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Borja Costa

El Sonido del Cine Español

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Enésimo premio para Alberto Iglesias. El menos sorprendente de los últimos premios Goya, y tan merecido como todos y cada uno de sus numerosos galardones, a pesar de que, la verdad sea dicha - y se dice mucho en estos días -, la presencia de nuevos nombres entre la lista de premiados comience a ser urgente. No voy a ser yo quien desmienta esta necesidad, aunque sí me gustaría arrojar una cierta luz sobre este aspecto, dado que sospecho que comienzan los preparativos para el próximo bloqueo a un profesional del cine realmente admirable.

Si uno analiza detenidamente la lista de premiados a lo largo de la historia de la Academia, pronto se dará cuenta de que los nombres han estado repetidos desde los mismos comienzos de esta, y que el compositor donostiarra no hace más que ocupar la vacante que en los últimos tiempos dejó el gran José Nieto. Como curiosidades puntuales, nombres como el del prolífico Carmelo Bernaola o Paco de Lucía, al lado de un titán musical como Milladoiro - cuya incursión en la música cinematográfica generó el primer y probablemente más debatido premio otorgado en esta categoría (el enfado de Bernaola, convencido de que el premio sería suyo, y llegando a levantarse incluso antes de que pronunciaran el nombre del ganador, ha dado unas cuantas páginas memorables; el poco merecimiento del galardón por parte de la formación gallega, también). Puede parecer que esta cuestión de la ausencia de variedad en los nombres es un hecho lamentable, pero en realidad no es más que un reflejo de la situación de la música cinematográfica en nuestro país, en la que Alberto Iglesias solo es responsable de haberla mejorado en la medida de lo posible; para lo demás, habrá que tener en cuenta que la banda sonora es la gran olvidada en un plan de producción. Numerosos autores y compositores han realizado una larga serie de reflexiones, en las que se concluye que los motivos por los que la música siempre ha sido la maltratada en las producciones se debe desde al hecho de que su composición es el último proceso en la cadena, a la naturaleza casi estrictamente visual de la mayor parte de los directores (desconocedores de las posibilidades narrativas y dramáticas del sonido); un sinnúmero de motivos, y todos ellos, en parte, factores determinantes.

Todo esto, en España, como es natural y como en todo, se ha visto multiplicado por nuestros lastres y carencias habituales, y si este desolador panorama y desconocimiento del medio es algo lamentable a nivel mundial, ¿qué podría ser aquí, si no esto? Visto lo visto, yo no me imagino a casi ningún productor, director, guionista, sea el técnico que sea, incluso a casi ningún músico, parándose a pensar demasiado sobre partituras demasiado diferentes, sobre estilos demasiado alejados, y ya que de forma repetida se hayan dejado llevar los votantes de la Academia precisamente por la música de estos dos grandes, Iglesias y Nieto, es algo que, aunque mejorable en su variedad, nos pone en mejor situación que a muchas otras cinematografías. Han sido ambos creadores quienes han conseguido que hablar de música para el cine español no sea algo meramente anecdótico, aunque en los últimos años Nieto haya sido tomado como rehén y apartado de la escena cinematográfica, víctima del cambio en el gusto monotemático imperante que comienza ahora a apartar los ojos de Iglesias.

Personalmente, entiendo que todo esto es una cuestión de modas, que la falta de un análisis crítico y una escucha atenta lleva a uno hacia estos gustos tan explosivos de duración pasional bastante limitada, pero antes de que la historia se repita, y condenen a otro al ostracismo antes de tiempo, creo que se debería esperar a que lleguen esos nuevos creadores que vienen ya en camino, y, sobre todo, a unos nuevos oyentes dispuestos a escuchar de una forma diferente. Antes de que esto suceda, la crítica hacia profesionales tan solventes como estos se hace tanto innecesaria como gratuita.

El Sonido del Cine Español

Borja Costa
Borja Costa
lunes, 21 de febrero de 2011, 07:40 h (CET)
Enésimo premio para Alberto Iglesias. El menos sorprendente de los últimos premios Goya, y tan merecido como todos y cada uno de sus numerosos galardones, a pesar de que, la verdad sea dicha - y se dice mucho en estos días -, la presencia de nuevos nombres entre la lista de premiados comience a ser urgente. No voy a ser yo quien desmienta esta necesidad, aunque sí me gustaría arrojar una cierta luz sobre este aspecto, dado que sospecho que comienzan los preparativos para el próximo bloqueo a un profesional del cine realmente admirable.

Si uno analiza detenidamente la lista de premiados a lo largo de la historia de la Academia, pronto se dará cuenta de que los nombres han estado repetidos desde los mismos comienzos de esta, y que el compositor donostiarra no hace más que ocupar la vacante que en los últimos tiempos dejó el gran José Nieto. Como curiosidades puntuales, nombres como el del prolífico Carmelo Bernaola o Paco de Lucía, al lado de un titán musical como Milladoiro - cuya incursión en la música cinematográfica generó el primer y probablemente más debatido premio otorgado en esta categoría (el enfado de Bernaola, convencido de que el premio sería suyo, y llegando a levantarse incluso antes de que pronunciaran el nombre del ganador, ha dado unas cuantas páginas memorables; el poco merecimiento del galardón por parte de la formación gallega, también). Puede parecer que esta cuestión de la ausencia de variedad en los nombres es un hecho lamentable, pero en realidad no es más que un reflejo de la situación de la música cinematográfica en nuestro país, en la que Alberto Iglesias solo es responsable de haberla mejorado en la medida de lo posible; para lo demás, habrá que tener en cuenta que la banda sonora es la gran olvidada en un plan de producción. Numerosos autores y compositores han realizado una larga serie de reflexiones, en las que se concluye que los motivos por los que la música siempre ha sido la maltratada en las producciones se debe desde al hecho de que su composición es el último proceso en la cadena, a la naturaleza casi estrictamente visual de la mayor parte de los directores (desconocedores de las posibilidades narrativas y dramáticas del sonido); un sinnúmero de motivos, y todos ellos, en parte, factores determinantes.

Todo esto, en España, como es natural y como en todo, se ha visto multiplicado por nuestros lastres y carencias habituales, y si este desolador panorama y desconocimiento del medio es algo lamentable a nivel mundial, ¿qué podría ser aquí, si no esto? Visto lo visto, yo no me imagino a casi ningún productor, director, guionista, sea el técnico que sea, incluso a casi ningún músico, parándose a pensar demasiado sobre partituras demasiado diferentes, sobre estilos demasiado alejados, y ya que de forma repetida se hayan dejado llevar los votantes de la Academia precisamente por la música de estos dos grandes, Iglesias y Nieto, es algo que, aunque mejorable en su variedad, nos pone en mejor situación que a muchas otras cinematografías. Han sido ambos creadores quienes han conseguido que hablar de música para el cine español no sea algo meramente anecdótico, aunque en los últimos años Nieto haya sido tomado como rehén y apartado de la escena cinematográfica, víctima del cambio en el gusto monotemático imperante que comienza ahora a apartar los ojos de Iglesias.

Personalmente, entiendo que todo esto es una cuestión de modas, que la falta de un análisis crítico y una escucha atenta lleva a uno hacia estos gustos tan explosivos de duración pasional bastante limitada, pero antes de que la historia se repita, y condenen a otro al ostracismo antes de tiempo, creo que se debería esperar a que lleguen esos nuevos creadores que vienen ya en camino, y, sobre todo, a unos nuevos oyentes dispuestos a escuchar de una forma diferente. Antes de que esto suceda, la crítica hacia profesionales tan solventes como estos se hace tanto innecesaria como gratuita.

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