No. No vamos a hablar de la Gala de los Goya. Creo que durante toda la semana ya se ha
dicho todo lo que se podía decir al respecto sobre los triunfadores y perdedores de la noche, la tensa relación entre la ministra de Cultura y el ex presidente de la Academia, e incluso sobre los modelitos que lucieron cada una de las asistentes al evento.
Hoy, aprovechando que hace poco se cumplió el aniversario del fallecimiento, allá por el año 1950, del gran George Orwell, he pensado que no está de más recordarle un poco, en una época en la que para encontrar en Google el primer resultado de ‘Gran Hermano’ que no tenga que ver con el programa de televisión tengamos que remontarnos a la página 200 del buscador.
A pesar de avisarnos con obras maestras como ‘Rebelión en la granja’ y ‘1984’, no hicimos caso de sus advertencias y el ojo que todo lo ve domina ahora nuestras vidas. Para Orwell, el peligro se encarnaba en figuras como Hitler o, sobre todo, Stalin, pero estas amenazas ya fueron vencidas por una versión mucho más refinada de dominación. ¿Para qué obligar a la gente a que haga lo que nosotros queremos, cuando es mucho más fácil, efectivo y barato convencerles de que eso es lo que realmente quieren hacer?
Esto fue lo que aprendieron las cabezas pensantes que rigen nuestros destinos. Cuando se dieron cuenta de que era imposible acabar con los conflictos entre ricos y pobres mediante violencia y coacciones, pusieron todo su empeño en convencer a los de abajo de que lo que realmente deseamos no es que no existan diferencias de clase, sino que lo que queremos es ser uno de los de arriba. Y lo que tiene más mérito aún, nos convencieron de que todos tenemos las mismas oportunidades para llegar algún día ahí arriba, si trabajamos lo suficiente.
Hace 75 años George Orwell vino a nuestro país a participar en la eterna lucha: la de los más débiles contra los poderosos. Lo que vivió en España le convirtió en uno de los mejores escritores del siglo XX. En ‘Homenaje a Cataluña’ nos lo cuenta: vino en busca de un sueño, que pudo ver hecho realidad durante un breve espacio de tiempo, pero fue testigo de cómo el Gran Hermano lo hizo añicos y acabó con todo. Perseguido por los estalinistas, tuvo que abandonar el país para salvar su vida. A pesar de eso, el mismo Orwell reconocía que se marchaba de nuestro país teniendo aún “más fe en la honradez de los seres humanos”. No le defraudemos.