Siempre en momentos de crisis las acusaciones viven su caldo de cultivo y pasean por el aire como palomas en un día soleado. Los dedos de unos y otros se empeñan en señalar culpables sin importar hacia dónde o quién.
A veces la acusación más mortífera no vienen señaladas por nadie, sino desveladas por rastros de basura y podredumbre que algunos dejan tras sus pasos. El gran ejemplo es una sala del Benito Villamarín, en la que se acumulan camisetas de los años 90 y gran parte de material deportivo que han ido cogiendo polilla mientras el club se debía a sí mismo un alquiler por mantener aquello guardado. Increíble. Camisetas de Roberto Ríos o el gran Finidi se amontonan y son como una bolsa de basura con las sobras de una excelente mariscada. El recuerdo de aquellas camisetas sabe a gloria, pero aquello huele que apesta.
Los actuales gerentes del Betis se han encontrado con esa sala, que parecía Galería del Coleccionista; y se están pensando si poner esas camisetas a la venta para sacar tajada económica y ayudar a la economía del club. Ojalá vendan la casaca de Finidi, pero eso sí, con las tapas de regalo para hacerse un sombrero cordobés como el del genio nigeriano.
En el banquillo del Betis actual se quema esta semana el técnico Pepe Mel. A él no le acusa una herencia lamentable, sino un bache de malos resultados. El feo dibujo en Granada y el esperpento ante el Elche en casa han pesado en la afición y en los medios, que ya se preguntan si el técnico no tiene la culpa de la situación actual del equipo. Es verdad, Pepe tiene la culpa.
La culpa de dar con la tecla y hacer que el grupo funcione y llegue hasta aquí con un importante colchón de puntos. Precisamente ese colchón que ahora han perdido, pero que sin él, puede que nunca hubieran logrado y los verdiblancos pasearan por la promoción desde el principio mirando envidiosos como el año pasado hacia los puestos de privilegio.
Esta semana me ha llamado poderosamente la atención que por primera vez esta temporada, el técnico haya reconocido que sus jugadores están atenazados por la presión y que esto puede hacer mella en los jugadores más jóvenes. Sin duda es una situación complicada, y parece que Mel apostará por los veteranos y dejará en la retaguardia a hombres como Ezequiel, Beñat o Miki Roqué.
Pese a que el camino romántico o difícil parece el más cercano al fracaso, me gustaría confiar en que el técnico sabrá resolver esta crisis y entregarle la fe al hombre que hizo que el estadio reviviera aquellos tiempos en los que había comunión equipo-hinchada y le cantaba a Don Lorenzo aquella melodía alegre llamada “bigote de serrita”. Pepe, pese a sus fallos, se merece la confianza de la hinchada, y los que se han aprovechado del Betis, que se haga justicia con ellos.
Paradójicamente, personajes que han destacado por lograr sentimientos tan contradictorios como alegría y crispación se han ganado a pulso lo que merecen. Otra cosa, es si lo recibirán. Lo dirá el futuro, y no estará nada claro; porque es sabido, que el mundo de hoy en día, a veces no estamos sobrados de justicia.