quiero destacar sus virtudes en el marco. Rubén Pérez no marcó ante el Rayo Vallecano pero sí evitó que marcara el rival. Más o menos vale lo mismo, porque el Nàstic logró un punto del por entonces estadio del líder de la categoría.
Fue un partido duro, pero que supieron sacar adelante con valentía los pupilos de Oliva. En las botas de Gerardo estuvo la sentencia, pero en las manoplas de Rubén estuvo el empate final. Ganaban los grana por la mínima y el colegiado pitó un penalti claro de Sergio Díaz. Se postulaba al lanzamiento Armenteros con la intención de igualar un resultado en contra impropio para un conjunto en zona de ascenso. Pero ahí apareció Rubén para adivinar la dirección del balón y desbordar de alegría a sus compañeros. Sin ese paradón, y con la locura final que se vivió en el Teresa Rivera, quizá el tanto in extremis de Piti hubiese significado el 2-1. El portero maño, que es uno de los indiscutibles ídolos de la afición, es uno de los porteros menos goleados de la categoría de plata a pesar de la situación en la que se encuentra el Nàstic. Con todo, evitó una derrota ante el líder que vale su peso en oro ya que, por segunda jornada consecutiva y aunque sea igualado a puntos con el que marca el descenso, los tarraconenses no habitan los puestos de peligro. Este sábado, ante el nuevo líder, ahora el Celta, Rubén tendrá una nueva oportunidad para demostrar porque es irremplazable. Es un crack.